Manifiesta tu fe ¡siempre!
Con elementos tomados del artículo “Sé cristiano en todo momento, cada día” de Luisa Restrepo publicado en Aleteia en Enero de 2019.
Si eres un católico practicante o alguien que, aunque deseas vivir tu fe, no sabes bien qué hacer. Si quieres fortalecer tu relación con Dios pero se te dificulta, o eres de los que no siguen reglas y sientes culpa por cosas que has hecho y que no te hacen bien, si has intentado ser diferente a tus amigos y “estar en el mundo pero no ser del mundo”, si has probado seguir a Jesús, pero terminas desanimándote y no encuentras el camino que te proporcione paz, pues crees que eso es imposible porque estás en el mundo con todas sus imperfecciones y dices que esa es una realidad que no se puede cambiar; debes saber que tu vida es parte de este mundo, pero eso no significa que sus ideas te influencien o te dominen, por lo que tus valores se manifiestan en tu forma de vivir, y eres, podríamos decir, una persona buena. Entonces, ¿por qué tu conflicto de ser cristiano en la vida cotidiana?
Te presento aquí algunas ideas que pueden ayudarte a vivir tu fe en medio de la rutina diaria, en el trabajo, en el estudio, en las relaciones familiares y con los amigos, en todos los momentos de la vida, aun si ahora estés alejado de la Iglesia, pues estas son propuestas para que te mantengas en un camino normal y apto para cualquier persona. Todo inicia con que, todas las cosas de tu vida, las realices entregándote por amor y con corazón sincero, porque los seres humanos somos seres de vínculos, es decir, nos relacionamos con las personas, con el trabajo, con todo lo que hacemos en lo cotidiano establecemos un nexo. Si todo lo hacemos por amor, que nos lleva a realizarlo con pasión, buscando la excelencia, que significa que todo trataremos de hacerlo para agradar a Dios, a nuestro prójimo a quien serviremos, y también para estar satisfechos nosotros. Entonces, disfrutaremos y nos sentiremos satisfechos por cada cosa que llevemos a cabo. Cuando lo hacemos sin amor no es así, porque nos motivarán otros intereses, y entonces nos aburrimos, nos frustramos y terminamos por hacer las cosas solamente porque debemos hacerlas, o cuando hay una motivación egoísta, con la que solamente satisfacemos nuestro interés sin considerar a los demás y a veces hasta abusando de ellos, pero cuando no se nos exige, o no alcanzamos esa meta puramente material, podemos llegar a dejar lo que estemos haciendo. Pero, como somos rutinarios, al encontrar lo que funciona, en eso nos mantenemos y establecemos una rutina que nos facilita todo, aunque con ella se pierda la alegría y el entusiasmo de hacerlo.
Eso sucede con los vínculos de nuestra vida, por lo tanto, también en nuestra vida de fe. Por lo que debemos tomar esto en cuenta cuando tratamos de vivir nuestra fe en un mundo cada vez más alejado de Dios y de todo lo religioso, en un mundo en el que se busca el placer, la comodidad, lo fácil, en un mundo en el que el esfuerzo se evita; debemos dedicarnos a buscar nuestros “espacios seguros”, en los que nos sintamos cómodos siendo cristianos.
Aunque no profeses tu fe desde hace mucho, o que te cueste ser una persona “católica”, es decir una persona íntegra, honrada, honesta, incorruptible, alguien que desee seguir el ejemplo y las enseñanzas de Cristo; la recomendación es que busques tus momentos, que encuentres tus espacios en los que puedas dedicarte a buscar a Dios, pues, como dice en el Dt 10,12: «¿Qué pide de ustedes el Señor su Dios? Solamente que lo honren y sigan todos sus caminos; que lo amen y lo adoren con todo su corazón y con toda su alma»
Y Job 8,5 aconseja: «Busca a Dios, al Todopoderoso, y pídele que tenga compasión de ti.» Y debemos tener en cuenta que «El que busca a Dios recibirá instrucción, y el que madruga para consultarlo tendrá respuesta.» Eclo o Sir 32,14.
Como notamos, en esa cita se nos indica un momento específico en el que podemos buscar a Dios para que nos instruya y dé respuesta a lo que le hayamos planteado; bueno es, entonces, que lo busquemos de madrugada, es decir, que nuestra oración debe ser lo primero de cada día. Así, con la instrucción de Dios, todo cuanto hagamos será bajo su dirección y bendición por lo que todo lo haremos bien.-
Pero, ¿en dónde buscar a Dios? Hay tantas formas y lugares. Puede ser en la misa, por lo que debiera ser frecuente y no solamente la del domingo; o bien en alguna visita al Santísimo, o en una oración cuando vas de camino al trabajo o a estudiar, o mientras estés trabajando en casa, o en ese momento en el que le ofreces lo que estés haciendo, o cuando renuncias a algo de tu agrado por amor a Jesús.
Por supuesto que no se trata de limitarte a esos ejemplos, ni tampoco de hacerlo simplemente por seguir estas instrucciones, busca lo que es más adecuado para ti, tomando en cuenta lo que dice Jos 22,5: «Lo único que les pido es que cumplan fielmente el mandamiento y la ley que les dio Moisés, el siervo del Señor, es decir, que amen al Señor y Dios de ustedes, que anden siempre en sus caminos y obedezcan sus mandatos, y que le sigan y le sirvan con todo el corazón y con toda el alma.»
Tu vida depende de tus decisiones, de las cosas con las que te comprometes. No puedes andar siempre en la vida probando abrir todas las puertas que se presentan delante de ti. Si le pides a Dios, Él te mostrará el camino claramente y te abrirá las puertas por las que pasaras a encontrar las bendiciones que Él ha preparado para ti. Pero has de entrar por ella y comprometerte con lo que allí encuentres y trabajar con perseverancia para alcanzar lo que El Señor te presente. Cuando te comprometas conscientemente y de corazón encontrarás a Dios en todas las cosas y será más fácil mantenerte cerca. Pues Dios nos dice, como leemos en Jer 29,11 «Yo sé los planes que tengo para ustedes, planes para su bienestar y no para su mal, a fin de darles un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo. Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a mí en oración y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán, porque me buscarán de todo corazón.»
Entonces, vive tu encuentro con tu Padre celestial y comparte esa experiencia. Pues ya no solo se trata de que tú vivas tu fe, debes transmitirla con tus obras y con tus palabras. En primer lugar con tu forma de vivir, pues de nada servirá que hables de lo que Dios ponga en tu mente y corazón, si no lo haces vida, si vives de forma opuesta a sus enseñanzas y mandamientos, eso sería un anti-testimonio. Piensa en todos los lugares en los que estás regularmente: tu casa, la escuela, el trabajo, el mercado, y piensa en todas las personas con las que interactúas: familia, amigos, compañeros de clase o de trabajo, o extraños con los que te topas. A todas esas personas puedes bendecir con tus actos de bondad, y hacerles ver la necesidad de Dios en sus vidas dando testimonio de lo que ha hecho en ti y por ti.
Tú, como todas las personas, pasas la mayor parte de tiempo interactuando con otras personas, en muchos diferentes lugares, pero, ¿cómo puedes compartir la fe en estos lugares, con estas personas? Es allí donde empieza a vivirse la fe, en donde podemos “poner nuestra fe en acción”.
Debemos entonces, tratar a los demás con compasión, ser pacientes y escuchar, dejar de lado nuestro orgullo, y ser honestos y abrir nuestro corazón, dejar de lado los rencores y ofrecer perdón, porque las acciones hablan más que las palabras.
Se trata de cómo haces las cosas en tu labor diaria. Puedes iniciar una conversación para compartir cómo tu fe te inspira a vivir de la manera en que lo haces, siguiendo las instrucciones de las Sagradas Escrituras. O puedes buscar la manera de entender lo que significa que eres un ser espiritual y alimentarte de cosas que llenen tu espíritu, por ejemplo, meditar en tu actuar y en lo que Dios te ha mostrado que debes hacer, así como analizar cómo repartes tu tiempo, cuánto tiempo le dedicas a Dios, a tu familia y a los amigos, cómo te relacionas con las personas de tu entorno; cuánto te ocupas en tus asuntos, y cuánto en la vida de los demás; qué clase de persona eres en tu trabajo o en tu centro de estudios. En resumen: analiza cuánto amas, y cuánto sirves.
Pero no se trata solamente de ver el aspecto espiritual, también debes darte un tiempo para entrar en contacto contigo mismo y disfrutar de ti, de lo que Dios te ha dado, podrías por ejemplo salir a caminar, en vez de quedarte encerrado viendo TV, o hacer algo que te agrade, como pintar, cantar, o tocar algún instrumento. Rompe la rutina.
Tu forma cotidiana de vivir la fe debe llevar a aquellos con quienes entras en contacto, a que se pregunten: ¿cómo, a pesar de las dificultades, puede mantener y transmitir paz y gozo? ¿Cómo es posible? Aprovecha esas oportunidades y recuerda, “eres cristiano, anuncia a Cristo tu Salvador, tu Señor”.
Para cumplir con esa labor, que es la misión a la que nos envió Jesús antes de ascender al cielo, busca en la Biblia la inspiración para actuar.
Pero si aún no estás convencido de que tus acciones son tan importantes como tus palabras, solo ten presente lo que dice San Pablo: «Hagas lo que hagas, de palabra o de obra, haz todo en nombre del Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de Él.» Col 3,17 Esto significa hacer todo con amor y agradecimiento.
Si hace tiempo no te confiesas, ora, pídele a Dios que te muestre lo que debes entregarle y busca estar en paz con Él a través del Sacramento de la Reconciliación, no lo dejes para después, decídete y confiésate. Lo que decidas hoy tendrá consecuencias después, buenas si tu decisión es acertada, pero será mala si tu decisión es errónea. Busca estar en paz con Él porque lo deseas, porque te importa más la relación con Él que con cualquier persona.
Te costará y no siempre lo harás bien, pero lo importante es no abandonar tu meta, tu esfuerzo, mantenerte firme tratando de ser grato a Dios. Para alcanzar esa meta debes recordar que Dios te ama y quiere que te mantengas cerca de Él.
Busca siempre ser la luz que el Señor nos llamó a ser cuando dijo en Mt 5,14 «Ustedes son la luz de este mundo» Él no dijo serán, ya somos. Todos los bautizados hemos recibido el Espíritu Santo que nos llenó de su presencia, de su luz y lleva esa luz, a Jesús, donde hay tinieblas, presenta el Evangelio en todo lugar, a todos los que puedas.
Que tus acciones muestren el amor de Dios que llevas en tu corazón y conduzcan, a quienes te vean, a la presencia de Dios padre. Que así sea.