CÓMO ENFRENTAR LOS TIEMPOS DIFÍCILES
Estamos viviendo tiempos difíciles, por lo que nos mantenemos temerosos por la posibilidad de contagiarnos hasta dentro de nuestras propias casas y no digamos cuando salimos a la calle.
Por otro lado tenemos un incremento en desastres naturales: cada día hay más huracanes, terremotos, tornados, inundaciones, sequías, etc. Y podríamos continuar la lista…
Sin embargo, siendo cristianos todas estas cosas no deberían sorprendernos, ya que fueron anunciadas por el mismo Jesús. Mt.24, 6-8: “Ustedes tendrán noticias de que hay guerras aquí y allá; pero no se asusten, pues así tiene que ocurrir; sin embargo, aún no será el fin. Porque una nación peleará contra otra y un país hará guerra contra otro; y habrá hambres y terremotos en muchos lugares. Pero todo eso apenas será el comienzo de los dolores.” Aquí vemos que aun cuando el Señor nos dice que no debemos asustarnos por estas cosas, la realidad es que todos podemos llegar a sentir en algún momento angustia e incertidumbre por el futuro.
¿Qué hacer en este tiempo para mantenernos tranquilos, confiados y seguros? En Mateo 14,22-34 encontramos la respuesta.
Leemos en los versos 22,26: “Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca, para que cruzaran el lago antes que él y llegaran al otro lado mientras él despedía a la gente. Cuando la hubo despedido, Jesús subió a un cerro, para orar a solas. Al llegar la noche, estaba allí él solo, mientras la barca ya iba bastante lejos de tierra firme. Las olas azotaban la barca, porque tenían el viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua. Cuando los discípulos lo vieron andar sobre el agua, se asustaron, y gritaron llenos de miedo: –¡Es un fantasma! “
Así como en aquel momento Jesús caminó sobre el agua delante de Sus discípulos contradiciendo las leyes naturales, para que se dieran cuenta de Quién era Él: el Hijo de Dios Omnipotente, y si analizamos las experiencias que hemos tenido, también ahora, manifiesta Su poder sobrenatural en nuestras vidas para que, como los discípulos, sepamos en Quién tenemos puesta nuestra confianza.
Sin embargo, la reacción de los discípulos no fue de alegría sino de temor. ¿Qué pudo haber pasado por sus mentes para que tuvieran esa reacción si supuestamente conocían al Señor pues convivían con Él?
Lo que podemos deducir es que se dejaron llevar por su mente lógica y por sus emociones, que son traicioneras, como dice Jeremías 17,9: “Nada hay tan engañoso y perverso como el corazón humano. ¿Quién es capaz de comprenderlo?“
Debemos tener en cuenta que el término «corazón» aparte del sentido físico que casi no se encuentra en las escrituras, se refiere al centro de la vida emocional, espiritual y mental; es decir el concepto de lo más íntimo del ser. Entonces, Jeremías en esa cita se refiere a que los hombres en general son engañosos y perversos.
Y es fácil comprender que así como los discípulos, también nosotros, en muchas ocasiones reaccionamos con incredulidad, aún a pesar de que el Señor nos da claras manifestaciones de su poder, como sucedió con Tomás según leemos en Juan 20,25. “Los otros discípulos le dijeron:
Hemos visto al Señor. Pero Tomás les contestó: Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo podré creer.”
Aunque puede suceder también que a veces la tormenta es tan fuerte que nos cuesta ver al Señor a través de ella. Entonces debemos recordar lo que nos dice el Salmo 23,4: “Aunque pase por caminos oscuros y tenebrosos, no tendré miedo, porque tú estás a mi lado; tu vara y tu bastón me reconfortan.”
Continuamos con nuestra cita inicial en el Verso 27 que dice: “Jesús les habló, diciéndoles: ¡Calma! ¡Soy yo: no tengan miedo!” Notamos en la respuesta de Jesús que ante el temor de Sus discípulos, lejos de reprenderlos, los anima a confiar en Él, recordándoles que era “El Yo Soy”.
El Señor conocía los temores de sus corazones y por ello se identifica como ya en el Ex 3,14; se presentó Dios Padre: “Yo soy el que soy” texto del Pentateuco que conocían perfectamente los apóstoles.
También hoy, el Señor que conoce el temor e incertidumbre que hay en tu corazón por la situación actual, te recuerda quién es Él: “el Gran Yo Soy”, Dios poderoso, Dios de los ejércitos que pelea las batallas por ti, como nos recuerda en 2 Cron. 20,15b, en donde leemos: “El Señor les dice: ‘No tengan miedo ni se asusten ante ese gran ejército, porque esta guerra no es de ustedes sino de Dios.”
Seguimos con nuestra cita base en los versos 28 y 29, que dicen: “Entonces Pedro le respondió: –Señor, si eres tú, ordena que yo vaya hasta ti sobre el agua. –Ven –dijo Jesús. Pedro entonces bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Jesús.”
Notamos aquí, que Pedro aun con incredulidad le dice al Señor Jesús “si eres tú”, y luego le pide algo humanamente imposible: que pueda caminar sobre el agua. Y la respuesta de Jesús fue inmediata: “Le dijo ven.”
Aquí encontramos varias cosas interesantes:
- La primera, que el Señor, aun a pesar de la incredulidad de Pedro, responde a su petición dándole una orden. Con esto debemos aprender que el Señor siempre nos responde, aunque quizá no de la forma que quisiéramos, pues preferiríamos que fuera a nuestra manera, pues como leíamos, a Pedro no le respondió yéndolo a traer hasta la barca para caminar juntos sobre el agua, sino que le dio la orden de ir hacia Él. Por tanto, lo que el Señor quiere que aprendamos es a estar dispuestos a obedecer lo que nos pida hacer, aunque no lo entendamos o vaya en contra de la lógica. El quiere que pongamos nuestra fe en acción.
La segunda cosa es que vemos que Pedro sí pudo caminar sobre el agua, pues obedeció y puso su mirada en Jesús. De la misma manera, cuando decidimos obedecerle, con nuestra mirada fija en Él, podemos pasar sobre cualquier circunstancia por muy difícil o imposible que nos parezca.
Pero en el verso 30 notamos algo diferente en la fe de Pedro, leemos allí: “Pero al notar Pedro la fuerza del viento, tuvo miedo; y comenzó a hundirse…”.
Mientras su atención estuvo en Jesús, pudo caminar sobre el agua, sin importar el viento; pero cuando se enfocó en las olas, todo cambió. Es interesante el hecho de que, lo que lo atemorizó, no fue la posibilidad de hundirse, sino la fuerza de las olas y el viento. De la misma manera, si apartamos nuestros ojos del Señor y ponemos nuestra atención en las circunstancias, inmediatamente comenzaremos a hundirnos en la desesperación, en el temor.
Seguidamente Pedro, para evitar hundirse y ahogarse, gritó pidiendo ayuda: “¡Sálvame, Señor!”. Este debió ser un momento muy dramático pues parecía que las olas levantadas por el fuerte viento lo iban a hundir. Sin embargo, la respuesta de Jesús nuevamente fue inmediata. Dice el verso 31a: “Al momento, Jesús lo tomó de la mano…”. Aplicando esto a nuestra vida, nos daremos cuenta que al igual que a Pedro, el Señor está siempre listo para rescatarnos, pues tenemos Su promesa que siempre estará con nosotros y que nunca nos dejará ni nos desamparará.
La cuestión aquí es ¿cómo reaccionamos cuando nos quiere hundir el temor? ¿En qué poder creemos más, en el poder de nuestros enemigos o en el poder del Señor? Es en esos momentos en donde notamos la necesidad de conocer las Escrituras, pues es en ella en donde encontraremos nuestra respuesta. En este caso en el Salmo 121 que dice: “Al contemplar las montañas me pregunto: “¿De dónde vendrá mi ayuda?” Mi ayuda vendrá del Señor, creador del cielo y de la tierra. ¡Nunca permitirá que resbales! ¡Nunca se dormirá el que te cuida! No, él nunca duerme;
nunca duerme el que cuida de Israel. El Señor es quien te cuida; el Señor es quien te protege,
quien está junto a ti para ayudarte. El sol no te hará daño de día, ni la luna de noche. El Señor te protege de todo peligro; él protege tu vida. El Señor te protege en todos tus caminos, ahora y siempre. “
Más adelante, en el verso 31b, Jesús le dice a Pedro: “¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudaste?” De esta manera el Señor reprende a Pedro, no por haberse casi hundido en el agua, sino por no haberle creído. De la misma forma, el Señor nos reprende amorosamente cada vez que dejamos que la preocupación o la angustia nos roben la paz que Él nos da, ya que Su voluntad es que vivamos tranquilos y confiados bajo Su protección. “El que vive bajo la sombra protectora del Altísimo y Todopoderoso dice al Señor: “Tú eres mi refugio, mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!” Sal 91,1-2
Luego, en el verso 32 dice: “En cuanto subieron a la barca, se calmó el viento.” Esta es otra parte que debemos aplicar en nuestra vida, pues significa que con Jesús a nuestro lado se calman los fuertes vientos, que simbolizan las dificultades de todo tipo que buscan derribarnos, apartarnos de la verdad, que buscan robar, matar y destruir la obra que el Señor ha hecho en nuestra vida. Sin embargo, tenemos que considerar que no todo debe hacerlo el Señor. Depende de nosotros obedecerle, mantener nuestra mirada en Él y caminar tomados de Su mano.
Luego en los versos 33 y 34 dice: “Entonces los que estaban en la barca se pusieron de rodillas delante de Jesús, y le dijeron: –¡En verdad tú eres el Hijo de Dios! Cruzaron el lago y llegaron a tierra en Genesaret.” Porque vieron, creyeron y lo reconocieron como el Hijo de Dios. Pero, a quienes creen sin haber visto, el Señor da una bienaventuranza cuando dice: “¡Dichosos los que creen sin haber visto”. Juan 20,29
Y notamos entonces que al final, se cumplió lo que desde un principio dijo el Señor: QUE LLEGARÍAN A LA OTRA ORILLA. También esto nos deja una gran lección, “que todo sería más fácil para nosotros si le creyéramos al Señor cuando nos promete algo, aunque tarde en llegar su respuesta, como nos dice el profeta Habacuc en Hab 2:3 “Aún no ha llegado el momento
de que esta visión se cumpla; pero no dejará de cumplirse. Tú espera, aunque parezca tardar,
pues llegará en el momento preciso.” Y nuestro Padre nos debió dejar esta instrucción pues somos nosotros, quienes por falta de fe, complicamos todo.
Pero ¿Cómo podemos enfrentar los tiempos difíciles? Poniendo nuestra fe y esperanza en que nuestro Dios estará con nosotros siempre, nos guardará de todo mal y peligro y nos conducirá por el camino de salvación, y si tropezamos, extenderá su mano para evitar que caigamos o para rescatarnos si llegamos a caer. San Pablo nos da otro sabio consejo cuando dice: “No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos, porque ustedes están unidos a Cristo Jesús”. Fil 4,6-7
Notamos entonces que no basta con pedir; desde el momento en el que acudimos a Dios para pedir su protección y ayuda, debemos darle gracias por su respuesta, aun cuando no la hayamos recibido. Esto es manifestación de nuestra fe. Entonces, demos gracias a Dios por todo, por lo que hemos recibido, por lo que vamos a recibir y también por lo que no recibiremos, pues Él sabe qué es lo que nos conviene. Que así sea