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OBEDECE A DIOS Y RECIBIRÁS SU BENDICIÓN

OBEDECE A DIOS Y RECIBIRÁS SU BENDICIÓN

Dedícate a agradar a Dios, haciendo obras de amor manifestadas en hechos de misericordia como son: Instruir, aconsejar, consolar, confortar, perdonar y sufrir con paciencia, que son obras de misericordia espirituales, pero no solo debes enfocarte en el aspecto espiritual, también debes llevar a cabo obras de misericordia corporales que consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos y enterrar a los muertos. Y, sobre todo ahora, en el tiempo de pandemia que ha traído consigo muchas dificultades para muchas personas que se han quedado sin trabajo, que han padecido la enfermedad o que han perdido a familiares por ella, debes tener muy en cuenta que, entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna y es también una práctica de justicia que agrada a Dios. Desde luego que hay otras muchas formas en las que podrás manifestar el amor fraterno que puedes llevar a cabo para con el prójimo y que irán surgiendo de acuerdo a la necesidad se vaya presentando, para lo cual debes estar atento y con espíritu de servicio.

Pero debemos tomar en cuenta que la más grande obra de misericordia que podemos realizar con una persona es mostrarle a Cristo, el camino, la verdad y la vida; ya que por él obtenemos la vida nueva, que es una vida plena, la vida que nos llevará a la presencia de Dios padre por la eternidad. Desde luego que presentarles a Jesús a los demás es el primer paso y el más importante, pero también tenemos que darles a conocer lo que los evangelios nos dicen de él, su vida, su forma de servir a los demás, su entrega por amor a cada uno de nosotros hasta la muerte, una muerte terrible después de un gran sufrimiento que soportó por amor a nosotros, y que lo hizo en obediencia al Padre; porque de esa forma, con su sangre derramada y su muerte, pagaría lo que nos correspondería sufrir como pago por haber ofendido a nuestro Padre celestial por ir contra su voluntad, al incumplir sus mandamientos, normas y decretos, que Él por amor nos dejó claramente establecidos para que, al seguirlos, lleváramos una vida feliz y en paz, en armonía con los demás. Por eso Jesús enseñó la forma en la que debemos comportarnos, y con su testimonio mostró la forma en la que debemos vivir para que también nosotros, con nuestra conducta apegada a sus enseñanzas y de entrega por amor a los demás, demos testimonio que lo reconocemos como nuestro Salvador y Señor.

Jesús se entregó en servicio, sobre todo, a favor de los más necesitados, los enfermos, tanto espirituales como físicamente; a los pobres, no solamente a los pobres materialmente hablando, también a los pobres espirituales que necesitaban liberación y dirección espiritual, por eso se dedicó durante los tres años de su ministerio, a enseñar, a dar a conocer un nuevo enfoque de los mandamientos y normas que Dios Padre había dado con anterioridad a los profetas del Antiguo Testamento; y esas enseñanzas son las que debemos conocer para obedecerlas, y vivir según la norma básica que mostró cuando un maestro de la ley le preguntó: Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? Jesús le respondió: «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.’ Este es el más importante y el primero de los mandamientos. Pero hay un segundo, parecido a este; ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’» Mt 22,36-39.

Entonces, al seguir estos mandamientos fundamentales, encontraremos sus enseñanzas como la forma de agradar a Dios a través del servicio a los demás, como enseñó en el primer discurso público de Jesús conocido como “el sermon del monte”, cuando, al enseñar las bienaventuranzas, dió a conocer lo que realmente cuenta ante Dios. Esto lo encontramos en Mt 5,2-11 en donde se lee: 

«Jesús tomó la palabra y comenzó a enseñar, diciendo: “Dichosos los que tienen espíritu de pobres, porque de ellos es el reino de los cielos. “Dichosos los que sufren, porque serán consolados. “Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra prometida. “Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán satisfechos.  “Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos. “Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios.  “Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos. “Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque de ellos es el reino de los cielos.  “Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras.  Alégrense, estén contentos, porque van a recibir un gran premio en el cielo; pues así también persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes.» 

Notamos en estas palabras de Jesús que nos está advirtiendo que obedecer a Dios, seguir a Jesucristo y sus enseñanzas, si bien nos da una vida plena, de paz y gozo, y se nos promete el cielo, que seremos consolados, que heredaremos la tierra prometida y seremos satisfechos, que Dios tendrá compasion de nosotros y veremos a Dios que nos llamará hijos suyos y que recibiremos un gran premio en el cielo; también puede ocasionarnos dificultades con el mundo, pero eso no debe amedrentarnos ni desanimarnos porque el premio que Dios nos dará, es mucho mayor que cualquier problema o padecimiento al que debamos enfrentarnos, como dice en el Eclo 2, 1-10, que nos motiva a tener paciencia y confianza en Él. Dice: 

«Hijo mío, si tratas de servir al Señor, prepárate para la prueba. Esto significa que la prueba llegará, así que: Fortalece tu voluntad y sé valiente, para no acobardarte cuando llegue la calamidad. Aférrate al Señor, y no te apartes de él; así, al final tendrás prosperidad. Acepta todo lo que te venga, y sé paciente si la vida te trae sufrimientos. Porque el valor del oro se prueba en el fuego, y el valor de los hombres en el horno del sufrimiento. 

Confía en Dios, y él te ayudará; procede rectamente y espera en él.

Ustedes, los que honran al Señor, confíen en su misericordia; no se desvíen del camino recto, para no caer. Los que honran al Señor, confíen en él, y no quedarán sin recompensa. Los que honran al Señor, esperen la prosperidad, la felicidad eterna y el amor de Dios. 

Fíjense en lo que sucedió en otros tiempos: nadie que confiara en el Señor se vio decepcionado;

nadie que lo honrara fielmente se vio abandonado; a todos los que lo invocaron, él los escuchó.

Tengamos en cuenta estas palabras, que lejos de hacernos desistir de buscar a Dios o seguir a Jesús, deben animarnos pues Dios siempre cumple sus promesas, como dice Nm 23,19  «Dios no es como los mortales: no miente ni cambia de opinión. Cuando él dice una cosa, la realiza. Cuando hace una promesa, la cumple.»

Volviendo al sermón del monte, Jesús a continuación nos hace ver la importancia de nuestro testimonio ante los demás cuando agregó:

«Ustedes son la sal de este mundo. Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada, así que se la tira a la calle y la gente la pisotea.   Ustedes son la luz de este mundo, procuren que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo.» Mt 5,13-16

Luego enseñó sobre la importancia de obedecer los mandamientos, y las normas dadas a los profetas, a las cuales dió su pleno valor al mostrar que debemos hacer lo que es justo ante Dios. Y continuó enseñando sobre la ira cuando dijo: «Pero yo les digo que cualquiera que se enoje con su hermano, será condenado. Al que insulte a su hermano, lo juzgará la Junta Suprema; y el que injurie gravemente a su hermano, se hará merecedor del fuego del infierno.» 

Sin embargo, no solamente señaló lo que sucede al dejarnos llevar por el enojo, sino que enseñó la forma de corregir ese pecado cuando dijo Mt 5,22-24  :  «Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda.» Con esto nos mostró que debemos ser humildes y reconocer nuestros errores, pero más allá, debemos acudir a quien hayamos ofendido y pedir perdón; pero también implica que debemos otorgar el perdón a quien acuda a nosotros pidiendo perdón por habernos ofendido.  

En esa misma enseñanza, Jesús habló sobre no cometer adulterio y que aún «al mirar con deseo a una mujer, ya se cometió adulterio con ella en su corazón.»  Y agregó «si un hombre se divorcia de su esposa, a no ser en el caso de una unión ilegal, la pone en peligro de cometer adulterio. Y el que se casa con una divorciada, comete adulterio.» Mt 5,28 y 32. Su enseñanza es clara y si condena estos pecados, es porque podemos evitarlos, y que a nosotros nos corresponde obedecer y hacer lo que esté de nuestra parte para no dejarnos llevar por la carne. Esto, desde luego, significa que debemos fortalecernos espiritualmente por medio de la oración pidiéndo que el Espíritu Santo nos ayude con el don del dominio propio, y si eso no basta, acudir al ayuno para doblegar nuestra carne y fortalecer nuestro espíritu.

En la misma occasión, Jesús enseñó que no debemos jurar, que debe bastar con que digamos “si” o “no”. Esto nos hace ver el valor de respetar nuestra palabra, que es una forma de manifestar recta conducta “siempre”.

Continuó Jesús, sobre la venganza y haciendo referencia a lo que encontramos en Ex 21,24 y en Lev 24,20, dijo: «Ustedes han oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.» Y luego añadió su enseñanza sobre ese punto diciendo: «Pero yo les digo: No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos. A cualquiera que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda al que te pida prestado.» Mat 5,38-42 

Seguidamente en los versos 4345 dió una gran lección al hablar sobre el amor a los enemigos, dijo:

«También han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo.» 

Notamos con esto, la importancia de obedecer esta enseñanza, pues el premio que recibirémos al tener un corazón amoroso incluso para con aquellos que nos han hecho daño, es mucho mayor de lo que debamos esforzarnos para perdonar, sobre todo si las ofensas son grandes. 

Y termina este punto motivándonos a hacer algo que debemos tartar de realizar, lo que significa que es nuestro deber empeñarnos en ello, dijo, como leemos en el verso 48:  «Sean ustedes perfectos, como su Padre que está en el cielo es perfecto.»  Si bien podemos argumentar que es imposible que alcancemos la perfección, porque solo Dios es perfecto, esa orden dada por Jesús implica que siempre debemos hacer nuestro esfuerzo para alcanzar la perfección, porque aun cuando no lo logremos, Dios verá que tratamos perseverantemente en alcanzarla y nos premiará por ello.

A continuación como leemos en Mt 6,1;3 y 4, Jesús conociendo nuestra tendencia a mostrar lo que hacemos para que los demás vean “lo buenos que somos”, enseña sobre tres prácticas de piedad y dice: «No hagan sus buenas obras delante de la gente solo para que los demás los vean. Si lo hacen así, su Padre que está en el cielo no les dará ningún premio.» Con esto, hace ver que al obrar bien con nuestro prójimo, recibiremos premios de nuestro Padre celestial; y esto debe ser más que suficiente motivación para que actuemos misericordiosamente con los demás, como dice a continuación: «Cuando tú ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu amigo más íntimo; hazlo en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio.»

Siguiendo la misma línea de evitar que nos vean como “muy espirituales” por las obras que realizamos, dice, en relación con el ayuno: «Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas, que aparentan tristeza para que la gente vea que están ayunando. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Tú, cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien, para que la gente no note que estás ayunando. Solamente lo notará tu Padre, que está en lo oculto, y tu Padre que ve en lo oculto te dará tu recompensa

 Continuó Jesús con enseñanzas que tratan sobre situaciones que pueden llegar a ser piedra de tropiezo para nuestra vida spiritual, como sería enfocarnos en tener muchos bienes materiales, como dijo en Mt 6,19-21 y 24:

«No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Más bien amontonen riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye ni las cosas se echan a perder ni los ladrones entran a robar. Pues donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón.  Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas.»

En esa oportunidad Jesús también enseñó a orar, no solamente dijo esa oración que todos conocemos y cubre todos los aspectos importantes de nuestra vida, sino también enseñó cómo debemos orar, dijo: 

«“Cuando ustedes oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que la gente los vea. Les aseguro que con eso ya tienen su premio. Tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu premio. 

  “Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles, como hacen los paganos, que se imaginan que cuanto más hablen más caso les hará Dios. No sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que ustedes necesitan, antes que se lo pidan. Ustedes deben orar así:

‘Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra, así como se hace en el cielo. Danos hoy el pan que necesitamos. Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal. No nos expongas a la tentación, sino líbranos del maligno.’ “Porque si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, su Padre que está en el cielo los perdonará también a ustedes; pero si no perdonan a otros, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus pecados. Mt 6,5-15  

Termino el tema de hoy con la enseñanza de Jesús que debemos tomar en cuenta siempre, en toda circunstancia de nuestra vida, una enseñanza que trata de la fe y la confianza en el amor y misericordia de nuestro Padre del cielo, y de la Certeza de que Dios cuida de sus hijos. Dijo Jesús: 

“No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? 

Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves! En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora? 

 “¿Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. 

Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe! 

Así que no se preocupen, preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué vamos a vestirnos?’ Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas. Mt 6, 25-33

Termino este tema, repitiendo los últimos versos de esta enseñanza de Jesús para que, a pesar de las circunstancias adversas o desfavorables que estemos pasando o que pasemos en el futuro, nos mantengamos confiados en la providencia divina. Recordemos que estas son promesas de Jesús, por lo tanto se cumplirán: 

«No se preocupen, preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué vamos a vestirnos?’ Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas.» 

Que así sea.

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