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LA VIRTUD DE DAR CON AMOR

LA VIRTUD DE DAR CON AMOR

Y como decía la Madre Teresa de Calcuta, hasta que duela.

Esto consiste en darse desinteresadamente y sin reservas a los demás, es dar cosas materiales y espirituales, es dar vida.


Para Faro de Luz 1162 del 20052022, tomando elementos de un artículo de Francisco Gras con la colaboración de Marisa Ruiz de la Torre, de Valencia, España, 

publicado en el blog.micumbre.com 

La virtud de dar está relacionada con la justicia, la caridad, la generosidad, el desinterés y sobre todo el amor al prójimo. Dar ennoblece cuando se hace con dolor y sacrificio propio, dando lo que otros necesitan y nosotros tenemos, sobre todo, si para el que da significa, un sacrificio, por la entrega personal, económica, o emocional. Y esto tiene especial significado cuando se trata de dar vida, al cubrir una necesidad básica de otra persona, o al permitir que nazca el ser que lleva una mujer en su vientre.

Como miembros del cuerpo de Cristo, todos somos responsables de todos, y el Señor nos pedirá cuentas de lo que no damos, pues Él enseñó que debemos manifestar amor a través del apoyo a quien lo necesite. ¿Y quién más necesitado de amor manifestado en el cuidado para que se desarrolle y viva, sino aquél que está en el seno materno? Esa personita necesita que reconozcamos su derecho a vivir, y nadie, repito, nadie puede adjudicarse el derecho a decidir lo contrario. Como seguidores de Cristo, como una sociedad civilizada, debemos dar cuanto podamos para darnos completos y apoyar a que todos esos bebes en desarrollo lleguen a nacer, eso significa que apoyemos a las madres en todos los aspectos.

Si bien, nadie puede dar de lo que no tiene, pero, aun si tenemos poco, aunque no nos sobre nada, podemos y debemos dar, como hizo la mujer de Mr 12,41-44 en donde leemos: “Jesús estaba una vez sentado frente a los cofres de las ofrendas, mirando cómo la gente echaba dinero en ellos. Muchos ricos echaban mucho dinero. En esto llegó una viuda pobre, y echó en uno de los cofres dos moneditas de cobre, de muy poco valor. Entonces Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir.”

 

Dar a los demás inicia en casa pues los padres tenemos que enseñar a los hijos, a que reconozcan que se puede y se debe ayudar a los demás, y que siempre será ampliamente satisfactorio dar, aunque duela. Los padres tienen que mostrar a sus hijos, la forma y el fondo de dar, con acciones que serán ejemplos con los que aprenderán a practicar la virtud de dar.

Las familias tienen que cubrir unas prioridades entre sus miembros, pero no pueden estar ajenas a las necesidades y al sufrimiento de los demás, saber que necesitan ayuda debe llevarnos a darla, aunque nos duela hacerlo, sobre todo cuando de salvar una vida se trata.

Dar no consiste solamente en dar dinero, hay además otros conceptos muy importantes, que casi todos podemos dar, como son nuestro tiempo y talento, nuestros consejos y respaldo con amor y misericordia. Los padres debemos enseñar a los hijos que, aunque no tengan dinero, pueden donar su tiempo y sus habilidades, pues tendrán muchos amigos y conocidos que podrían ser muy felices, si recibieran de los demás algo de lo que necesitan, como amor, ayuda o simple compañía. Es muy gratificante ver a los hijos ceder su tiempo y su talento, cuando acompañan a sus amigos en los momentos que tienen dificultades. Por ejemplo, cuando les pueden ayudar con las tareas escolares. También cuando se ofrecen de voluntarios, para ayudar a personas mayores, o a niños o jóvenes que lo necesitan. Y en este sentido, debemos saber que los problemas se ven mucho más grandes y con frecuencia sin solución, cuando se va por el mundo solo, sin la compañía y dirección de nuestro Señor Jesús. Por ello, como sus discípulos, debemos estar siempre dispuestos para ayudar a quien lo necesite, aun cuando no lo solicite. Si nuestros hijos ven en nosotros el ejemplo de vivir sujetos a las enseñanzas de Jesucristo, si lo tenemos como nuestro Salvador, si lo hemos aceptado como nuestro Señor, si acudimos a Él en todo momento, y como resultado vivimos en paz, con gozo; eso que ven, será la forma en la que ellos vivirán y el testimonio que podrán transmitir a sus amigos y conocidos, a sus compañeros, y no solo los estarán ayudando en su momento de dificultad, les estarán mostrando la nueva forma de vivir que Jesús quiere que disfrutemos, la vida plena que ofreció según leemos en Jn 10,10b, en donde leemos:  “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Además estarán cumpliendo con la labor a la que todos los discípulos de Cristo hemos sido llamados, como leemos en Mr 16,15  cuando dijo: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia.” Y ésta es que Jesús pagó con su vida para darnos una vida nueva a todo el que acepte su sacrificio. Y todos, sin limite de edad, podemos y debemos anunciar esa Buena Noticia.

En cuanto a dar materialmente, recordemos la enseñanza de Jesús que nos traslada Mt 6,1-4 en donde leemos:  “No hagan sus buenas obras delante de la gente solo para que los demás los vean. Si lo hacen así, su Padre que está en el cielo no les dará ningún premio “Por eso, cuando ayudes a los necesitados, no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente hable bien de ellos. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Cuando tú ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu amigo más íntimo; hazlo en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio.”  

Dar en momentos precisos está bien, pero siempre hay personas necesitadas, por lo que es mucho mejor estar dispuestos permanentemente a dar tiempo, talento y dinero, aunque las tres cosas escaseen. Esa es precisamente la virtud de dar, pues para dar no es necesario tener cosas en abundancia, lo importante es querer dar de lo que se tiene, sea poco o mucho y hacerlo por amor y con amor. A veces las personas no necesitan nada material, pero si que se les escuche, que se les aconseje, que se les abrece y se les muestre comprensión y cariño como hacía Jesús. Por ello dar también nuestro tiempo a los demás es importante.

Es muy importante que los hijos conozcan, todo lo relacionado con cada una de las virtudes y valores humanos, pero mucho más importante, es que nos vean practicarlas; así, con el ejemplo, estaremos enseñándoles a que las practiquen.

Las personas que no son felices porque tienen dificultades, son a las que, con nuestra compañía, atención, buen ejemplo y conocimientos, podemos ayudarlos a encontrar la solución y con ello dar felicidad. Ellos a la vez, pueden ayudar y dar felicidad a otros. Seguramente nosotros podemos dar testimonio de lo que hemos padecido, y cómo, por la ayuda recibida como prueba de amor hacia nosotros, dejó, además de gozo y agradecimiento, el deseo de corresponder haciendo lo mismo por los demás. Y es que darse a los demás con generosidad produce una gran felicidad, porque nos hace ver al prójimo como nuestro hermano a quien pudimos ayudar. 

Sin embargo, si el que recibe, no comparte cuando pueda hacerlo, al final el Señor les dirá, como leemos en Mt 25,31-45: “El Hijo del hombre pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Y dirá el Rey a los que estén a su derecha: ‘Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre, y me dieron de comer tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Estuve sin ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a verme.’ 

Entonces los justos preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed, y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos como forastero, y te dimos alojamiento, o sin ropa, y te la dimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’ 

El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron.’

 “Luego el Rey dirá a los que estén a su izquierda: ‘Apártense de mí, los que merecieron la condenación; váyanse al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Pues tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; anduve como forastero, y no me dieron alojamiento; sin ropa, y no me la dieron; estuve enfermo, y en la cárcel, y no vinieron a visitarme.’ 

Entonces ellos le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?’ 

El Rey les contestará: ‘Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas más humildes, tampoco por mí lo hicieron.’

Los padres también debemos enseñar a los hijos que cuando se da algo, el hecho de dar, debe ser justo y misericordioso, y además se deben cumplir, al menos, algunas de las virtudes y valores humanos como: la Alegría, la Amabilidad, la Amistad, el Amor, la Bondad, la Caridad, la Compasión, la Cortesía, la  Discreción, la Entrega, la Generosidad, la Gratitud, el Heroísmo, la Humildad, la Misericordia, la Perseverancia, la Prudencia, el Respeto, el Sacrificio, el Servicio y la Solidaridad, entre otros; pues las personas con virtudes y valores humanos, son las que dan desinteresadamente. Quienes no los tienen, es muy difícil que lo hagan, y si lo hacen, será para su satisfacción personal o por proyectar una imagen ante los demás, o por egoísmo, o para comprar la voluntad de los que reciben. De hacerlo así se les podría aplicar lo que dijo Jesús en Mt 6,5 “Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que con eso ya tienen su premio.”  Dar así, no les hace mejores personas. 

Lo que se da, debe ser buscando el beneficio del prójimo y sin que haya motivaciones egoístas.

Insisto en que, para dar, no hace falta tener en abundancia; tiene mucho más mérito dar con dolor, de lo poco que se tiene, que dar de lo que sobra. Este punto es muy importante a la hora de educar a los hijos. Que no vean que se da a los niños pobres los juguetes dañados o que estorban, para dejar sitio a otros nuevos. Que aprendan que los padres damos las cosas aun cuando duele. Y hago énfasis en esto pues la cultura del dolor está condenada en la sociedad actual, todo se hace y se exalta que se haga, de forma que no duela y que lo mío es mío. Dar hasta que duele, no es políticamente correcto. Debemos explicar a los hijos que hay que dar para ayudar al necesitado, dar incluso cuando duele, y que entonces es cuando lo que se da tiene más valor para el que recibe, y la satisfacción para quien da, también es grande, como escribió San Lucas en Hch 20,35  “Siempre les he enseñado que se debe trabajar y ayudar a los que están en necesidad, recordando aquellas palabras del Señor Jesús: ‘Hay más dicha en dar que en recibir.’ ”

Hablar de dar o recibir con dolor no suena bien, pues si se sufre, dar no tiene tanto estímulo. Algunos proclaman la alegría de dar, para que las personas se animen a hacerlo, pero nunca hablan de dar aunque duela. Porque es política y socialmente correcto hacer caridad en reuniones de recaudación de donativos, asistiendo a bailes de sociedad, a comidas sociales o subastas. Así la gente disfruta dando de lo que le sobra. Pero dar y sufrir a la vez, son opuestos y no se mezclan. Pero insisto en que dar, debe ser, de lo que el prójimo necesita, no de lo que nos sobra o lo que no sirve. Esto exigirá sacrificios, dominar la tacañería y cambiar hacia formas más humanas y caritativas. Hay que tener buen corazón, el corazón de Cristo, para dar con amor y por amor, sobre todo cuando dar duele, cuando nos cuesta desprendernos de lo que damos.

Los padres, con su forma de vivir, deben con el ejemplo, enseñar a sus hijos que aun cuando duela, se debe dar o entregarse y hacerlo con libertad, plenamente y en su totalidad, a Dios reflejado en el prójimo; por ejemplo, entregándose a la defensa del bien común, a la obtención de un ideal para hacer más feliz al prójimo. Incluso deben plantear a los hijos, la alternativa de dedicar su vida al servicio de los demás, practicando las obras de misericordia para convertir su existencia en una disponibilidad total para atender las necesidades materiales y espirituales de los demás.

Los padres deben hacer ver a sus hijos, que lo que hace feliz al hombre, no es la posesión de bienes materiales, que una vez asegurado lo suficiente para sobrevivir, deberemos procurar proporcionar felicidad al prójimo, que puede consistir en hacer compañía, compartir preocupaciones, dar consejos que proporcionen paz interior, alegrar a los que lo necesitan, para que pasen un rato agradable, compartir con ellos las virtudes y valores humanos. Dar con humildad e inteligencia, y si además duele, siempre tendrá el premio, llenándonos de alegría por haber dado. 

Cuando damos, si lo hacemos sin buscarnos a nosotros mismos, vamos consiguiendo una felicidad duradera en nuestra vida, una alegría constante además de la libertad sobre las cosas materiales. Nuestro posible sufrimiento externo al dar, se convierte en alegría interna.

Los padres, sobre todo con el ejemplo, debemos enseñar a nuestros hijos, que es importante ser útiles para los demás. Todos hemos recibido unos talentos y los recibimos para compartirlos con los demás, no para guardarlos, ni para disfrutarlos en exclusiva. Si los padres poniendo en primer lugar sus intereses personales, protestan o se quejan delante de los hijos por tener que servir a los demás, están dando mal ejemplo y esa mala actitud la contagian a los hijos. Pero, si en la familia reina el espíritu de servicio, si se hace partícipe a los hijos de pequeños encargos para sacar la casa adelante, si se valoran las buenas acciones, los hijos se irán educando en la virtud de dar, aunque les cueste. Es muy educativo enseñar a los hijos a dar y compartir lo que tienen, aunque duela, sugiriéndoles que presten sus cosas más personales, o que regalen sus mejores juguetes o ropas a otros niños más necesitados. Esto debe ser aplaudido por los padres, para que así se llenen de esa alegría, que produce el dar. Eso es, además, sembrar para recoger una buena cosecha, y como dice el Sal 126,5-6Los que siembran con lágrimas, cosecharán con gritos de alegría. Aunque lloren mientras llevan el saco de semilla, volverán cantando de alegría, con manojos de trigo entre los brazos.” 

Nuestro buen Dios siempre premia todo cuanto hacemos por amor, demos entonces cuanto podamos y como hizo Jesús, entreguémonos en servicio de amor a los demás, aunque lo hagamos en lo oculto, sin esperar recompensa, pero recuerda lo que dice San Pablo en Col 3,23-24 “Todo lo que hagan, háganlo de buena gana, como si estuvieran sirviendo al Señor y no a los hombres. Pues ya saben que, en recompensa, el Señor les dará parte en la herencia. Porque ustedes sirven a Cristo, que es su verdadero Señor.

Que así sea.




 

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