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DEMOS CON AMOR Y RECIBIREMOS EN ABUNDANCIA

DEMOS CON AMOR Y RECIBIREMOS EN ABUNDANCIA

Mencionamos en programas anteriores el amor de Dios por nosotros sus hijos, amor que se manifiesta a través de Su provisión para todas nuestras necesidades. 

Hemos dicho que si somos seguidores de Jesús, es decir, si somos sus discípulos y buscamos conocer su vida y sus enseñanzas, y las seguimos, no debemos vivir preocupados por lo que habremos de comer, beber o vestir, pues Dios tiene cuidado de que no nos falte lo indispensable como dijo Jesús según leemos en Mt 6,31-33“Así que no se preocupen, preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué vamos a vestirnos?’ Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de Dios y en hacer lo que Dios exige, y recibirán también todas estas cosas”.  

Pero debemos poner atención que dice, que no se trata de sentarnos a esperar que las bendiciones caigan sobre cada uno sin que hagamos nada, sino de ocuparnos en hacer lo que Dios manda, esto significa que debemos conocerlo y tener una relación con Él, por medio de la oración; pero también debemos conocer cuál es su voluntad, cuáles son sus normas y mandamientos, para ello debemos conocer las Sagradas Escrituras, leerlas, estudiarlas y meditarlas, para entonces, vivir de acuerdo a lo que dice. Si lo hacemos, Él proveerá de lo que necesitemos para vivir dignamente como hijos suyos disfrutando de paz y gozo.

Cuando el Señor nos pide que pongamos nuestra atención en Su reino y en hacer lo que Él exige, se refiere a que Él quiere ser lo más importante para nosotros de tal manera que cada día nos esforzaremos en conocerlo más, así como nos esforzaremos también en “hacer Su voluntad”, por encima de nuestra tendencia a satisfacer nuestros deseos incluso nuestras necesidades, puesto que su promesa es que, si confiamos en Él, recibiremos todo cuanto necesitemos.  

La Palabra de Dios está llena de ejemplos de cómo el Señor está siempre ofreciéndonos bendición, si decidimos obedecerlo, por ejemplo: en Pro 3,6 leemos: “Ten presente al Señor en todo lo que hagas, y él te llevará por el camino recto”; esto significa que, si queremos ir por el camino de bendición que Dios tiene preparado para cada uno, debemos buscarlo primero a Él, entonces Él nos guiará.  Más adelante en Pro 16,3 dice: Pon tus actos en las manos del Señor y tus planes se realizarán”, esto significa que debemos pedir la ayuda de Dios desde la primera etapa de la planificación, para que lo que deseamos hacer, con su dirección se lleve a cabo bien. Y en Mt 11,28 Jesús dice: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar.” Esto significa que siempre y en cualquier condición que nos encontremos, aun cuando estemos cansados por haber trabajado siguiendo su dirección, podemos acudir a Él y obtendremos la respuesta que necesitemos. Ya sean nuevas fuerzas, entusiasmo renovado, descanso, paz o gozo; Él nos lo dará y nos hará sentir que está con nosotros. ¿Qué más podemos pedir?

Recordemos que Dios nos creó y nos dio el libre albedrío, que es la libertad de decidir qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Pero también nos dio leyes o normas para que, al obedecerlas, tuviéramos una vida feliz, próspera y con toda clase de bendiciones

Al hacer uso de la libertad que Dios nos dio, estamos constantemente tomando decisiones las cuales tendrán un efecto, una consecuencia, para bien o para mal según las decisiones que hayamos tomado. Como nos dice en Dt 30,15-19: “Miren, hoy les doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal, por el otro. Si obedecen lo que hoy les ordeno, y aman al Señor su Dios, y siguen sus caminos, y cumplen sus mandamientos, leyes y decretos, vivirán y tendrán muchos hijos, y el Señor su Dios los bendecirá

Pero si no hacen caso de todo esto, sino que se dejan arrastrar por otros dioses para rendirles culto y arrodillarse ante ellos, en este mismo momento les advierto que morirán sin falta, y que no estarán mucho tiempo en el país que van a conquistar después de haber cruzado el Jordán. 

En este día pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, de que les he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Escojan, pues, la vida, para que vivan ustedes y sus descendientes. 

Debemos entender que cuando dice “si no hacen caso de todo esto, sino que se dejan arrastrar por otros dioses para rendirles culto y arrodillarse ante ellos”, al decir otros dioses, se refiere a los ídolos que levantamos como lo más importante en nuestra vida, lo que ocupe el primer lugar en nuestro corazón, y que le corresponde solo a Dios, como el dinero, el poder, la fama, el trabajo o los hijos.

Nos damos cuenta entonces, que somos nosotros quienes elegimos la forma de vida que deseamos llevar, por lo tanto, eso significa que también elegimos las consecuencias de nuestras decisiones. Entonces debemos estar conscientes de ello y acudir siempre a Dios antes de realizar cualquier proyecto, por sencillo que parezca.

Si no le has abierto tu corazón al Señor y tampoco conoces sus normas, y vives bajo las leyes de la carne, el mundo y Satanás, que te dicen constantemente: “si te dan, da”; “si te conviene, hazlo”, o “hazlo con el mínimo esfuerzo” y otras muchas cosas con las que te has alejado del camino de amor que lleva a la presencia del Padre, y te mantienes de espaldas a Dios y sufriendo las consecuencias del pecado, pues en Jn 10,10ª Jesús dijo al respecto: “El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir.” Notamos que, si actuamos guiados únicamente por nuestros sentimientos y emociones, esa forma de vida nos llevó a sembrar cosas que, a su tiempo produjeron frutos amargos.  Por ejemplo: si hemos dicho lo que pensamos, sin medir las consecuencias o el efecto que nuestras palabras o la forma en que las decimos, puede haber producido en quienes recibieron esas palabras: resentimientos, odios o rechazo hacia nosotros, entre otras cosas.  

Pero, al invitar a Jesús a ocupar el centro de nuestro corazón, comenzamos a descubrir la Verdad que el Espíritu Santo nos revela, descubrimos a un Dios que nos ama y que quiere nuestro bien siempre, y empezamos a entender que Su manera de ser y de pensar son muy distintas a la nuestra, como El Señor dice en Is 55,8-9Porque mis ideas no son como las de ustedes, y mi manera de actuar no es como la suya. Así como el cielo está por encima de la tierra, así también mis ideas y mi manera de actuar están por encima de las de ustedes”. 

 

Entonces, encontramos que las leyes de Dios son opuestas a lo que nos dicen nuestros tres enemigos; nuestra carne, el mundo y Satanás. Por ejemplo, en Lc 6,38 Jesús dice: “Den a otros, y Dios les dará a ustedes.  Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta”Esta ley significa que cada vez que damos a los demás, Dios nos lo devolverá con creces, en abundancia, pues en la Palabra de Dios “dar” es comparado con “sembrar” y en la 2 Cor 9,6 San Pablo nos dice:Acuérdense de esto: El que siembra poco, poco cosecha; el que siembra mucho, mucho cosecha.”

Cuando se siembra una semilla, ésta germina, crece y produce un fruto.  Entonces, si sembramos cosas buenas, recibiremos y disfrutaremos una cosecha de cosas buenas, de bendiciones.  En 2 Cor 9,10-11 San Pablo dice: “Dios, que da la semilla que se siembra y el alimento que se come, les dará a ustedes todo lo necesario para su siembra, y la hará crecer, y hará que la generosidad de ustedes produzca una gran cosecha.  Así tendrán ustedes toda clase de riquezas y podrán dar generosamente”. Como leemos, no sólo cosecharemos bendiciones, sino que éstas serán abundantes y podremos dar nuevamente a quienes estén necesitados. Entonces podremos ser un canal de bendición permanente para nuestro prójimo.

Por eso la Palabra de Dios nos manda a dar, a sembrar, pero, ¿cómo lo debemos hacer?  

  • Primero obedecer Su Palabra, que nos transmite Su voluntad, y hacerlo sin interés de lo que podamos recibir a cambio.
  • Y de acuerdo a lo que San Pablo nos dice en 2 Cor 9,7ª “Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazónEntonces, demos lo que nuestro corazón nos dicte, sin dejarnos llevar por lo que la mente decida, pues es más difícil que la mente acepte desprenderse de lo que tenemos en el bolsillo. 
  • Y cuando demos, debemos hacerlo con gusto, con gozo, no a la fuerza, como dice la segunda parte del verso: “y no de mala gana o a la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría.”

También podemos dar o sembrar buena semilla:

  • Dándonos nosotros mismos a los demás en servicio de amor: ofreciendo nuestro trabajo, nuestros conocimientos, nuestro tiempo para orar o interceder por los demás o simplemente para escuchar.
  • También siendo misericordiosos y comprensivos con quienes lo necesiten, realizando obras de misericordia, tanto espirituales como corporales.
  • Además, bendiciendo verbalmente al prójimo, especialmente a nuestros familiares, incluso a quienes nos han causado algún daño. Y hacerlo no como una fórmula para saludar, sino como una amorosa manifestación del deseo que brota de nuestro corazón, de que Dios bendiga a las personas.
  • Y también podemos sembrar, compartiendo nuestros bienes: “dando ofrendas o limosnas”, “ayudando al necesitado” dentro de nuestras posibilidades; y “cumpliendo con dar el diezmo”, es decir, el diez por ciento de lo que recibas, como dice Dios en Mal 3,10: Traigan a mi templo sus diezmos, y échenlos en el cofre de las ofrendas; así no les faltará alimento. Pónganme a prueba en eso, a ver si no les abro las ventanas del cielo para vaciar sobre ustedes la más rica bendición. Entonces, si quieres recibir bendiciones abundantes del Señor, no te apegues a las cosas materiales, dale a Dios su parte de lo que te ha permitido tener y comparte generosamente de lo que tienes con tu prójimo necesitado.

Para hacer todo esto se necesita amor, porque sólo quien ama verdaderamente puede sembrar buena semilla. Entonces, hazlo todo con amor y obtendrás frutos agradables. San Pablo lo dice claramente “Si hablo las lenguas de los hombres y aun de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Y si tengo el don de profecía, y entiendo todos los designios secretos de Dios, y sé todas las cosas, y si tengo la fe necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada. Y si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y aun si entrego mi propio cuerpo para tener de qué enorgullecerme, pero no tengo amor, de nada me sirve.” 1Co 13,1-3

Ahora bien, puede ser que nos hayamos pasado la vida haciendo el bien por los demás y que jamás nos lo hayan agradecido o que aún no hayamos cosechado buen fruto.  El Señor quiere que tengamos presente que todo el bien que hemos hecho, aunque haya pasado desapercibido para quienes nos rodean, Él sí lo ha tomado en cuenta, y tenemos Su promesa de que tarde o temprano cosecharemos abundante bendición, como dice en el Sal 126,5-6 “Los que siembran con lágrimas, cosecharán con gritos de alegría. Aunque lloren mientras llevan el saco de semilla, volverán cantando de alegría, con manojos de trigo entre los brazos.”

Puede ser que después de escuchar esto, hayas descubierto que en tu vida no has sembrado buena semilla. Si es así, no debes quedarte con el sabor amargo en tu boca, hoy puedes pedirle al Señor que te perdone y que te ayude a comenzar a ser desprendido y a hacer el bien. Así se cumplirá en tu vida su promesa que está en Is 43,18-19 “Ahora dice el Señor a su pueblo (te lo dice a ti que perteneces a su pueblo): “Ya no recuerdes el ayer, no pienses más en cosas del pasado. Yo voy a hacer algo nuevo, y verás que ahora mismo va a aparecer. Voy a abrir un camino en el desierto y ríos en la tierra estéril.” Se refiere a que tu vida, sin frutos, la va a transformar para tu propio bien y también de los demás en una vida fructífera de bendiciones abundantes.

Dice en Job 22,24-25: “Si miras, aun el oro más precioso, como si fuera polvo, como piedras del arroyo, el Todopoderoso será entonces tu oro y tu plata en abundancia.” Entonces, si dejamos de ver al oro, las riquezas y las cosas materiales como lo más importante, y nos volvemos a Dios, que es nuestro verdadero tesoro, y con amor nos entregamos a servir y sembramos en la vida de los demás, nuestro buen Padre nos compensará, pues prometió proveernos, como leemos en Joel 2,23-25 donde dice Dios:  ¡Alégrense ustedes, habitantes de Sión, alégrense en el Señor su Dios! Él les ha dado las lluvias en el momento oportuno, las lluvias de invierno y de primavera, tal como antes lo hacía. Habrá una buena cosecha de trigo y gran abundancia de vino y aceite. Yo les compensaré a ustedes los años que perdieron a causa de la plaga de langostas, de ese ejército destructor que envié contra ustedes.” 

Así que, a partir de hoy, actúa de acuerdo a lo que el Señor tu Dios te manda en las Escrituras Sagradas, y mira al frente, hacia Jesús, quien te llevará por el camino de bendición, por el camino que lleva al Padre para que disfrutes de su presencia por la eternidad.

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