LA ASCENCIÓN DE JESÚS AL CIELO
Durante los últimos días que Jesús estuvo con sus discípulos, después de su resurrección, confirmó, amplió y proporcionó nueva información, para prepararlos y continuaran con la labor de dar a conocer el mensaje de salvación.
Hoy, vamos a hacer un análisis de algunos versos, de la última parte del evangelio de San Lucas y del principio de los Hechos de los Apóstoles para entender cómo, aún en el momento mismo de partir hacia el Padre, Jesús continuaba motivando a los suyos para que llevaran a cabo la misión para la cual los preparó durante tres años. Vamos a analizar algunos de los temas que nos presenta esta etapa de la vida del Señor, con la esperanza de que serán de gran bendición.
Esas últimas instrucciones de Jesús a sus discípulos, son muy importantes, por lo que, para tener una vida plena, debemos hacer nuestras esas enseñanzas, así como obedecer las órdenes de Jesús con el E.S. como respaldo, como protector y guía, ya que el Señor nos llama a que continuemos con su labor y transmitamos a todos la buena nueva. Para hacerlo, debemos conocer lo que dicen las Sagradas Escrituras. Y hoy, para conocer un poco más de ellas, nos enfocaremos en dos segmentos de la misma, el primero, el capítulo 24 del evangelio de San Lucas, versos 36-53.
Para ubicarnos en la secuencia histórica, esta cita corresponde al momento de la narración de los discípulos de Emaús que se encontraron con Jesús en el camino. Analicemos algunas partes de la cita. Dice el v.36 “Estaban hablando todavía de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo: Paz a ustedes”
Ese es un saludo tradicional judío, pero en estas circunstancias adquiere un sentido más profundo, San Juan en 14,27 de su evangelio, al narrar el momento, amplía este concepto para que comprendamos su significado, allí Jesús dice: “Les dejo la paz. Les doy mi paz, pero no se la doy como la dan los que son del mundo. No se angustien ni tengan miedo” y eso significa que Él nos da la integridad, la plenitud del cuerpo, la felicidad perfecta y la liberación de las ataduras de pecado, por lo que no debemos temer nada.
En el verso 40 San Lucas menciona que Jesús enseña sus manos y pies porque él escribía su evangelio para los griegos, y estos consideraban absurda la idea de la resurrección, por ello insiste, con este testimonio, en la realidad física del cuerpo de Jesús resucitado.
En el verso 44, dice Jesús: “Lo que me ha pasado es aquello que les anuncié cuando estaba todavía con ustedes: que había de cumplirse todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos.” Por la forma en la que este verso está redactado, pareciera que todo ocurrió el mismo día de la resurrección, pero, mas adelante, en la ampliación que hiciera Lucas al describir lo sucedido en Hch 1,3, menciona que fueron cuarenta los días que el Señor estuvo entre los suyos luego de haber resucitado.
Seguimos con el evangelio de Lc 24. Leemos en el v,49 que Jesús dijo: “Y yo enviaré sobre ustedes lo que mi Padre ofreció…” refiriéndose al Espíritu Santo. Y con esto termina el evangelio según San Lucas.
El segundo segmento de las Escrituras que analizaremos es el capítulo uno del libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito también por Lucas, llamado también el evangelio del Espíritu Santo, con el cual se quiere mostrar que la historia de Jesús no terminó con su muerte, resurrección y ascensión al cielo, porque Él sigue actuando entre los hombres.
En el inicio de Hch, Lucas se refiere al Evangelio que él escribió y en el verso 2 subraya la acción del Espíritu Santo en los comienzos de la misión de los apóstoles, de igual manera que sucedió en el inicio del ministerio de Jesús, para mostrarnos que es por el Espíritu Santo que se pudo llevar a cabo y se sigue llevando a cabo la misión de dar a conocer el plan de salvación, es decir presentar a Jesús, el hijo de Dios y su obra redentora.
En el v 3 narra que Jesús les estuvo dando muestras de que verdaderamente había resucitado y les estuvo hablando del Reino de Dios, que será el gran tema de la predicación de los apóstoles, como lo había sido en la predicación de Jesús.
En el verso 4 Lucas traslada lo que él cree: que Jerusalén, al ser el punto inicial de la misión universal, es también el centro predestinado de la obra de salvación, el punto terminal de la misión terrestre de Jesús.
En el verso 5 menciona el bautismo en el Espíritu, que había sido anunciado ya por Juan el Bautista, que fue prometido por Jesús, y que se realizaría en la efusión de Pentecostés; y aunque después, los apóstoles, conforme a la orden de Cristo, seguían administrando el bautismo de agua como rito de iniciación al Reino mesiánico, pero lo conferían en el nombre de Jesús y por la fe en la obra realizada por Cristo, dispondrán en lo sucesivo del poder eficaz de perdonar los pecados y de dar el Espíritu Santo, como describe Hch 2,38, que narra la primera intervención de Pedro luego de Pentecostés, allí dice: “Pedro les contestó: Vuélvanse a Dios y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo, para que Dios les perdone sus pecados, y así Él les dará su Espíritu Santo.” Con esto, Pedro llama “a convertirnos, a dejar nuestra vida de pecado y volvernos a Dios para caminar según su voluntad, según las enseñanzas que encontramos en las Sagradas Escrituras”; nos llama, de igual manera, a bautizarnos, que es el rito mediante el cual uno reconoce que muere a su vida pasada y nace a una nueva vida en Cristo. Al hacerlo de corazón, es decir con sinceridad y verdad, Dios perdonará los pecados porque es de esperar que la conversión implique arrepentimiento. Entonces, recibiremos el E.S. para que nos ayude en nuestra nueva vida, dándonos sabiduría para entender las Escrituras, fortaleciéndonos espiritualmente para mantenernos firmes en la voluntad de Dios, la cual, con la dirección del Espíritu Santo, ya entenderemos. El Espíritu Santo también llena nuestro corazón del amor de Dios y nos hace sentir amados y podemos amar a los demás; además, nos da la paz que sobrepasa todo entendimiento para que vivamos tranquilamente, aun en medio de la tormenta; y nos da los dones que menciona Is 11, para que tengamos una buena relación con Dios y los que menciona Pablo en 1Cor 12, para que seamos instrumentos de bendición para los demás.
Por otra parte, y en conexión con este bautismo cristiano de agua, otro rito, el de la imposición de manos se lleva a cabo como una comunicación visible y carismática del Espíritu Santo, similar a la de Pentecostés, se menciona en 1Tim 4,14, donde Pablo dice: “No descuides los dones que tienes y que Dios te concedió cuando, por inspiración profética, los ancianos de la iglesia te impusieron las manos.” Es aquí, entonces, donde nace el rito de la Confirmación.
En el verso 6 dice “Los que estaban reunidos con Jesús, le preguntaron: Señor, ¿vas a restablecer en este momento el reino de Israel?” Reanudando así la narración interrumpida en Lc 24,49b en donde Jesús dijo: “… ustedes quédense aquí, en la ciudad de Jerusalén, hasta que reciban el poder que viene del cielo.”
Y a continuación, en el verso 7 Jesús dice: “No les corresponde a ustedes conocer el día o el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad” información que ya había dado según leemos en Mt 24,36 en donde dice Jesús: “En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre.” Con lo que estaba diciendo que Dios ha dispuesto el tiempo y el momento desde la eternidad; primero el tiempo de “preparación y de paciencia”, que es el tiempo antes de Cristo, luego el de la “plenitud de los tiempos”, que es el momento escogido para la venida de Jesús, tiempo con el que se inaugura la era de la salvación; luego, el tiempo que transcurre hasta la Parusía o regreso del Señor y finalmente, el juicio final.
Entonces, Si Jesús nos dice que nadie sabe el tiempo en el que el reino de Dios será restablecido, ¿No es más sabio, conocer qué es lo que Dios quiere que hagamos, y actuar de acuerdo a su Voluntad, en vez de dejarnos llevar por tendencias que pretenden darnos a conocer el día del regreso del Señor? Mejor vivamos todos los días de nuestra vida dedicados a agradarlo, haciendo Su voluntad.
Luego el verso 8, dice: “cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra.” El Espíritu, tema predilecto de Lucas, aparece ente todo como el poder enviado por Cristo, para la difusión de la Buena Nueva. Se trata del Espíritu Santo que otorga los carismas que garantizan la predicación: éstos son los carismas o dones de lenguas, de milagros, de profecía, de sabiduría, de sanidad que comunican la fuerza para anunciar a Jesucristo, a pesar de las persecuciones y dificultades, y dar testimonio de Él, que es la misión esencial de los apóstoles. Aunque también en Hch 2,38 se presenta el don del Espíritu Santo que se recibe en el bautismo y que concede el perdón de los pecados.
También en el verso 8, se nos indica la forma en la que debemos ser como testigos de Jesús, que vamos a contar sus maravillas a los demás. Primero en Jerusalén; si lo traemos a nuestra vida hoy, se refiere a nuestro entorno cercano, que podemos traducir como nuestra familia: “cónyuge e hijos”; luego, el Señor menciona Judea, que podemos considerar como las personas a las que vemos con regularidad: “parientes, compañeros de trabajo o estudios y amigos”. Posteriormente menciona Samaria, con lo que se refiere a aquellos con los que no nos relacionamos, para finalmente, darnos la orden de que también vayamos a todo el mundo, a los confines de la tierra, a las partes mas lejanas, con lo que se nos ordena “a toda persona”.
La orden es clara, si ya conocimos a Jesús, el camino que nos lleva al Padre, debemos presentárselo a todos los que podamos. – Él nos dijo que nos prepararía con los dones, y que, cuando el E.S. venga a nosotros para llenarnos con su poder, entonces estaremos listos. Y si ya vino a nosotros, debemos ir y mantenernos en esa labor y llevar a cabo la misión que nos encomendó, siempre.
Pasamos ahora al verso 11 que dice: “…galileos, ¿Por qué se han quedado allí, mirando al cielo? Este mismo Jesús que estuvo entre ustedes y que ha sido llevado al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse allá.” Con esta llamada de atención de los ángeles, se nos dice hoy, que debemos dejar de ser simples espectadores, que debemos actuar, vivir nuestra relación con Cristo y mostrarlo, sí “mostrar a Cristo”. Y se repite la promesa de que Jesús regresará, para que estemos seguros de que así será.
Entonces, con nuestro testimonio mostremos a Jesús a todos los que estén en contacto con nosotros, para que cuando vuelva, tengamos coronas que devolverle.
Y en el verso 14 dice: “Todos ellos se reunían siempre para orar con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.” …Se reunían para orar… El libro de los Hch tiene abundantes ejemplos de oración para manifestar su importancia:
- Oración colectiva de los apóstoles, centrada en la fracción del pan.
- Oración en los momentos importantes como las elecciones y ordenaciones para cargos de la Iglesia, para la confirmación de los samaritanos y durante las persecuciones.
- También vemos orar a los individuos: Esteban ora por si mismo y por sus verdugos, Pablo después de su visión de Cristo, Pedro y Pablo antes y después de los milagros, Pedro, cuando Dios le hace ir donde Cornelio, que es también hombre de oración. Pablo y Silas en prisión. Pablo al dejar a sus amigos en Mileto y en Tiro.
- Oración de petición en la mayoría de ocasiones, pero también para conseguir perdón; oración de alabanza y de acción de gracias, en fin, como testimonio de fe, pues invocar el nombre de Jesucristo es la característica del cristiano. Por ello nuestras oraciones deben ir dirigidas al Padre en el nombre de Jesucristo.
Ese verso dice también que se reunían a orar “con sus hermanos”. Esta es una forma de identificar a los primos de Jesús, pues esta forma de referirse a los parientes era común en aquella época, como lo es aún en la actualidad en muchos lugares, aunque además del sentido estricto, la palabra hermano adquiere a veces en la Biblia, sentidos mas amplios, en los que se hace referencia a un pariente mas o menos lejano como en Gn 13,8, “Abrán dijo a Lot: No haya discusiones entre nosotros dos ni entre nuestros pastores, pues somos hermanos.” También se puede referir a un compatriota como en Ex 2,11: “Cuando Moisés era ya hombre, salió un día a visitar a sus hermanos de raza y se dio cuenta de que sus trabajos eran muy duros.” En Dt 2,4: “Van a pasar por el territorio de sus hermanos, los descendientes de Esaú, que viven en Seír.” y en el Sal 22,23: “Yo hablaré de ti a mis hermanos, te alabaré en sus reuniones.”
Y en el Nuevo Testamento muy a menudo designa como hermanos a los discípulos de Jesús, como en Jn 20,17: “Jesús le dijo a María Magdalena: …ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y Padre de ustedes.”, otro ejemplo tenemos en Hch 6,3: “Así que, hermanos, busquen entre ustedes siete hombres de confianza, entendidos y llenos del Espíritu Santo, para que les encarguemos estos trabajos.”, un ejemplo más en Ro 1,13: “Quiero que sepan, hermanos, que muchas veces me he propuesto ir a verlos…” y otros muchos ejemplos en los que la Escritura se refiere a aquellos, que, como Jesús, hacen la voluntad del padre y entre los cuales reina el amor fraterno.
Pero el ejemplo mas actual está entre nosotros mismos, que, como discípulos del Señor, nos llamamos hermanos en Cristo y tenemos la misma actitud que mencionan las Escrituras.
Hago esta aclaración para que sepan y eviten ser confundidos por quienes atacan a la iglesia católica con la conducta de la Santísima Virgen María, ya que, al hacerlo, lo que demuestran es su profundo desconocimiento de las costumbres y actitudes del pueblo hebreo, así como del contenido de la Biblia.
Pero, lo más importante de este tema, es que, con su Ascensión al Cielo, Jesús nos abre las puertas para que podamos seguirle y que la Ascensión es para todos los cristianos un símbolo de esperanza, pues sabemos que Cristo está sentado a la derecha del Padre, intercediendo por nosotros y que un día podremos llegar con Él a gozar de la felicidad eterna. Que así sea.