Utilicemos sabiamente el tiempo
Para honrar a Dios, ser bendecidos, bendecir a nuestra familia y a los demás.
En las Sagradas Escrituras, en Eclesiastés 3,1-8, encontramos un bello texto sobre el uso del tiempo y las actividades que, en él, debemos realizar. Dice:
“Todo tiene su momento y hay un tiempo para cada cosa bajo el cielo. tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado, tiempo de matar y tiempo de curar, tiempo de derruir y tiempo de construir, tiempo de llorar y tiempo de reír, tiempo de llevar luto y tiempo de bailar, tiempo de tirar piedras y tiempo de recoger piedras, tiempo de abrazar y tiempo de dejarse de abrazos, tiempo de buscar y tiempo de perderse, tiempo de guardar y tiempo de desechar, tiempo de rasgar y tiempo de coser, tiempo de callar y tiempo de hablar, tiempo de amar y tiempo de odiar, tiempo de guerra y tiempo de paz”
En las circunstancias en las que nos encontramos, podemos dedicarnos a meditar en cómo hemos estado utilizando nuestro tiempo y si no lo hemos aprovechado, es buen momento para proyectar los cambios necesarios y organizarnos para que cuando volvamos a la normalidad podamos sacar el máximo provecho al tiempo mientras disfrutamos plenamente la vida que el Señor vino a darnos.
Recordemos que nuestro Señor Jesús, padeció para darnos vida nueva, una vida plena y abundante y con su resurrección, confirmó quién era, por lo tanto podemos estar seguros de que todo cuanto dijo e hizo es verdad y es también para que vivamos bien, en paz, con gozo y en armonía con Dios y con nuestro prójimo.
Hoy nos damos cuenta, lo precioso que es don es la vida, el tiempo que Dios permite que estemos aquí, que pone en nuestras manos para que lo administremos; por lo que debemos recordar que hemos sido llamados a servir al Señor a través del servicio a los demás y a agradarlo con todo lo que hagamos, dice San Pablo “Háganlo todo para la gloria de Dios.” 1Co 10,31b
Y debemos hacerlo antes de que nuestro futuro se vuelva pasado. Por ello te invito querido oyente, a reflexionar sobre tu vida y sobre qué es lo que te ha impedido obtener los mejores resultados, y también en cómo puedes crecer cada día en la fe y en la gracia de Dios.
Para ello piensa cuánto tiempo le dedicas cada día o cada semana a Dios, a tu prójimo, a ti mismo.
Si al hacer este examen te das cuenta de que no todo lo que proyectas lo has realizado, que con frecuencia descuidas ciertas áreas, que a veces quedas mal con los demás, que vives abrumad@ o que te agotas inútilmente, piensa ¿qué es lo que te dificulta emplear el tiempo racionalmente para encontrar las soluciones que te ayuden a obtener el mejor rendimiento, de acuerdo a lo que el Señor espera de ti, según lo que Él te ha dicho. Para escucharlo, debes dedicar tiempo a la oración y a la lectura y meditación de las Sagradas Escrituras que es en donde Él te hablará con claridad.
En Efe 5,15 y 16 dice San Pablo: “Cuiden mucho su comportamiento. No vivan neciamente, sino con sabiduría. Aprovechen bien este momento decisivo, porque los días son malos”
Al analizar nuestra vida nos daremos cuenta de que está hecha de avances y de retrocesos, de pasos del “pecado a la gracia y de la gracia al pecado”, de “subidas y bajadas espirituales”.
Pero, mientras nosotros, como olas del mar, vamos y venimos, mientras avanzamos confiados o dudamos; Jesucristo, nuestro Señor, se mantiene firme pues Él es el mismo, ayer, hoy y siempre y nos dijo que estaría con nosotros hasta el fin del mundo, por lo que podemos confiar en que si nos proponemos hacer algo y confiamos en su dirección y ayuda, podremos hacerlo.
Entonces, si al analizar nuestra vida, determinamos que no hemos podido llevar un orden en nuestras actividades, nos daremos cuenta que puede ser porque nos hemos dejado llevar por el trabajo y el exceso no permite que nos enfoquemos en otras cosas importantes, como son nuestra relación con Dios, con nuestra familia y también con nosotros mismos, que es lo que con frecuencia se ve afectado si somos adictos al trabajo, aunque puede ser también por pereza, o por falta de planificación.
En cuanto a dejarnos llevar por el trabajo, pretender hacer mucho, o pensar que solamente nosotros podemos hacerlo bien, solo nos lleva a incumplir en muchas actividades por estar ocupados. Eso también provoca que lleguemos tarde, o peor aún, no asistir a compromisos importantes, como son las reuniones familiares, con lo que las relaciones se deterioran y se generan tensiones y disgustos, pues para mantener una buena relación con la familia, debemos dialogar y dedicar tiempo de calidad a todos los miembros, a nuestro cónyuge principalmente, y también a nuestros hijos, sobre todo si son pequeños. Además, vivir afanados en el trabajo, también nos quita tiempo para las cosas esenciales, como orar y leer y estudiar las Escrituras para mantener buena relación con Dios.
En cuanto a la segunda razón la segunda razón, la pereza, la Palabra de Dios dice en Pro 13,4 “El perezoso desea y no consigue; pero el que trabaja, prospera.”
El holgazán no es eficiente en nada porque no está preparado ya que no está decidido a estudiar. Por ello, la pereza es considerada como la madre de todos los vicios, e impide alcanzar las virtudes y valores humanos. Y va en aumento si no se corrige a tiempo.
El tercer elemento que nos hace desaprovechar o perder el tiempo, es la falta de planeación y de orden ya que debemos aprender a utilizar bien el tiempo pues, no podemos guardar un poco del tiempo de hoy para gastarlo mañana, por lo que debemos estar preparados y planificar el uso que le daremos al tiempo que el Señor nos permite vivir cada día, tiempo del cual el Señor nos pedirá cuentas.
Si bien sabemos que debemos estar dispuestos a hacer lo que el Espíritu Santo nos inspire, debemos considerar que nos dio la inteligencia para que determinemos qué es lo que vamos a hacer y entonces, actuar, trabajar, para alcanzar nuestras metas.
Pero no olvidemos que hay que combinar el trabajo y el descanso, la oración y la labor, el servicio a Dios y a los demás y la prudencia. En relación a este punto dice San Pablo: Pórtense con prudencia con los que no conocen a Cristo y aprovechen todas las oportunidades. Col 4,5
Esforcémonos en cumplir lo que debemos hacer y hagámoslo bien, que es lo que Dios quiere. No dejemos de hacer lo importante por cumplir nuestros caprichos, así podremos, al final de nuestra vida, decir, como Jesucristo, según leemos en Jn 17,4: “Padre, yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.”
Pero debemos considerar que sin Cristo en nuestra vida, no podremos vivir siguiendo sus enseñanzas ya que al no tener relación con Él, no las conoceremos, por lo tanto viviremos según nuestros deseos o según lo que el mundo nos dicte. Aprendamos a vivir según las normas establecidas por Dios que nos transmiten las Sagradas Escrituras. En la carta de San Pablo a los efesios en el capítulo 5, que te recomiendo leas completo, pues ahora voy a leer solamente los primeros 5 versículos que dicen: “Ustedes, como hijos amados de Dios, procuren imitarlo. Traten a todos con amor, de la misma manera que Cristo nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio de olor agradable a Dios. Ustedes deben portarse como corresponde al pueblo santo: ni siquiera hablen de la inmoralidad sexual ni de ninguna otra clase de impureza o de avaricia. No digan indecencias ni tonterías ni vulgaridades, porque estas cosas no convienen; más bien alaben a Dios. Pues tengan por cierto que quien comete inmoralidades sexuales, o hace cosas impuras, o se deja llevar por la avaricia (que es una especie de idolatría), no puede tener parte en el reino de Cristo y de Dios.”
Así pues, usemos sabiamente nuestro tiempo, viviendo de acuerdo a las normas de Dios, para lo cual debemos tener comunicación con nuestro Padre celestial a través de la oración, pero también es imprescindible que conozcamos lo que nos dejó dicho en las Sagradas Escrituras, lo que significa que las leamos cada día, que estudiemos su contenido y lo meditemos para que vivamos de acuerdo a lo que Dios indica, porque no basta con conocer su contenido, debemos ponerlo en práctica. Entonces, si somos obedientes, si cumplimos de corazón sus mandamientos, el Espíritu Santo vendrá a nuestro corazón y nos guiará en cada etapa de nuestra vida.
Entonces, debemos estar atentos a su dirección para que cuanto hagamos con nuestro tiempo, con nuestra vida, sea con sabiduría para que todos crezcamos en la fe, en la esperanza y en el amor, no solo nosotros, sino aquellos a quienes sirvamos, puesto que sirviendo a nuestro prójimo estaremos sirviendo a Jesucristo, como dice Mt 25,40 ‘Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron.’
Hagamos entonces todo el bien que podamos, a cuanta gente podamos, de la manera que podamos, y agrademos así a nuestro Padre celestial, a nuestro Señor y Salvador Jesucristo y al Espíritu Santo; es decir a nuestro Dios trino, ¡Eso es vivir sabiamente!
Que así sea.