LA GRACIA DIVINA
En muchas ocasiones hemos escuchado la palabra “gracia”, pero no siempre hemos comprendido a cabalidad su significado, por lo que será el tema a tratar en este programa. Y empezaremos con la definición de Gracia, que por cierto tiene varios significados, según el contexto en el que se use:
- Puede significar SENTIMIENTO DE AFECTO O SIMPATIA, por ejemplo como encontramos en Est 2,17 donde dice que “Ester halló gracia y favor ante el rey Artajerjes.”
- También se puede referir al BIEN QUE SE HACE A UNA PERSONA, por ejemplo “El rey otorgó gracia a un reo.” (Gracia = Indulto, perdón).
- O bien puede significar GRATITUD POR UN BIEN RECIBIDO, como cuando decimos: De doy gracias por tu colaboración, por tu ayuda o por tu regalo.
- Además puede utilizarse para describir un ATRACTIVO PERSONAL, como cuando decimos, es una persona que desborda gracia a su alrededor.
- Ahora bien, desde el punto de vista teológico, Gracia significa, cualquier don que el Señor nos conceda: vida, salud o inteligencia; como cuando oramos diciendo “Concédeme Señor la gracia de sanar de esta enfermedad o Concédeme la gracia de comprender estas verdades, o la gracia de vencer esta tentación.
Pero de forma específica, la gracia es un don sobrenatural que Dios concede para conducirnos a Su presencia, que es el fin de nuestra creación.
En resumen, la gracia es un don, esencialmente gratuito, que Dios nos concede, sin ningún mérito de nuestra parte, por bondad y amor, como todos los dones que Él nos da.
Decimos que es un don sobrenatural por tres razones:
1°) porque supera a los dones naturales del alma, como la inteligencia; y del cuerpo como la salud.
2°) es un don sobrenatural, porque nos eleva a un orden superior. Es como el injerto que comunica a una planta una vida y naturaleza distintas a las que tenía y le hace producir flores y frutos que antes no podía producir. Esto significa que por el don de la Gracia, podemos producir, actos sobrenaturales que nos harán merecedores del cielo;
Y 3°) Es un don sobrenatural porque no lo podemos obtener por nuestras propias fuerzas, nos es dado por Dios.
La gracia es pues, un don que sólo Dios concede a quien quiere y como quiere al alma, aunque el cuerpo participa de él indirectamente, puesto que está unido al alma.
Decimos que la gracia la da solamente Dios, por los méritos de Jesucristo; antes de su venida, Dios la concedía en atención a los méritos que Cristo obtendría, y después de su venida, la concede en atención a los méritos que Él obtuvo y aunque los ángeles, la Virgen y los santos, pueden pedir la gracia para nosotros; es solamente Dios quien la da. Dice Stg 1,17 “Todo lo bueno y perfecto que se nos da, viene de arriba, de Dios.”
Dios, como principio y fin de todas las cosas, creó al hombre para sí mismo, por consiguiente lo creó al hombre para dos fines: el 1º Conocer, amar y servir a Dios en esta tierra y 2º gozar de Dios en el cielo. (bis)
Para que nos quede claro, volveremos al origen del término «gracia» el cual proviene del griego cháris, que se refiere a la actividad de Dios, actividad que llevó a cabo en la creación y en la salvación que está dirigida al corazón de los hombres, para que se abran a Dios en plena comunión con Él, es decir para tener una relación íntima con nuestro creador. (LG 2) La gracia es, entonces, el modo con que Dios hace partícipe al hombre de sí mismo, de su esencia. Para ello la gracia divina modela la naturaleza humana de acuerdo a los deseos de Dios. En resumen, la Gracia es una manifestación del amor de Dios que nos prepara para que lleguemos a tener una relación perfecta con Él.
Aquí unos ejemplos: En el Antiguo Testamento la gracia se presenta como la forma preparatoria de la intervención de Dios, según dice el Génesis donde se narra la creación, pero también y sobre todo en el cap. 12, versos 1-3, en donde notamos la interacción de Dios con Abraham, dice ahí: “Un día el Señor le dijo a Abram: “Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar. Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo.” Con esto, Dios hace que la historia del mundo entre en una nueva etapa. De la humanidad sumergida en el pecado, Dios va a formar un pueblo nuevo que comienza con Abraham.
Esa promesa hecha a Abraham se confirmó con los dos elementos esenciales: 1. su descendencia numerosa y 2. Llegaron a poseer la tierra prometida. Más tarde, Dios estableció relación de alianza cada vez más profunda con el hombre, relación que culminó con el nacimiento de Israel como pueblo liberado de la esclavitud, y dotado de dignidad, identidad y porvenir.
Pero en ese pacto o alianza de fidelidad, encontramos dos argumentos que son contrarios: 1, la infidelidad a la alianza de parte de Israel y 2, a pesar de que el pacto fue roto, Dios, persiste en la predilección por su pueblo pues Él nunca falta a su palabra. Esto nos muestra cómo Dios se ajusta a la situación humana. Al mantener su pacto, entendemos que el interés salvífico de Dios por el hombre muestra que “todo fue creado para bendecirlo” y esto produjo un conocimiento nuevo y fundamental de Dios y de su gracia: llevó a cabo la salvación del hombre porque es su Creador “y ama a su criatura”.
Y en el Nuevo Testamento, notamos que allí está muy difundido el tema de la gracia, pues ya se cumplió la promesa del Antiguo Testamento: ha llegado el liberador de los hombres, y no uno de tantos profetas, sino Dios mismo es quien hace su entrada en la condición humana, para cambiar substancialmente su naturaleza y su dirección, pues el objetivo de Dios con la Pascua de Cristo es modificar radicalmente la condición humana, como dijo el mismo Jesús “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” Jn 10,10b.
La gracia es pues, un don gratuito que Dios otorga al hombre mientras es pecador y no merece más que el juicio de condenación. Por lo que la gracia como tal, no depende de la observancia de los mandamientos, pues es un don que Dios da.
Hay dos tipos de gracia: La gracia Actual llamada también Auxiliante y la Habitual o Santificante. La Gracia actual o auxiliante, es el don sobrenatural por el cual el Espíritu Santo ilumina nuestro entendimiento y mueve nuestra voluntad para que evitemos el mal y practiquemos el bien. Al decir que la Gracia es actual, no significa que se refiera a una condición de tiempo, como decir actualmente o ahora; sino que significa: que actúa, que hace.
Según esta definición, cuando debemos cumplir algún mandamiento de Dios y hacemos, por consiguiente, alguna buena obra o huimos, para no realizar una mala acción; Dios nos ayuda con una gracia actual, como vemos en la conversión de Saulo, que luego de ser sanado de la ceguera por medio de Ananías cuando oró por él, Dios le iluminó el entendimiento y le hizo conocer el mal que estaba haciendo y movió la voluntad del perseguidor de los cristianos, haciéndole ver su error y además le ordena lo que debía hacer. Dios proporcionó gracia actual a Saulo para que aceptara su error y se volviera discípulo de Cristo y evangelizador.
Dios el autor de la gracia, por su bondad quiere la salvación de todos y proporciona los medios para que lo consigamos. Pero también los pecadores reciben gracias particulares para que puedan cumplir los mandamientos y a los pecadores obstinados y endurecidos del corazón, Dios les otorga las gracias necesarias para que puedan volverse de nuevo a Él, aunque siempre tendrán, la gracia de la oración. Dios nos dice: “Yo, el Señor, juro por mi vida que no quiero la muerte del malvado, sino que cambie de conducta y viva.” Ez 33,11 por ello Dios tiende su mano al pecador hasta su último suspiro y también otorga su gracia a los infieles, a los que no creen, porque “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” 1ªTim 2,4
Dice Santo Tomás, Dios no dejará morir en la infidelidad al que, ayudado por la gracia, le busca con sencillez; y si es necesario, le enviará un ángel del cielo para salvarlo. Debemos notar que Si bien Dios está siempre dispuesto a perdonar, al hombre le corresponde buscarlo y “Si buscas al Señor, se dejará encontrar” 1Cro 28,9 pero en Jer 29,13 el Señor es más explícito cuando dice “Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón.”*
Cuando una persona, deba cumplir una orden complicada o vencer una tentación difícil, recibirá la gracia necesaria, sin importar si la persona es justa o pecadora. San Pablo dice en 1ªCor 10,13: “Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla.” Esto es consolador, pues nos asegura que en cualquier circunstancia de nuestra vida por dura y difícil que parezca, podemos siempre contar con el auxilio de la divina gracia que nos ayudará a superar todas las pruebas.
La gracia ACTUAL, obra en nosotros Moralmente y Físicamente. Moralmente por medio de la persuasión y de la atracción, como la madre que para ayudar a su hijo pequeño a andar, lo llama cariñosamente y le muestra un juguete para atraerlo hacia ella. Dios nos anima a la virtud, nos atrae y nos persuade con su palabra, con sus inspiraciones, su ejemplo y también con el de los santos, para mostrarnos que otras personas pudieron, con la ayuda de su gracia, mantenerse firmes en Su voluntad.
La gracia ACTUAL también obra Físicamente, comunicando fuerza nueva a nuestras facultades que son muy débiles para obrar por sí mismas, como la madre del ejemplo anterior, que toma del brazo a su hijo y le ayuda con el gesto y la acción, a dar los primeros pasos.
En toda obra buena, cooperan dos: Dios y el hombre. Dios hace la mayor parte de la obra mediante su gracia, con la cual nos previene, nos inspira el buen pensamiento, alienta nuestra voluntad y nos da fortaleza para hacer el bien. Pero Dios no hace toda la obra; es preciso que nosotros cooperemos; sin nuestra cooperación no podría estar hecha la obra para cuya ejecución nos concedió la gracia. Y no solo no se llevaría a cabo esa obra, sino que por no hacerla, perderíamos la bendición que nos hubiera correspondido. Además, Dios exige nuestra cooperación por dos razones, 1. Por la perfección de Dios y 2. por la dignidad humana.
- Por la perfección de Dios. Pues, habiendo Dios dotado al hombre de libertad, Su dignidad exige no destruir esa libertad, como sucedería si fuese solamente Dios el que obra. Además, Dios no desea que se le sirva a la fuerza.
- Por la dignidad humana, que se sentiría humillada de ser tan sólo un simple instrumento de Dios, como lo son las criaturas irracionales. En este caso, el hombre obraría sin mérito y no sería acreedor a algún premio, ni merecedor de castigo.
Habiendo entendido la gracia ACTUAL, como el don por el cual el Espíritu Santo ilumina nuestro entendimiento y mueve nuestra voluntad para que evitemos el mal y practiquemos el bien, notamos que es necesaria para que realicemos actos que nos hagan merecedores del cielo.
Recordemos esto: La gracia actual es necesaria para tener fe, para querer el bien, para hacer cosas meritorias a los ojos de Dios, para vencer las tentaciones, para convertirse (volverse a Dios) y para perseverar en el bien, en resumen, para mantenerse en la voluntad divina.
Dios no concede las mismas gracias a todos, pero a cada uno le da lo que necesita. Y distribuye las gracias con mayor abundancia, cuanto mejor las aprovecha quien las recibe.
En cuanto a la Gracia Santificante, tenerla es condición indispensable para salvarnos, al menos en el momento de expirar; pero la gracia santificante no se puede conservar ni recuperar sin la gracia actual; por lo tanto la gracia actual es necesaria para nuestra salvación.
Esta gracia santificante o habitual es el don que nos hace santos, es decir justos, amigos e hijos adoptivos de Dios y herederos de la gloria eterna. Es un don permanente porque permanece en el alma por un tiempo, aunque puede durar años y aun toda la vida.
Se conoce también como Justicia porque hace al alma sumisa a la voluntad divina y cumplidora de todos los mandamientos y como Caridad porque inspira al alma un generoso amor a Dios, también se le llama Estado de gracia porque Dios colma al alma de sus deseos y necesidades.
La gracia SANTIFICANTE se recibe en el Bautismo y aumenta con la práctica de las buenas obras y al recibir los sacramentos, especialmente la Eucaristía, pero se debilita con el pecado venial y la tibieza, y se pierde por el pecado mortal, aunque se recupera mediante una buena confesión o con un acto de contrición perfecta que conlleve el propósito de confesarse.
La gracia santificante, nos transforma, pues de pecadores resultamos santos y justos, de enemigos de Dios a amigos, hijos de Dios; de esclavos del demonio nos hace libres, por lo que debemos aprovecharla como el tesoro más valioso, conservarla con cuidado, y si la perdemos, recuperarla cuanto antes por medio de la confesión y aumentarla utilizando los sacramentos, especialmente la Eucaristía y las buenas obras.
La gracia es absolutamente necesaria a los creyentes, para cumplir los mandamientos, y para resistir y evitar el pecado; dado que la voluntad humana está gravemente debilitada por el pecado original. Sin embargo, la gracia no elimina la libertad de los hombres sino que los hace verdaderamente libres, puesto que hace que los deseos más elevados del hombre coincidan perfectamente con lo que Dios quiere, y esto representa para el hombre el mejor modo posible de ser.
Pidamos a Dios su gracia para mantenernos firmes en su voluntad, alejados del pecado, sirviendo a los demás por amor y con amor, en pocas palabras pidamos gracia para que podamos alcanzar nuestra santidad, pues como dice Heb 12,14 “Procuren estar en paz con todos y llevar una vida santa; pues sin la santidad, nadie podrá ver a Dios.”