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SEAMOS MISERICORDIOSOS

SEAMOS MISERICORDIOSOS

Para FARO DE LUZ 1170

En el programa anterior presenté una pequeña descripción de las bienaventuranzas, esa preciosa enseñanza de Jesús y terminamos con otra bienaventuranza que San Juan nos traslada y se refiere a todos los que obedecen y viven de acuerdo a las enseñanzas del Señor cuando escribe en el Ap 14,13: «Y oí una voz del cielo que decía: “Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor.” Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos, porque sus obras van con ellos”» Y hago énfasis en la parte final de esa cita, en donde el Espíritu Santo dice: «para que descansen de sus trabajos, porque sus obras van con ellos»

Si querido oyente, El Señor dijo: «Bienaventurados, es decir, Felices, los que mueren en el Señor», esto se refiere a quienes tienen a Jesús como Señor, quienes le obedecen y siguen sus enseñanzas, aquellos que son misericordiosos; esos descansarán porque ya no tendrán que esmerarse trabajando para llegar a la presencia del Padre, porque sus obras, sus buenas obras, irán con ellos. ¿A qué obras se refiere? A las Obras de Misericordia que hayan realizado, las acciones caritativas mediante las cuales ayudaron al prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. 

Y para ayudarnos a cumplir con ello y que alcancemos esa meta, la Santa Madre Iglesia nos motiva a realizar las obras de Misericordia, que se dividen en CORPORALES Y ESPIRITUALES: 

Las Obras de misericordia corporales son siete:

  1. Visitar a los enfermos.
  2. Dar de comer al hambriento.
  3. Dar de beber al sediento.
  4. Dar posada al peregrino.
  5. Vestir al desnudo.
  6. Visitar a los presos.
  7. Enterrar a los difuntos.

Y las Obras de misericordia espirituales, también son siete:

  1. Enseñar al que no sabe.
  2. Dar buen consejo al que lo necesita.
  3. Corregir al que se equivoca.*
  4. Perdonar al que nos ofende.
  5. Consolar al triste.
  6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
  7. Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

Las catorce obras de misericordia no requieren explicación pues son conceptos claros y directos, por lo que todos podemos y debemos llevarlos a cabo, ya que no son ideas que nacieron de hombres. Las obras de misericordia corporales surgen, en su mayoría, de una lista hecha por Jesucristo en la descripción del Juicio Final que San Mateo recoge en Mt 25,31-46, ahí Jesús dijo:

«Cuando el Hijo del hombre venga rodeado de esplendor y de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. La gente de todas las naciones se reunirá delante de él, y él separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Y dirá el Rey a los que estén a su derecha: ‘Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Estuve sin ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a verme.’ 

Entonces los justos preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed, y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos como forastero, y te dimos alojamiento, o sin ropa, y te la dimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’ 

El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron.’

Luego el Rey dirá a los que estén a su izquierda: ‘Apártense de mí, los que merecieron la condenación; váyanse al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Pues tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; anduve como forastero, y no me dieron alojamiento; sin ropa, y no me la dieron; estuve enfermo, y en la cárcel, y no vinieron a visitarme.’ 

Entonces ellos le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?’ 

El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas más humildes, tampoco por mí lo hicieron.’ Esos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

Nos damos cuenta entonces, que a nosotros nos corresponde decidir si vamos a llevar a cabo las obras de misericordia o no, pues ya sabemos de qué lado podemos estar en el juicio final, el de las ovejas o el de las cabras. Nosotros decidimos.

También se mencionan obras de misericordia corporales en otros sitios de la Biblia, por ejemplo lo que dice el Señor a través de Is 58,6-7 El ayuno que a mí me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia y desates los nudos que aprietan el yugo; en que dejes libres a los oprimidos y acabes, en fin, con toda tiranía; en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes.”

 Lo que dijo Jesús en Lc 3, 11: «El que tiene dos vestidos dé uno al que no tiene ninguno, y el que tiene comida compártala con el que no la tiene.» y también dice en Lc 11, 41. «Den ustedes sus limosnas de lo que está dentro, [de su corazón] y así todo les quedará limpio.» 

Lo que dice St 2, 15-16, también está incorporado a las obras de misericordia, ahí leemos: «Supongamos que a un hermano o a una hermana les falta la ropa y la comida necesarias para el día; si uno de ustedes les dice: “Que les vaya bien; abríguense y coman todo lo que quieran”, pero no les da lo que su cuerpo necesita, ¿de qué les sirve? » y Heb 13,3  «Acuérdense de los presos, como si también ustedes estuvieran presos con ellos. Piensen en los que han sido maltratados, ya que ustedes también pueden pasar por lo mismo.»

En relación a las obras de misericordia espirituales, la Iglesia las tomó de textos que están a lo largo de la Biblia, como de actitudes y enseñanzas de nuestro Señor Jesús. 

Algunos ejemplos son Dn 12, 3b que dice «Los que guiaron a muchos por el camino recto, brillarán como la bóveda celeste; ¡brillarán por siempre, como las estrellas!». O lo que dijo Jesús en Mt. 6, 14-15 y 18, 15-17«Si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo los perdonará también a ustedes; pero si no perdonan a otros, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados.» «Si tu hermano peca, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano». Y lo que leemos en el Sal 23,4: «Dichosos los que están tristes, pues Dios les dará consuelo»

Y en cuanto a Sufrir con paciencia los defectos del prójimo, el mejor ejemplo es Jesús en la cruz, al dar la vida por nosotros.

Corregir al que se equivoca, quizá sea la más difícil de las catorce obras de misericordia, debido a los falsos respetos humanos que regularmente nos condicionan. Pero el Señor nos pedirá cuenta si dejamos morir al pecador sin advertirle su pecado. Este deber de corrección debemos llevarlo a cabo para advertir, a las ovejas del Señor, a nuestro prójimo, de la proximidad del lobo, del león rugiente que espera a quien devorar. Sin embargo, muchos renuncian a ese llamado del Señor y deciden callar, para evitar la enemistad de quien se equivoca, pero debemos estar conscientes y tomar en cuenta la advertencia que nos hace el Señor por medio del profeta Ezequiel en 3,20 del libro que lleva su nombre, ahí dice: “Si un justo se desvía de su buena conducta y hace lo malo, yo le pondré una trampa y morirá. Como tú no lo has amonestado, él morirá por su pecado, y no se tendrán en cuenta las obras buenas que había hecho; pero a ti te pediré cuenta de su vida.” 

Pongamos pues atención a esto, y si vemos que alguien está en peligro de caer en pecado, haciendo lo malo a los ojos del Señor, hagámosle ver el peligro al que se está exponiendo, y darle así la oportunidad de enmendar su error y de pedir perdón a Dios por medio del Sacramento de la Reconciliación para que vuelva a ser grato al Señor.

Por otro lado, la siguiente obra de misericordia en la lista, “perdonar las ofensas”, va relacionada con la anterior, pero acercarse al pecador para, por amor, hacerle ver su pecado, no significa andar del brazo de los corrompidos y de los blasfemos; pues no podemos estar relacionándonos con los enemigos de Cristo, a los cuales se tendrá por paganos, si ellos se obstinan en desoír nuestra llamada de atención.

Cada una de esas obras que el Señor nos invita realizar, podemos y debemos hacerlas por amor a Jesús, quien se entregó, y dijo, como repite el sacerdote en cada misa, “Éste es mi cuerpo que se entrega por ustedes.”  

Como sus seguidores, debemos hacer lo mismo: “entregarnos en servicio a los demás con el amor con el que Él se entregó hasta la muerte”. Si lo vemos así, cumplir con esa enseñanza suya no será una carga. Es más, las obras de misericordia generan un efecto en quien las practica, que describe Lc 6,38 en donde Jesús dice, luego de enseñar las bienaventuranzas: “Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes.” 

Al hacer las obras de misericordia obedecemos a Dios, damos algo nuestro a los demás, damos nuestro tiempo, nuestra atención y comprensión, nuestro conocimiento, nuestro amor, es decir, nos damos a nosotros mismos, y el Señor nos promete que nos dará también a nosotros no solo lo que demos y/o dediquemos a los demás, nos dará lo que necesitemos. Además, las Obras de Misericordia nos ayudan a avanzar en el camino al Padre, porque nos van haciendo mas parecidos a Jesús. 

 En Mt 6,19-21, leemos las siguientes palabras de Cristo: “No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Más bien amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye ni las cosas se echan a perder ni los ladrones entran a robar. Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón.

Sigamos esta enseñanza del Señor y cambiarémos los bienes temporales por los eternos que son los que de verdad valen. Eso dice el libro de Job 22,24-25: “Si miras aun el oro más precioso como si fuera polvo, como piedras del arroyo, el Todopoderoso será entonces tu oro y tu plata en abundancia.”

La felicidad que llena nuestro corazón por realizar las obras de misericordia, se debe a la comunión que se establece entre el hombre y Dios, la cual se lleva a cabo por medio de nuestras acciones de amor con el prójimo.  Esto sucede porque al tener nuestro encuentro personal  con Jesucristo, y aceptarlo como nuestro Salvador y Señor, el Espíritu Santo nos llena de su presencia y nos conduce, y hace que tengamos hambre y sed de conocer la voluntad de Dios, que se encuentra en la Biblia; y también  pone en nuestro corazón el deseo de participar en los Sacramentos; en el de la Reconciliación o Confesión, para mantenernos limpios de nuestros pecados; y en el de la Eucaristía o Comunión, para ser llenos de la presencia de Jesús, y con ella, del poder de su gracia para fortalecer nuestro espíritu y luchar contra nuestra carne, contra las tentaciones y contra el pecado; pero también nos impulsa a manifestar nuestro amor a Dios en el prójimo, con las obras de Misericordia.

Tenemos mucho que hacer para mostrar que Dios vive en nosotros y así, por nuestras obras, atraer a quienes aún no lo conocen, para que también se llenen de Su presencia y de su amor. Entonces llegaremos a disfrutar cada día más y más, de amor, de Su paz, la paz que sobrepasa todo entendimiento, como también, del verdadero gozo, el gozo que es permanente y de otras muchas bendiciones que derrama Dios sobre quienes siguen su voluntad. 

Vayamos pues y hagamos nuestra parte, mostremos a Cristo con nuestra conducta, con nuestras obras. Entonces, mantengámonos atentos a nuestro alrededor, pues siempre encontraremos oportunidades de llevar a cabo las obras de misericordia a nuestro prójimo necesitado y podremos disfrutar del gozo que el Señor prometió a quienes cumplan lo que enseñó. Recuerda entonces, las obras de misericordia:

Obras de misericordia corporales:

  1. Visitar a los enfermos.
  2. Dar de comer al hambriento.
  3. Dar de beber al sediento.
  4. Dar posada al peregrino.
  5. Vestir al desnudo.
  6. Visitar a los presos.
  7. Enterrar a los difuntos.

Obras de misericordia espirituales:

  1. Enseñar al que no sabe.
  2. Dar buen consejo al que lo necesita.
  3. Corregir al que se equivoca.*
  4. Perdonar al que nos ofende.
  5. Consolar al triste.
  6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
  7. Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

Y así como San Pablo escribió a los romanos, les digo hoy a ustedes: «Por tanto hermanitos míos, les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Este es el verdadero culto que deben ofrecer.» Ro 12,1

Que Dios nos bendiga y haga de cada uno de nosotros un poderoso instrumento de bendición y que nuestras obras sean manifestación de misericordia a nuestro prójimo. Que Así sea.

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