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Para alcanzar la santidad

Para alcanzar la santidad

Desarrollado a partir de un artículo del Arzobispo de los Ángeles Monseñor José Gómez publicado en ACI Prensa

Mencioné en el programa anterior que Cuaresma es el tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de realizar cambios en nosotros para ser mejores y así podamos vivir cerca de Cristo, esto significa que es el tiempo para que hagamos todo cuanto podamos para alcanzar nuestra santificación a la que hemos sido llamados por Dios cuando dijo: “Sean santos, porque yo, el Señor, su Dios, soy santo”, Y esto requerirá que nos esforcemos, como dijo San Pablo en Ro 8,3-4Pues lo que era imposible para la ley, a causa de la debilidad humana, lo realizó Dios enviando a su propio Hijo con una naturaleza semejante a la del pecado. Aún más: lo hizo víctima por el pecado y condenó el pecado a través de una naturaleza mortal, para que así, los que vivimos, no según nuestros desordenados apetitos, sino según el Espíritu, cumplamos los preceptos de la ley en plenitud.” 

Es por eso que en este programa vamos a continuar apoyando a quienes desean ir por el camino señalado por nuestro Señor para llegar a la Semana Santa, y sobre todo al Domingo de Resurrección, dispuestos a vivir según las enseñanzas de Jesús y llegar a ser sus instrumentos y gozosos por su resurrección en cuerpo glorioso, como manifestación del poder de Dios, dar a conocer el significado de su sacrificio y la buena nueva de salvación para todos.

Por ello y para que los oyentes estén preparados espiritualmente daremos a conocer la recomendación del Arzobispo de los Ángeles, Monseñor José Gómez, quien basándose en la vida de los santos y maestros de la vida espiritual, recopiló prácticas que pueden ayudarnos a alcanzar esa meta. En una carta pastoral titulada “Hemos sido hechos para grandes cosas”, el Prelado indicó que para ser semejantes a Cristo se necesitan dos cosas: un plan de vida y tener un propósito: “Conducirnos con un deseo alegre de trabajar con la gracia de Dios para ser más como Cristo todos los días”

Al decir un plan de vida se refiere a que debemos tener claramente establecido en nuestra mente no solamente a dónde queremos llegar o qué meta queremos alcanzar, sino también considerar los pasos que debemos dar para lograrlo y para determinarlo, debemos tener también claramente establecido cuál es el propósito, pues a partir de él podremos planificar lo que vamos a realizar.

Si estamos tratando de seguir las enseñanzas de Jesús, debemos entonces asumir que nuestro propósito es agradarlo tratando de ser como Él, para agradecer su sacrificio en la cruz, por el cual nos liberó del castigo que merecíamos por haber ofendido a Dios Padre al ir en contra de sus Mandamientos, y con su sangre derramada, nos limpió de nuestros pecados, nos dio vida nueva y con ella selló el pacto de nuestra salvación.

Para alcanzar el objetivo de ser más como Cristo todos los días, Mons. Gomez recomendó trabajar “los buenos hábitos” y presenta seis prácticas que debemos llevar a cabo.

  1. Ser conscientes de la presencia de Dios. Él indica, que es necesario tener contacto con Dios a través de la oración, al comenzar y al terminar el día. En la mañana para ofrecer el día al Señor y en la tarde para reflexionar sobre lo que hicimos en la jornada.

“Debemos tratar de estar conscientes, a lo largo del día, del ‘sacramento del momento presente’. Entiéndase “momento presente” como “el único punto donde existe la realidad”. Lo explico de la siguiente manera: Muchos de nosotros pasamos gran parte de nuestro tiempo viviendo en el pasado, que ya no existe; o vivimos en el futuro, que aún no ha sucedido y vivimos en reinos sobre los que tenemos poco o ningún control. Vivir en el futuro o en el pasado es vivir una ilusión, porque ninguno de nosotros sabe si estaremos vivos mañana. Cualquiera de nosotros podría morir en el próximo segundo, entonces, no tiene sentido estar ansioso por algo, cualquier cosa que sea, y esa es la razón por la que debemos tener la certeza de que estamos vivos bajo la mirada amorosa de Dios y que con su gracia es posible hacer todo por amor a Él”. Y ese debe ser nuestro objetivo.

La práctica N° 2 es: Darse un tiempo todos los días para orar

Mons. Gómez recomienda que a lo largo el día hagamos pausas en nuestras labores para orar, con el propósito de llegar a la presencia de Dios y hablar con Él en una actitud de humildad, de amor y alabanza, de forma honesta y simple. Por ejemplo, puedes decirle “qué te mantiene ansioso, qué quieres hacer por Él. Cuéntale sobre las áreas de tu vida que quieres mejorar. Dile que lo amas y que quieres amarlo más. Dile que quieres hacer su voluntad, como lo hizo María, nuestra madre”. 

Monseñor también señaló que “la única oración que necesitamos” es repetir el nombre de Jesús durante el día, pues su nombre es ya, una hermosa y poderosa oración.

La tercera práctica que recomienda es leer todos los días un pasaje del Evangelio y realizar la lectio divina, que es la lectura de la Sagrada Escritura de un modo espiritual, que nos permitirá “conocer a Jesús de un modo cada vez más personal, “no es algo meramente intelectual, sino también una comunión de sentimientos y de voluntad, y por tanto también del obrar”. Consiste en leer un pasaje de los Evangelios y meditarlo en oración preguntando a Dios, ¿qué me dices en este pasaje? ¿Qué me estás pidiendo hacer?”.

La Lectio Divina o lectura orante de la Palabra, más que una reflexión, es una experiencia de encuentro personal e íntimo con Dios, y está destinada a promover la comunión con Dios y aumentar el conocimiento de la palabra de Dios,  

¿Cómo orar con la Palabra de Dios?

Estos pasos nos llevaran:

1) Leer ¿Qué dice el texto bíblico de la palabra? Esto lleva a comprender la Palabra para descubrir lo que Dios enseña mediante el autor inspirado

2) Meditar ¿Qué dice el texto bíblico como palabra de Dios? Actualiza la Palabra para entender lo que significa en nuestra vida

3) Orar ¿Qué me hace decir al Señor el texto bíblico como camino de oración?  Orar con la Palabra para dialogar con el Señor y celebrar la Fe cristiana 

4) Contemplar ¿Qué camino me muestra el texto bíblico como camino espiritual? Contemplar la Palabra para ver el camino que me indica el Señor

5) Actuar ¿Qué me hace vivir el Señor a partir de su Palabra?  Testimoniar la Palabra para actuar de acuerdo a la voluntad del Señor.

Si somos fieles a la oración con y desde la Palabra de Dios, nuestra vida irá cambiando. La Palabra nos hará confrontar nuestros criterios, valores, sentimientos, actitudes y conducta con lo que ella nos vaya mostrando e inspirando. Amemos la Palabra, estudiémosla y dejemos que moldee nuestra personalidad. 

Monseñor asegura que solo se puede conocer a Jesús a través de sus enseñanzas y de su vida reflejadas en el Evangelio. Pero también le da gran importancia a la oración cuando dice: “Mientras más recemos con los Evangelios, tendremos más la mente de Cristo, Sus pensamientos y sentimientos, pues de esa manera veremos la realidad a través de sus ojos”.

  1. Asistir con frecuencia a la Eucaristía, es la cuarta práctica que recomienda el Arzobispo, por lo que debemos buscar todas las oportunidades para encontrarnos con Cristo y adorarlo en la Misa y el Santísimo Sacramento, y dice que lo ideal es que frecuentemos la Eucaristía, además del domingo, los días entre semana, ya que así tomaremos más conciencia de la presencia de Dios y crecerá más nuestra relación personal con Él que se transformará en una profunda amistad.

La 5ta practica es Hacer un examen de conciencia diario y confesarse con frecuencia, pues, como sabemos, la confesión brinda “una sensación de liberación y paz” en el alma cuando los pecados son perdonados, pues “la gracia de Dios actúa en la vida de la gente a través de ese sacramento.”

La 6ta. Práctica es: Realizar obras espirituales y materiales. Ya hemos hablado de las obras de Misericordia, las cuales debemos realizar por amor ya que “Amar es la forma de imitar a Cristo, por lo que hemos de amar a nuestro prójimo como Jesús lo ama, comenzando por nuestra familia, luego a la gente que está más cerca, y después a los demás.

Por ello, recomienda servir a Dios a través de los pobres, los abandonados y los vulnerables.

También debemos mantenernos en la búsqueda de nuestra santificación pues, además de que es la única forma de que lleguemos a ver a Dios, en la medida que estemos firmes y perseverantes en las formas para alcanzarla, tendremos aquí, en esta vida, la ayuda del Señor, a quien con confianza podemos clamar pues como dice San Pablo: “Muy a tu alcance está la palabra, en tus labios y en tu corazón” Ro 10,8

 Y como nos dice el Salmo 91: Tú // Tú que vives bajo la sombra protectora del Altísimo y Todopoderoso, dile al Señor: “Tú eres mi refugio, mi castillo, ¡mi Dios, en quien confío!”

Él puede librarte de trampas ocultas y plagas mortales, pues te cubrirá con sus alas, y bajo ellas estarás seguro. ¡Su fidelidad te protegerá como un escudo! 

No tengas miedo a los peligros nocturnos, ni a las flechas lanzadas de día, ni a las plagas que llegan con la oscuridad, ni a las que destruyen a pleno sol; pues mil caerán muertos a tu izquierda y diez mil a tu derecha, pero a ti nada te pasará. Solamente lo habrás de presenciar: verás a los malvados recibir su merecido. 

Ya que has hecho del Señor tu refugio, del Altísimo tu lugar de protección, no te sobrevendrá ningún mal ni la enfermedad llegará a tu casa; pues él mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas. Te levantarán con sus manos para que no tropieces con piedra alguna. Podrás andar entre leones, entre monstruos y serpientes. “Yo te pondré a salvo, fuera del alcance de todos, porque me amas y me conoces. 

 Cuando me llame, le contestaré; ¡yo mismo estaré contigo! Te libraré de la angustia y te colmaré de honores; te haré disfrutar de una larga vida: ¡te haré gozar de mi salvación!”

Quiero resaltar las frases que dicen: Él puede librarte de trampas ocultas y plagas mortales, pues te cubrirá con sus alas, y bajo ellas estarás seguro.” y “Ya que has hecho del Señor tu refugio, del Altísimo tu lugar de protección, no te sobrevendrá ningún mal ni la enfermedad llegará a tu casa; pues él mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas.”  Si bien es cierto que el Señor Dios nos proteje, también es cierto que a nosotros nos corresponde hacer nuestra parte y evitar los peligros, y en el caso del covid que nos tiene bajo ataque, no podemos ni debemos bajar la guardia, debemos protegernos con las medidas que las autoridades de salud nos han recomendado, pues Dios enseñó que debemos obedecer y respetar a las autoridades, como dice San Pablo en Ro 13,1-2 “Todos deben someterse a las autoridades constituidas. No hay autoridad que no venga de Dios, y las que hay, por él han sido establecidas. Por tanto, quien se opone a la autoridad, se opone al orden establecido por Dios, y los que se oponen recibirán su merecido.” 

Jesús dijo, en relación a obedecer la ley: “El que no obedece uno de los mandatos de la ley, aunque sea el más pequeño, ni enseña a la gente a obedecerlo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedece y enseña a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos.” Mt 5,19. Aun cuando aquí se refiere a la ley de Dios, confirma lo dicho en relación a la ley de los hombres. Por lo tanto debemos cumplir todas las leyes.

Volviendo al tema de hoy, repito las seis prácticas que nos ayudarán a alcanzar la santidad para que las pongas en práctica, son:

  1. Ser conscientes de la presencia de Dios
  2. Darse un tiempo todos los días para orar
  3. Leer todos los días un pasaje del Evangelio y realizar la lectio divina
  4. Asistir con frecuencia a la Eucaristía,
  5. Hacer un examen de conciencia diario y confesarse con frecuencia y
  6. Realizar obras espirituales y materiales.

Pero, para confirmar estos puntos debemos tomar en cuenta, que, para prepararnos y fortalecernos espiritualmente, también el Evangelio nos enseña que Jesús, antes de iniciar su ministerio, se fortaleció con oración, ayuno y conocimiento de las Sagradas Escrituras, como leemos en Lc 4,1-13, en donde se narra que ayunó y oró durante cuarenta días, y así, fortalecido espiritualmente, pudo rechazar las tentaciones y vencer al enemigo con la palabra de Dios. Como nos damos cuenta, se requiere de sacrificio para vencer nuestra carne, así que, si deseas ser dirigido por Dios, debes prepararte espiritualmente con esas seis prácticas, iniciando en Cuaresma, pero puedes realizarlas todo el año, para mantenerte permanentemente preparado para escuchar su dirección, y por consiguiente, para vivir según su voluntad. Así serás felíz, como dice el Sal 1,1-3: “Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se entretiene en el camino de los pecadores, ni se sienta con los arrogantes, sino que pone su alegría en la ley del Señor, meditándola día y noche. Es como un árbol plantado junto al río: da fruto a su tiempo y sus hojas no se marchitan; todo lo que hace le sale bien.” 

Que así sea.

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