“OBEDECE A DIOS Y TUS PLANES SE REALIZARÁN”
“Cuando venga el Espíritu de la verdad, Él los guiará a toda verdad”. Jn 16,13
Con la información del tema de hoy espero que lleguen a comprender que Dios, el creador de todo cuanto existe, está siempre atento a nosotros y si le pedimos su ayuda para salir adelante en algún proyecto, Él nos guiará, siempre y cuando seamos obedientes a sus normas y mandamientos, pues, como dice 1Jn 3,9 “Ninguno que sea hijo de Dios practica el pecado, porque tiene en sí mismo el germen de la vida de Dios; y no puede seguir pecando porque es hijo de Dios”. Entonces, reconociendo que el Todopoderoso desea nuestro bien y puede guiarnos para que cuanto llevemos a cabo sea para bendición nuestra y de nuestro prójimo, explicaré de manera sencilla cómo distinguir cuando es Él quien nos guía, así como reconocer cuál es el camino a seguir para alcanzar el éxito en cualquier empresa que hayamos puesto en sus manos.
Como seguidores de Jesucristo, que lo reconocemos como nuestro Señor, todo cuanto hacemos en cualquier área de nuestra vida, debemos hacerlo bien, buscando la excelencia para agradarlo y honrarlo, y también para nuestra bendición, por lo que debemos buscar su dirección y obedecerle, y digo esto porque hay momentos en los que la dirección de Dios nos pasa inadvertida.
Si vemos en retrospectiva, veremos que Él ha dirigido nuestros pasos, aun sin que nos hayamos dado cuenta. Y es maravilloso que nuestro Padre Celestial, a pesar de que muchas veces somos necios y reacios a seguir su dirección, siempre nos ayuda, como dice una de las promesas en Isaías 41,10 “No tengas miedo, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa”. Vemos pues, que el Señor ha ofrecido dirigirnos, como también leemos en los Sal 37,23 y 32,8 ahí dice: “El Señor dirige los pasos del hombre y lo pone en el camino que a él le agrada.” Y dice: “Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir”.
Y San Pablo nos hace ver un punto que debemos tomar en cuenta, en Ro 8,14 dice: “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios”. Por lo que, si deseas ser guiado por Dios, debes ser hijo suyo, y con esto me refiero a lo que dice Jn 1,12 “A quienes lo recibieron (en su corazón) y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios.” Esto implica que debemos recibir en nuestro corazón a Jesús reconociéndo que murió para, con su sacrificio, evitarnos el castigo que merecíamos por haber pecado, que con su sangre derramada nos limpió de nuestros pecados y nos dio vida nueva, es decir, Reconocerlo como nuestro Salvador y nuestro Señor, al que debemos obedecer para darle con nuestra vida el honor y la gloria que merece.
Debemos notar que nuestra ceguera y necedad a menudo hacen que, por dejarnos llevar por las apetencias de la carne, vayamos en contra de los mandamientos y las enseñanzas del Señor Jesús, es decir pecamos. Él no quiere que fallemos y cuando el Espíritu Santo, el consolador que ofreció Jesús, viene a nosotros, se convierte en nuestro maestro que nos mostrará el camino de bendición, es decir el que nos conducirá al éxito en nuestros planes que le ofrecimos a Dios, como dice en Pro 16,3 “Pon tus actos en las manos del señor y tus planes se realizarán.” Y el Sal 37,23 nos confirma que “El Señor dirige los pasos del hombre y lo pone en el camino que a Él le agrada”. Y esto nos da confianza.
Por esto el Señor nos ha dejado sus instrucciones pues quiere que distingamos su voz. Así como un Padre trata de guiar a su hijo por el mejor camino, Dios quiere guiarnos a través de un camino perfectamente trazado para nosotros. En Pro 4,1 nos dice: “Hijos, atiendan a los consejos de su padre; pongan atención, para que adquieran buen juicio”.
Para comprender cómo debemos actuar, veamos lo que hizo Jesús con sus discípulos; Él les enseñó muchas cosas, a fin de prepararlos para la tarea que les iba a asignar. Les enseñó a orar, a meditar las Sagradas Escrituras que Él les explicó y les prometió que el Espíritu Santo los guiaría a toda verdad como leemos en Jn 16,13 “Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que van a suceder”. Esto también es para nosotros.
El Espíritu Santo guio a Pablo y a los apóstoles, para que transmitieran el plan de Dios, la Buena Nueva de Salvación por Cristo. San Pablo escribió los pasos a seguir para conocer la voluntad de Dios y dejarnos conducir como hijos suyos en Ro12,2, ahí dice: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto.”
Debemos saber entonces, que sí es posible conocer la voluntad de Dios, por lo tanto, su dirección. Pero es necesario que renunciemos a cualquier otra forma de dirección, pues dice Stg 3,13 y 18: “Si entre ustedes hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con su buena conducta, con la humildad que su sabiduría le da. Y los que procuran la paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia”. Esto significa que hay que distinguir entre la sabiduría de Dios y la terrenal, la carnal y la diabólica, razón por la cual San Pablo dice: “Tengan cuidado: no se dejen llevar por quienes los quieren engañar con teorías y argumentos falsos, pues ellos no se apoyan en Cristo, sino en las tradiciones de los hombres y en los poderes que dominan este mundo”. Col 2,8
Entonces debemos acudir a las normas que Dios nos dejó en la Biblia y seguirlas, pues como dice también San Pablo en 2 Tim 3,16-17: “Toda escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien”. La voluntad de Dios está revelada en la Biblia, así que, mientras más nos familiaricemos con ella, más vamos a entender su voluntad.
Podemos conducirnos guiados por tres señales que nos conducen por el camino de Dios, y son:
- El Espíritu Santo que nos guía desde nuestro corazón.
- La Palabra de Dios y la Tradición Apostólica, a la luz del Magisterio de la Iglesia.
- Las circunstancias.
La inspiración del Espíritu Santo es la principal dirección del Señor, ya que nos va a dar el testimonio interior acerca de la voluntad de Dios, a veces por una palabra, una lectura, un deseo de hacer todo con el Señor y por Él, para agradarlo.
Su acción en nosotros se irá manifestando por medio de la paz de Dios. Y cuando Dios quiere algo para nosotros, el Espíritu Santo dejará impresiones profundas en nuestro espíritu. Pero Él nos guiará siempre de acuerdo con su Palabra. 1a. Co 2,11 dice: “¿Quién entre los hombres puede saber lo que hay en el corazón del hombre, sino solo el espíritu que está dentro del hombre? De la misma manera, solamente el Espíritu de Dios sabe lo que hay en Dios.
Otra dirección con la que contamos es LA PALABRA DE DIOS Y LA TRADICIÓN APOSTÓLICA, A LA LUZ DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA:
La Palabra de Dios es nuestra guía, y Dios nunca dará una orden o señal que vaya en contra de lo que nos dejó escrito en la Biblia, siempre a la luz del Magisterio de la Iglesia, que nos interpreta las enseñanzas de ésta según el tiempo o la manera especial de hablar, entre otros aspectos.
La autoridad de la Biblia está apoyada por el juramento de Dios sobre Sí Mismo. Jesús dice: “El cielo y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará”. Lc 21,33. La Biblia, pues, es una de las principales fuentes para guiar nuestras vidas.
La otra dirección con la que podemos contar para ser obedientes a la voz de Dios son LAS CIRCUNSTANCIAS. Con esto me refiero a que Dios nos va a guiar también por medios comunes, o sea por las circunstancias que nos rodean. A veces tendremos varios caminos entre los cuales tengamos que elegir, por lo que debemos orar para que el Señor cierre la puerta por donde no debemos entrar. Pero para distinguir cuál es su voluntad, nos debemos apoyar en las dos anteriores, la paz que nos dará el Espíritu Santo y además la confirmación que encontraremos en la Sagrada Escritura.
Pero, no debemos dejar que las circunstancias nos manejen, sino pedir siempre a Dios que Él nos muestre el camino por el que debemos ir, y confiar en que Él va a hacerlo. Pro 3,5-7 dice: “Confía en Yahvé de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia, reconócelo todos tus caminos y Él enderezará tus sendas. No seas sabio a tus propios ojos, teme a Yahvé y apártate del mal”.
Entonces podemos preguntarnos si esta forma de guiarnos por las circunstancias no es demasiado natural, y si no debe ser más sensacional y sobrenatural ¡NO! Dios es un Dios de orden y por lo tanto actúa de acuerdo con el orden natural. Esto no quiere decir que, en ocasiones, no pueda hacerlo de una manera sorprendente, sobrenatural. Por ello debemos buscar la guía de Dios en cosas naturales y no esperar que se aparezca un ángel para poder obedecer.
Hay ocasiones en que éstas tres señales no resultan suficientes y debemos acudir a un hermano en la fe, o a un sacerdote para que nos ayuden a distinguir la dirección del Señor para nosotros.
Aunque vemos considerar que por lo general, es en la oración personal cuando se recibe la dirección del Señor, ya que allí, en la paz de nuestro interior el Espíritu Santo nos la mostrará y la confirmará con su Palabra.
Ahora bien, podemos encontrar IMPEDIMENTOS PARA RECIBIR LA DIRECCIÓN DEL SEÑOR, por lo que se hace necesario que analicemos los posibles obstáculos o estorbos que hay para recibir la guía de Dios, y que procuremos apartarlos de nuestra vida. Con esto me refiero al PECADO, pues apartarnos de la amistad con Dios, nos evita entender su dirección. 1 Cor 2,14. Mantengámonos entonces en constante limpieza a través del Sacramento de la Reconciliación y en oración para pedir la fuerza espiritual para mantenernos dentro de la voluntad de Dios.
También el EGOÍSMO es un estorbo, pues provoca el endurecimiento del corazón, entonces, debemos ser generosos.
La DESOBEDIENCIA es un obstáculo muy grande, pues indica soberbia o autosuficiencia. Debemos pues, obedecer de buena gana.
De igual manera la HIPOCRESÍA, que sería tomar una decisión y actuar sin tener la intención de seguir la dirección divina.
Otro impedimento, puede ser la IMPACIENCIA ya que Dios tiene un tiempo para cada cosa en su plan perfecto.
Y el ORGULLO es otro obstáculo que nos dificulta recibir la dirección de Dios, pues esto nos lleva a no reconocer nuestras faltas.
A través de los dones del Espíritu Santo que nos describe San Pablo en 1Cor 12,1-11, también recibiremos dirección, por ejemplo, por profecía, visiones y discernimiento. No debemos olvidar que el Señor a veces obra de una manera extraordinaria, pero todo está sujeto a la voluntad del Señor y que lo que nosotros debemos hacer es seguirlo a Él y no a sus dones.
San Pablo dijo somos colaboradores de Dios, por lo que no debemos actuar según lo que creemos, pues como dice Pro 14,12 “Hay caminos que parecen derechos, pero al final de ellos está la muerte.” Y como dice san José María Escrivá en “Camino”: Conviene que conozcas esta doctrina segura, el espíritu propio es mal consejero, mal piloto para dirigir el alma en las borrascas y tempestades, entre los escollos de la vida interior.”
Tenemos una misión que cumplir y lo haremos bien mientras seamos guiados por el Señor, siendo dóciles a su llamado, distinguiendo su voluntad, alineando las señales de la dirección divina y recuerda lo que dice Pro 16,3 “Pon tus actos en las manos del señor y tus planes se realizarán.”
Que así sea para nuestra bendición y para honra y gloria de Dios.