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DIOS MANIFIESTA SU AMOR EN TODO

DIOS MANIFIESTA SU AMOR EN TODO 

Hemos mostrado en los programas anteriores, por el sacrificio de Cristo, el gran amor de Dios Padre a la humanidad, y con este tema brindaré más información que confirmará su amor por nosotros para que te vuelvas a Jesús y le reconozcas como tu Salvador y tu Señor, y vivas de tal manera que le muestres, en todo cuanto hagas, tu agradecimiento y reconozcas que, por su Sacrificio en la cruz, con el que nuestros pecados fueron perdonados, fuimos liberados de la esclavitud del pecado, por lo que le debemos obediencia, pues todo cuanto Él nos pide, es para nuestro bien y el de nuestro prójimo. 

Dijo Jesús a sus discípulos: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia.  El que crea y sea bautizado, obtendrá la salvación; pero el que no crea, será condenado. Ellos salieron a anunciar el mensaje por todas partes; y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas.” Mc 16,15.16 y 20.  Dijo Jesús, que desea que todos nos salvemos y disfrutemos de la vida que Él vino a darnos, la vida eterna; que quien no crea será condenado, refiriéndose a que deberá pagar el castigo que su pecado merezca, y San Pablo explica la razón en Ro 6,23: “Porque la paga del pecado es la muerte, mientras que el don de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.” Esto significa que obtendremos esa promesa de vida eterna al reconocer que, por el sacrificio de Cristo, hemos sido librados del castigo que merecíamos por haber ofendido a nuestro Creador con nuestros pecados.

Pero la verdad que no debemos olvidar aun cuando nos encontremos solos, enfermos o con dificultades, pues esa verdad es la diferencia entre vivir en paz, animado y feliz o con odios y rencores, apagados, deprimidos, desanimados y tristes es que Dios nos ama. Dios mismo es quien enseña esta verdad en las Sagradas Escrituras, en donde se describe a sí mismo como el Dios amoroso, “…Porque Yo Soy el Señor tu Dios, Dios celoso que trato con amor por mil generaciones a los que me aman y cumplen mis mandamientos“. Dt 5,10: Fijémonos en las condiciones: nos tratará con amor por mil generaciones si lo amamos y cumplimos sus mandamientos. Esto significa que no obedeceremos sus Mandamientos, normas y enseñanzas, por obligación o por temor al castigo, sino como manifestación de nuestro amor.

Moisés le recuerda al pueblo de Israel, que Dios, les hizo la promesa a Abraham, Isaac y Jacob de hacerlos libres, y con los diez mandamientos dio las instrucciones de conducta a seguir, para ser bendecidos y tratados con amor. 

Eso tiene validez desde aquel momento, tanto para el pueblo escogido por Dios, como para nosotros que, al reconocer a Cristo como nuestro Salvador y aceptar el nuevo pacto que hizo al entregarse a la muerte en la cruz, hemos sido injertados a su pueblo, como sarmientos a la Vid verdadera, como dice Ro 6; y más que eso, como dice Jn 1,12  “A quienes lo recibieron y creyeron en él, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios”, por lo que también nosotros debemos cumplir con sus mandamientos, para que seamos tratados por Él, con amor por mil generaciones.

 Con la venida de Jesucristo, pudimos conocer el amor de Dios en su máxima expresión, como dice Jn 3,16: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que en El crea no perezca, sino que tenga vida eterna.”  Al decir que Dios dio a su Hijo único, se refiere a que lo envió para que fuera el cordero que se sacrificaría por nosotros en la cruz.

Por eso, quien nos ayuda a salir de nuestra vida desordenada, fuera de la voluntad de nuestro Padre, es Jesús. Él nos saca de nuestra vida de esclavos del pecado, y nos da libertad, como dice el Dt 7,8: “El Señor los sacó a ustedes de Egipto, donde ustedes eran esclavos, y con grande poder los libró del dominio del faraón porque los ama y quiso cumplir la promesa que había hecho a los antepasados de ustedes”. Egipto representa nuestra vida esclavizada por el pecado y el faraón simboliza a Satanás que nos inducía al mal, y de eso nos liberó Jesús.

Algo más, si hemos sentido tristeza, soledad, insatisfacción, ansiedad, o algún otro sentimiento malo, debemos comprender que eso sucede porque lo único que nos satisface plenamente es “el Amor de Dios”. Su amor es lo único que llena nuestra necesidad de sentirnos amados y aceptados, y no podemos sentirlo si estamos en pecado, porque es un rechazo a Dios por preferir agradar a nuestra carne y dejarnos llevar por el mundo y Satanás, nuestros tres enemigos.

Y ese sentimiento de falta de amor de Dios en todo el mundo, se da porque el término amor ha sido mal empleado y ese error nos lleva a pecar, pues se le llama amor, a muchas cosas que no lo son, pero hoy hablaré del amor por excelencia, el que satisface plenamente.

Debemos comprender que nadie puede vivir plenamente sin el verdadero amor, el amor ágape, el amor de Dios.  El sufrimiento del ser humano es un síntoma del vacío interior que resulta de la falta de Dios en su vida. Pues como nos dice el Gn.1,27-2,7 el hombre fue creado por Dios y para Dios, para vivir plenamente con la cálida protección de Su amor. 

Los humanos, representados por Adán, perdimos nuestra relación con Dios Padre por su pecado, y conservamos una nostalgia, un gran vacío que intentamos llenar de muchas maneras, pero nada de ello nos satisface, sin embargo, Dios se nos presenta y nos invita a volvernos a Él por medio de Jesucristo, pues por mucho que nos hayamos apartado de Dios, sigue amándonos porque Él no cambia y aunque aborrece el pecado, ama al hombre, aunque sea pecador. Por eso, aunque le fallemos muchas veces, no nos rechaza. En Jr 31,3 nos dice: “Yo te he amado con amor eterno”.  Esto significa que nos ama desde siempre y para siempre.

Sin embargo, como hemos dejado de lado lo espiritual, para darle importancia a lo material o sentimental, es decir, a lo que podemos ver, tocar y sentir; podemos tener una objeción sobre el amor de Dios y decir: “Creo en Dios, pero no siento Su amor.” 

Creer en Dios no es suficiente. Santiago, refiriéndose a este punto escribió: “Tú crees que hay un solo Dios, y en esto haces bien; pero los demonios también lo creen, y tiemblan de miedo. No seas tonto, y reconoce que, si la fe que uno tiene no va acompañada de hechos, es una fe inútil.” Stg 2,19-20. Esto significa que creemos en Dios si lo manifestamos con nuestros hechos y obediencia a sus mandamientos y enseñanzas

Y hago esta aclaración, pues hay personas que tienen su propia imagen de Dios. Algunos se imaginan a Dios como un policía listo para castigar nuestras faltas. Para otros Dios es un contador, que lleva el balance de actos a favor y en contra, según sean buenos o malos, para sacar al final, el premio o el castigo que merezcan según el balance. 

Algunos se imaginan a Dios como un bombero y acuden a Él solamente en caso de emergencia o necesidad, pero se olvidan de Él en cuanto ésta haya pasado.

Otros imaginan a Dios como un viejecito bueno, tolerante y consentidor, que permite hacer lo que se quiera. Y hay quienes lo ven como el creador de todo lo que existe, pero que luego de crearlo todo, se desentendió de su obra, y que no quiere intervenir en la vida de las personas.

Otros más, se imaginan a Dios como una fuerza, una energía sin personalidad ni voluntad. 

Hay personas que tienen la idea que Dios es un vendedor, que pide y acepta sacrificios, o dinero o rituales a cambio de sus favores; otros más lo ven como un patrón que da el salario que se merecen sus trabajadores, y algunos tienen la idea de un Dios de plasticina, al que moldean a su modo y conveniencia

También hay algunos que tienen a Dios como una imagen del padre terrenal, que, por estar fundamentada en la experiencia personal, puede ser buena o muy mala

Pero Dios no es nada de eso, y la respuesta la iremos encontrando mientras avanzamos en el tema.  

Ahora contestaremos lo que dice la Biblia sobre Quién eres tú para Dios

En el Gn1,26 dice Dios Trino: “Hagamos al hombre. Se parecerá a nosotros” y en el c.2,7 dice: “Y sopló en su nariz y le dio vida.” Por lo que podemos concluír que tú querido oyente, eres Único e irrepetible, porque fuiste moldeado por Dios, a Su imagen y Él te dio el aliento de vida. Te formó como dice el Sal 139,13: “Porque Tú creaste mis entrañas, Tú me entretejiste en el vientre de mi madre.”  

Y te conoce por tu nombre, como enseña Jesús en Jn 10,3, en donde refiriéndose a Él mismo dice: “el pastor llama a cada oveja por su nombre.”

 Dios te creó para que tuvieras con Él, una relación de Padre–Hijo. Jesús nos enseñó esta relación cuando dijo: «Ustedes deben orar así: Padre nuestro que estás en los cielos…” Mt 6,9 

 Y fuiste creado para ser eterno, como dice Tit 1,2: con la esperanza de vida eterna, prometida desde toda la eternidad por Dios que no miente”, pero también te creó con libertad, para que decidas si recibes Su amor o lo rechazas, como nos dice el Dt 11,26 “En este día les doy a elegir entre bendición y maldición.” Y este punto es tan importante que lo repite en el c 30,15: “Hoy les doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal, por el otro.” Y en el c 30,19: “En este día pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, de que les he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Escojan, pues, la vida, para que vivan ustedes y sus descendientes.”  Al final de esta cita vemos otra manifestación del amor de Dios cuando nos hace ver que, a pesar que nos deja libertad para elegir el camino, Él desea que tomemos la decisión de tomar aquel que nos lleva a la vida, pues, aunque quiere y puede intervenir en tu vida, solamente lo hará si tú se lo permites, ya que respeta tu voluntad, el libre albedrío que Él mismo te dio como un regalo.

Ves, pues, que tú eres especial para Dios, que no eres un accidente, ni el producto de una ley natural, ni el resultado de un descuido de tus padres, ni un simple miembro mas de la raza humana, y tampoco eres desechable. Eres tan especial para Dios, que quiere tu Salvación eterna, darte abundantes bendiciones, llenarte de la poderosa presencia del Espíritu Santo para darte los dones que describe Is 11,1-2dones de: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios; y también otros que describe San Pablo en Gal 5,22-23, dones de amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Los primeros, para que tengas una buena relación con Dios, y por consiguiente una vida victoriosa y abundante de paz y gozo, como dijo Jesús: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.Jn10,10b. Y los dones mencionados por San Pablo, son instrumentos espirituales para trabajar al servicio de los demás.

Al referirme a vida en abundancia, no me refiero a vida con muchos bienes materiales o riquezas, aunque también eso puede darte el Señor ya que Él es el dueño del oro y la plata (Ageo 2,8) pero el entendimiento y la sabiduría, la paz, el amor, la salud, el gozo, la libertad, el poder para romper tus cadenas, la autoridad para rechazar el mal, la vida eterna y muchas otras cosas, que Dios quiere darte por amor, valen mucho más que el oro y la plata.

Pero la más grande muestra del amor de Dios la encontramos en Jn 3,16-17 que dice: “Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en El no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.” y dio a su hijo para que, como el cordero perfecto Jn.1:29, fuera sacrificado en la cruz, para pagar por todos nuestros pecados. Tomó nuestro lugar y murió en la cruz, pero también resucitó, dándonos con su victoria sobre la muerte, la manifestación de Su poder contra ella y una vida en abundancia, con nuestros pecados perdonados, lavados por su preciosa sangre derramada durante su pasión aceptada voluntariamente por amor a cada uno de nosotros; vida nueva que podemos disfrutar gracias a El, gracias a Su sacrificio.

Pero no basta con que haya pasado por una terrible pasión, que haya muerto y luego resucitado. No, para que podamos disfrutar de esas bendiciones, debemos cumplir algunas condiciones. Dice en el  Sal 103,17a “El amor del Señor es eterno para aquellos que le honran.” Aquí la condición es Honrarlo.

 En Hch 3,19 dice: “Arrepiéntanse, pues, y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados.” Así se cumplirá con la promesa que Dios había dado por medio de los profetas. Éste es el llamado que hacía Juan el Bautista y encontramos en Mt 3,2, Mr 1,4 y Lc 3. Con tantas veces que se repite este llamado, vemos la importancia de que nos arrepintamos y nos volvamos a Dios dejando atrás el pecado para que el sacrificio de Cristo nos salve, nos reconcilie con el Padre y seamos limpios de pecado.

Pero es necesario que tengamos fe. “Dios nos libra de culpa por medio de la fe en Jesucristo y lo hace por igual con todos los que creen.” Ro 3,22. Más aún, debes reconocer a Jesucristo como tu Señor y Salvador, entonces serás salvo. Ro 10,9 y el v 13 añade: “Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará, pero, invocar Su nombre implica creer en Él como el Señor poderoso que otorga el perdón y salva; es decir debemos poner nuestra fe en acción, como dice Santiago, y reconocer que, por amor, y por medio del sacrificio, Cristo puso la salvación a nuestro alcance. 

Otras muestras del amor de Dios por ti son: que envió al Espíritu Santo, que Jesús mismo se quedó en la Eucaristía, que dejó a la Virgen María, no solamente como madre, sino como ejemplo de obediencia a la voluntad divina; y te muestra Su amor actuando en ti, sanándote espiritual, emocional y físicamente; librando tu vida del poder del mal, saciando tu sed espiritual y llenando tu necesidad de amor, para que con todo esto, lleves una vida victoriosa.

San Pablo presenta más manifestaciones del amor de Dios cuando dice en Ef 2,4-5a “Pero Dios es tan misericordioso y nos amó tanto, que nos dio vida juntamente con Cristo cuando todavía estábamos muertos a causa de nuestros pecados.” 

Y el Ap 1,5b nos confirma que “Cristo nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados derramando su sangre.” 

En Jn 15,9-10 y 12 Jesús nos dice una vez más: “Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mi; permanezcan, pues, en el amor que les tengo. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.” Así que mantengámonos firmes en su voluntad para gloria suya y bendición nuestra. 

Nos damos cuenta entonces ,que Dios no es un policía, ni un contador, ni un bombero, tampoco es un viejecito bueno, o el creador de todo que se desentendió de su obra, no es una energía sin personalidad ni voluntad, tampoco un vendedor o un patrón, y no es de plasticina, ni tiene la imagen del padre terrenal. Podemos entonces decir con toda convicción, como San Juan, que Dios es Amor. 

“Te pido Padre celestial, que los oyentes de este programa conozcan tu amor, que sientan tu amor, que es mucho más grande de cuanto podamos conocer, y que así, estén completamente llenos de Ti, y te obedezcan y sigan tus enseñanzas y hagan todo para agradarte, para honrarte y glorificar tu santo nombre” Que así sea.

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