COMO LLEGAR A LA PRESENCIA DE DIOS
En las Sagradas Escrituras encontramos las instrucciones de Dios para que vivamos bien, nos indica qué es lo que nos conviene y lo que no, hasta nos recomienda que sigamos esas instrucciones para vivir con sus bendiciones, también encontramos cuáles son esas bendiciones y cuales son las maldiciones que pueden caer sobre nosotros si no vamos por el camino que se nos muestra como de bendición. Todo el contenido de las Escrituras Sagradas es entonces para nuestro beneficio, y el máximo beneficio, la mayor bendición que podemos llegar a tener, es llegar a la presencia de Dios. Y si leemos detenidamente, también encontraremos las instrucciones que Dios nos dejó para que alcancemos esa meta, como dije en el tema anterior sobre la santidad a la que hemos sido llamados, y aun cuando todo el contenido de la Biblia nos conduce a ese fin, hay puntos específicos que nos instruyen para que nos preparemos y vivamos de acuerdo a esas instrucciones, tal es el caso del Sal 15, en donde el rey David, luego de meditar sobre el amor y la misericordia de Dios y su justicia se pregunta y también responde:
«Señor, ¿quién puede residir en tu santuario?, ¿quién puede habitar en tu santo monte?
Solo el que vive sin tacha y practica la justicia; el que dice la verdad de todo corazón; el que no habla mal de nadie; el que no hace daño a su amigo ni ofende a su vecino; el que mira con desprecio a quien desprecio merece, pero honra a quien honra al Señor; el que cumple sus promesas aunque le vaya mal; que presta su dinero sin exigir intereses; el que no acepta soborno en contra del inocente. El que así vive, jamás caerá.»
Ahora, para un mejor aprovechamiento del contenido de este salmo, analicemos sus partes, dice el verso 1: «Señor, ¿quién puede residir en tu santuario?, ¿quién puede habitar en tu santo monte?»
Con esto quiso decir; ¿quién puede vivir contigo, estar en tu presencia? Esto significa alcanzar el máximo anhelo de una persona, que es estar en la presencia de Yahveh, nuestro Dios y Señor.
Y en el verso 2 se responde: «Solo el que vive sin tacha y practica la justicia; el que dice la verdad de todo corazón». Vivir sin tacha significa no tener nada que nos puedan reprochar, nada que nos puedan señalar como malo, no tener nada de lo que nos avergoncemos. Y practicar la justicia significa que, antes que nada, debemos conocer la ley, la ley de Dios, es decir, lo que es justo, porque al desconocer la ley no se puede actuar de acuerdo a ella. Pero, no basta con conocerla, debemos actuar de acuerdo a ese conocimiento, porque puede darse, que actuemos con buena intención, pero si desconocemos la ley, podríamos actuar en contra de ella.
Por ejemplo, un conductor que, por desconocimiento, conduce en una calle contra la vía y recibe una multa por ello, no puede evitar esa multa alegando desconocimiento, pues es su obligación conocer las normas y reglamentos que están establecidas para protección de todos.
Recordemos que la ley está para cumplirla. Si vivimos de acuerdo a ella, disfrutaremos de armonía y de paz. Sobre todo en el caso de las leyes de Dios, debemos ir más allá, debemos también colaborar para que los demás conozcan la ley y vivan de acuerdo a ella. Al respecto encontramos en el evangelio de San Mateo una motivación muy especial, dice en 5,19b “El que los obedece y enseña a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos.” Así que debemos conocer la ley para poder cumplirla, pero también enseñarla a los demás; y esto va tanto para la ley de Dios como para la de los hombres, ya que el Señor Jesús nos enseñó que aunque se debe obedecer a Dios antes que a los hombres, también debemos cumplir y obedecer la ley de los hombres. (Lc 20,25 y Hch 5,29)
Continúa el Salmo 15, que en el verso 3 nos muestra las características de quien puede estar en la presencia de Dios. Dice: «el que no habla mal de nadie; el que no hace daño a su amigo ni ofende a su vecino»; Esto nos toca de manera especial pues somos dados a hacer señalamientos negativos y críticas de los demás; de lo que dicen, de lo que hacen o de lo que dejan de hacer. Y no solamente nos quedamos con la crítica, con nuestros comentarios negativos, con los chismes y las mentiras que hacemos circular, y hasta con repetir lo que nos dicen, sin que tengamos certeza de que sea cierto, o aun cuando lo sea, los ofendemos y dañamos sus sentimientos y lo que es peor, manchamos la reputación de las personas. Esa forma de actuar, no es sino la manifestación de que nos estamos dejando manejar por el diablo al volvernos transmisores de mensajes de destrucción de la paz y la armonía.
Debemos tener en cuenta que este punto es tan importante que Jesús enseñó en contra del hablar mal de los demás y del castigo que recibirá quien lo haga cuando dijo «cualquiera que insulte* a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Pero cualquiera que lo maldiga* quedará sujeto al juicio del infierno.*.» Mt 5,22.
Y también Stg trató sobre esto cuando escribe en 4,11 de su carta: «Hermanos, no vayáis por ahí murmurando los unos de los otros, porque el que murmura de su hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley de Dios y juzga a esa ley, que ordena amar al prójimo. Nuestro deber no es ser los jueces de la ley, sino obedecerla.»
Y también San Juan enseña al respecto cuando escribe en 1Jn 2,9 «El que dice que anda en la luz, pero odia a su hermano, sigue estando en tinieblas.»
Por ello debemos aprender a dominar nuestra lengua, ya que así podremos llegar a ser personas perfectas, como nos anima Stg 3,2 cuando dice: «Todos ofendemos con la palabra muchas veces; y si alguien no ofende con su palabra, es una persona perfecta, capaz de dominar todo su cuerpo.»
Pero la enseñanza de Jesús, nuestro Señor, va más alla, pues si nosotros, los que somos sus discípulos, sus seguidores, somos los ofendidos, Él nos dice «Cuida tu comportamiento con los demás: si tu hermano te ofende, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si te ofende siete veces en el mismo día y siete veces te pide perdón, perdónalo.» Lc 17, 3 y 4.
Volvemos al Salmo y dice en el Sal 15,4 que puede llegar a la presencia del Señor «el que mira con desprecio a quien desprecio merece, pero honra a quien honra al Señor; el que cumple sus promesas aunque le vaya mal»;
Se refiere a despreciar al impío, al malvado, al criminal, al perverso, al hombre que olvida que es una criatura y que Dios es el Creador, y que, dispuesto a pisotear sañudamente la ley para gratificar su anhelo y orgullo egoístas, y que por su insolencia, y pensamientos ambiciosos, olvida su humanidad y pretende igualarse a Dios alzándose contra Él y contra los demás hombres, siendo entonces esta conducta pecado por ser una manifestación de “amor de sí que llega hasta el desprecio de Dios”. Quien así se comporta, y no cambia su conducta al señalarle su mal actuar, merece nuestro desprecio, pues por esta exaltación orgullosa de sí, su pecado es oponerse al ejemplo y enseñanzas de Jesús, que realizó la salvación por medio de su sacrificio hasta la muerte en la cruz, como dice San Pablo en Flp 2,6-9.
Ya en el AT se presenta esta situación cuando dice Pro 18,3 «Cuando un hombre perverso llega a la profundidad del mal, vergüenza, deshonra y el reproche caen sobre él.» y por el contrario, quien es respetuoso de las leyes de Dios y sigue las enseñanzas de Jesús es similar al salmista que dice en Sal 119,22 «Aparta de mí el insulto y el desprecio, porque observo tu instrucción.»
Y como dice el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: “Cristo, con la fuerza de su misterio pascual, libera al hombre del amor desordenado de sí mismo, que es fuente del desprecio al prójimo y de las relaciones caracterizadas por el dominio sobre el otro; Él revela que la libertad se realiza en el don de sí mismo, pues con su sacrificio en la cruz, Jesús reintegra al hombre a la comunión con Dios y con sus semejantes.”
Pero, debemos honrar a quien esta en communión con Dios y vive de acuerdo a sus normas, enseñanzas y mandamientos, a quien cumple sus promesas, aunque salga perdiendo, quien mantiene su palabra aunque salga perjudicado.
Y termina la cita con el versículo 5 diciendo que llegará a la presencia del Señor «el que presta su dinero sin exigir intereses; el que no acepta soborno en contra del inocente.» Esto significa que el que se comporta así, sin poner sus ojos en el dinero, en las cosas materiales y que se mantiene fiel a la verdad y respalda y defiende a los inocentes, a los necesitados; ese vivirá siempre seguro, permanecerá firme, nadie jamás le hará vacilar, jamás perecerá, no será perturbado, jamás caerá. Sólo el que lleve una vida así podrá estar siempre cerca de Dios.
Esta última motivación es importante, pues el dinero y las cosas materiales son una de las mayores tentaciones con las que debemos enfrentarnos, pero si hemos caído en esa tentación o en alguna de las otras situaciones que nos presenta el Sal 15, no debemos quedarnos con la idea de que no podremos ver a Dios, pues debemos también recordar que Jesús dejó instituído el Sacramento de la Reconciliación, por el cual, al confesar nuestros pecados ante uno de sus ministros asignados para reconciliarnos con Dios, los sacerdotes, nos encontraremos nuevamente en el camino que nos llevará a su presencia, siempre y cuando nos mantengamos actuando conforme a sus normas, mandamientos y enseñanzas. El libro de Job en 22,21-30 que me parece una joya que debemos mantener en mente, nos provee una motivación muy clara mostrándonos esos elementos ahí leemos:
«Ponte de nuevo en paz con Dios, (confiésate) y volverás a tener prosperidad.
Deja que él te instruya, grábate en la mente sus palabras. (lee, medita y estudia las Sagradas Escrituras ahí encontrarás lo que Dios te pide y te ofrece)
Si te humillas, y te vuelves al Todopoderoso, y alejas el mal de tu casa, (el pecado) y si miras aun el oro más precioso como si fuera polvo, como piedras del arroyo, el Todopoderoso será entonces tu oro y tu plata en abundancia. (Dios es todo lo que necesitamos, Él es nuestro proveedor como dice Jesús en Mt 6,31-33: «No se preocupen, preguntándose: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué vamos a vestirnos?’ Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial que ya sabe que las necesitan. Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas.»
Continúa el libro de Job diciendo: el Todopoderoso será entonces tu oro y tu plata en abundancia Él será tu alegría, y podrás mirarlo con confianza. Si le pides algo, él te escuchará, (es decir podrás orar con la confianza de que te escucha te responderá) y tú cumplirás las promesas que le hagas. Tendrás éxito en todo lo que emprendas;la luz brillará en tu camino. (porque serás guiado por sus enseñanzas que se encuentran en la Biblia)
Porque Dios humilla al orgulloso y salva al humilde. Él te librará, si eres inocente, si estás limpio de pecado.»
Y volviendo al Sal 15, David lo remata con fuerza diciendo: «El que así vive, jamás caerá.» Entonces, vivamos con perseverancia y firmeza las normas mencionadas para mantenernos en el camino que nos llevará a la presencia de Dios pues como afirmó nuestro Señor Jesús según leemos en Mt,5,8: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios.”
Que así sea para honra y Gloria de Dios y para tu bendición.