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OBEDEZCAMOS A DIOS Y SEREMOS BENDECIDOS

OBEDEZCAMOS A DIOS Y SEREMOS BENDECIDOS

 

San Pablo en Rom 5,19 nos enseña que, obedecer nos trae bendición, refiriéndose primero a Adán y luego a Jesús, dice: “la desobediencia de uno solo hizo que muchos desobedecieran, pero por la obediencia de Jesús Dios declaró inocentes a muchos.” Estos muchos declarados inocentes a los que se refiere San Pablo somos todos los que reconocemos a Jesús como el hijo de Dios que se hizo hombre para que, por su sacrificio en la cruz, fuéramos liberados del castigo que merecíamos por haber ofendido al padre al pecar, es decir, quienes lo reconocemos como nuestro Salvador y Señor. 

Vemos en ese texto que la justificación, entiéndase ésta, como el cambio realizado por la gracia divina que lleva al hombre del estado de pecado, de la enemistad con Dios, al de santidad y filiación divina, es decir, a establecer la relación del hombre con Dios, como padre, por ello se dice que es convertir al hombre en nueva criatura. Dicha justificación la disfrutamos por “la obediencia de Jesús, que lo llevó al sacrificio que padeció”, y eso es la “bendición más grande” que nos ha sido otorgada, puesto que por ella alcanzamos el perdón de nuestros pecados, lo cual nos permitirá llegar a la presencia del Padre y permanecer con Él por la eternidad.

Para que podamos comprender esto, vamos a referirnos al evangelio de San Lucas, que relata, como los evangelios de San Mateo y San Marcos, el llamado que hizo Jesús a sus apóstoles, y veremos también, que a diferencia de éstos, San Lucas muestra la respuesta de Pedro de manera distinta.

 

En los tres evangelios que presentan ese cuadro, la vocación de los discípulos se manifiesta al ser llamados por Jesús al inicio de su vida pública, y la respuesta inmediata de los que llegarían a ser sus discípulos más cercanos. San Lucas, por haber sido un hombre culto, describe los hechos con mucho detalle y riqueza literaria, y deja ver además, la relación especial de Jesús con Pedro, con quien charla a lo largo del relato que encontramos en el capítulo 5 de su Evangelio; allí muestra que, desde aquel momento, Pedro había sido escogido, para que fuera él quien gobernara la barca de la Iglesia.

Aunque el fragmento conocido como “La pesca abundante”, es descrito también en los evangelios de Mt 4.18–22 y Mc 1.16–20, éstos son más breves en la descripción de aquel momento. La diferencia con el de San Lucas, es que él narra ese momento con más detalle los hechos y el ambiente en el que se dan. Esa información más amplia, como dice en Lc 5, 1 – 11, nos sitúa en un ambiente en el que podremos visualizar con más claridad la reacción de los pescadores en aquel momento, allí leemos:

“En una ocasión, estando Jesús a orillas del Lago de Genesaret, se sentía apretujado por la multitud que quería oír el mensaje de Dios.  

Jesús vio dos barcas en la playa. Los pescadores habían bajado de ellas a lavar sus redes. 

Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca, y desde allí comenzó a enseñar a la gente.  

Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: Lleva la barca a la parte honda del lago, y echen allí sus redes, para pescar.  

Simón le contestó: Maestro, hemos estado trabajando toda la noche sin pescar nada; pero, ya que tú lo mandas, voy a echar las redes.  

Cuando lo hicieron, recogieron tanto pescado que las redes se rompían.

Entonces hicieron señas a sus compañeros de la otra barca, para que fueran a ayudarlos. Ellos fueron, y llenaron tanto las dos barcas que les faltaba poco para hundirse.  

Al ver esto, Simón Pedro se puso de rodillas delante de Jesús y le dijo: ¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!  

Es que Simón y todos los demás estaban asustados por aquella gran pesca que habían hecho.  

También lo estaban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús le dijo a Simón: No tengas miedo; desde ahora vas a pescar hombres.  

Entonces llevaron las barcas a tierra, lo dejaron todo y se fueron con Jesús.”

Notamos en ese texto, que Pedro, al escuchar la enseñanza de Jesús, lo reconoce como Maestro pues así lo llama al responder su propuesta de volver a la parte honda del lago a pescar.

San Josémaría Escribá, en referencia a este pasaje dijo: “San Pedro Antes de ser apóstol, era pescador. Después de ser apóstol, pescador. Después de conocer al Señor, la misma profesión que antes. ¿Qué cambió entonces?

Y explica:

Cambió, que, en el alma de Pedro, así como subió a su barca, entró Jesús, y con ello, se ampliaron sus horizontes, se llenó de un deseo de servir, de un deseo irresistible de anunciar a todos, las cosas maravillosas que hace el Señor, si  le dejamos actuar.” 

Y así debe haber sido.

Meditemos lo que sucedió en aquel momento: Pedro el pescador, se encuentra a la orilla del lago de Genesaret, había terminado de lavar sus redes después de haber trabajado durante toda la noche sin pescar nada y Jesús, a quien no conocía hasta ese momento en que le escucha enseñar, le dice: “Lleva la barca a la parte honda del lago, y echen allí sus redes, vamos a pescar, Yo los acompaño.”  

En aquel momento, todo invitaba a la excusa: lo inoportuno de la hora, pues el cansancio, la frustración de no haber pescado nada y las redes ya lavadas para la noche siguiente; no invitaban a volver mar adentro. Pero la mirada de Jesús y las palabras que había dirigido a la multitud, y que Pedro también había escuchado, lo impulsaron a embarcarse de nuevo.

Traslademos aquella situación a nuestra vida, a aquellos momentos, en los que nos parece que, a pesar de nuestros esfuerzos, todo sale mal y encontramos muchos motivos para abandonarlo todo. Pero ¿sabes qué?, es precisamente en esos momentos cuando debemos estar atentos a la voz de Jesús que se acerca a nosotros y nos dice: “vuelve a empezar, YO VOY CONTIGO”. 

Recordemos que Jesús vino para liberarnos de nuestras cargas y culpas, para darnos vida plena y abundante, esto significa que vino para que disfrutemos de la creación y seamos felices a su lado, siguiendo sus instrucciones y enseñanzas.

Debemos entonces, estar SIEMPRE atentos a la voz de Jesús y obedecerle, esto significa que debemos seguir sus instrucciones con la confianza de que Él siempre estará con nosotros en nuestra barca porque, como nos ama, desea lo mejor para nosotros. Y nosotros solamente debemos obedecer, debemos poner en práctica sus consejos, consejos que nos da a través de las Sagradas Escrituras, o por medio del Sacerdote o de un hermano crecido espiritualmente, a quienes acudimos en busca de Dirección Espiritual.

Volvamos a aquella escena: Pedro obedeció y se adentró en el lago, con Jesús en su barca, y pronto se dio cuenta que las redes se llenaban de peces; tantos, que parecía que se iban a romper.

Este pasaje del Evangelio tiene muchas enseñanzas, pero hoy analizaremos solamente cinco: la primera, que por la noche, sin la presencia de Cristo, la labor de los pescadores fue estéril, como sucede cuando llevamos a cabo nuestras labores sin la presencia del Señor en nuestra vida, cuando las hacemos según lo que pensamos o seguimos las tendencias del mundo

La segunda enseñanza es que Pedro, a pesar de su gran experiencia como pescador, con humildad, confía en la palabra de Jesús y esta confianza en Jesús, tiene como respuesta un resultado extraordinario

La tercera enseñanza es, que quien quiere ser discípulo de Cristo, por encima de toda razón, por sobre la propia conveniencia, debe obedecer porque la obediencia es parte de la Redención, pues como leímos: “Cristo mismo llevó a cabo su ministerio y realizó la redención con su obediencia”. Esto significa que la obediencia nos lleva a querer que nuestra voluntad sea la voluntad de Dios “en todo. Y lo que el Señor espera de nosotros es que le obedezcamos, pues así seremos bendecidos, ya que esa es la razón de que nos dé instrucciones claras y precisas.

La cuarta enseñanza es que siempre debemos confiar y tener como cierto que si permanecemos con Cristo, Él llenará nuestras redes, es decir, proveerá de lo que necesitemos. 

Y la quinta enseñanza es que, al igual que Pedro, que, admirado por el milagro, se tiró a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!”  También nosotros debemos reconocer el poder de Jesús en toda actividad que llevemos a cabo y al mismo tiempo agradecer que siendo pecadores, él venga en nuestro auxilio.

Pero, al igual que Pedro, debemos empezar obedeciendo en lo pequeño para que, el Señor nos muestre sus planes para nosotros. A él, un pobre pescador de Galilea, lo tenía destinado para que llegara a ser el cimiento inalterable de la Iglesia, de ahí que le cambiara el nombre de Simón a Pedro que significa piedra, roca.

Pero debemos considerar que, al obedecer, no debemos limitarnos a los mandamientos y las normas de Dios, no, si deseamos agradarlo debemos obedecer también las leyes de los hombres, como explica ampliamente San Pablo en su carta a los Ro 13,1-7 en donde dice: Todos deben someterse a las personas que ejercen la autoridad. Porque no hay autoridad que no venga de Dios, y las que existen, fueron puestas por él

Así que quien se opone a la autoridad, va en contra de lo que Dios ha ordenado. Y los que se oponen serán castigados; porque los gobernantes no están para causar miedo a los que hacen lo bueno, sino a los que hacen lo malo. 

¿Quieres vivir sin miedo a la autoridad? Pues pórtate bien, y la autoridad te aprobará, porque está al servicio de Dios para tu bien. 

 Pero si te portas mal, entonces sí debes tener miedo; porque no en vano la autoridad lleva la espada, ya que está al servicio de Dios para dar su merecido al que hace lo malo. 

Por lo tanto, es preciso someterse a las autoridades, no solo para evitar el castigo, sino como un deber de conciencia.  

También por esta razón ustedes pagan impuestos; porque las autoridades están al servicio de Dios, y a eso se dedican.  Denle a cada uno lo que le corresponde. Al que deban pagar contribuciones, páguenle las contribuciones; al que deban pagar impuestos, páguenle los impuestos; al que deban respeto, respétenlo; al que deban estimación, estímenlo.” 

En cuanto al pago de impuestos, como seguidores de Cristo, debemos cumplir Su Palabra sin cuestionar nada, puesto que no nos corresponde a nosotros objetar lo que las autoridades hagan o dejen de hacer con nuestros impuestos. Si quienes están a cargo de administrar esos fondos lo hacen mal, será Dios quien los juzgue. Lo que nos corresponde es pagar nuestros impuestos siempre.

San Pablo quiere que este concepto de ser obediente quede claro por lo que insiste en el tema en su 1ª Tit 3,1 donde dice: “Recuerda a los otros que se sometan al gobierno y a las autoridades, que sean obedientes y que siempre estén dispuestos a hacer lo bueno.” 

Y para fortalecer esta conducta agrega en 1Tit 2,2 “Oren por los que gobiernan y por todas las autoridades, para que podamos gozar de una vida tranquila y pacífica, con toda piedad y dignidad.” Así que, en vez de criticar, oremos por nuestras autoridades.

San Pedro también se manifestó sobre el respeto y la obediencia a las leyes humanas y a sus representantes cuando escribió en su 1ª Pe 2,13-17: sobre la Sumisión a las autoridades: “Por causa del Señor, sométanse a toda autoridad humana: tanto al emperador, porque ocupa el cargo más alto, como a los gobernantes que él envía para castigar a los malhechores y honrar a los que hacen el bien. 

Porque Dios quiere que ustedes hagan el bien, para que los ignorantes y los tontos no tengan nada que decir en contra de ustedes.  

Pórtense como personas libres, aunque sin usar su libertad como un pretexto para hacer lo malo. Pórtense más bien como siervos de Dios. 

Den a todos el debido respeto. Amen a los hermanos, reverencien a Dios, respeten al emperador.”

Resumiendo, vamos a recordar las cinco enseñanzas básicas que tomamos del pasaje de Lc 5,1-11.

La primera, es que, sin la presencia de Cristo en nuestra vida, en nuestras actividades, nuestra labor es estéril

La segunda, es que, con humildad, debemos confiar en la palabra de Jesús que encontramos en los Evangelios.

La tercera enseñanza es, que quien quiere ser discípulo de Cristo, tiene que obedecer porque Cristo mismo, a quien seguimos, llevó a cabo su ministerio y con su obediencia llevó a cabo el plan de Dios para nuestra salvación, nuestra redención”. 

La cuarta enseñanza es que si permanecemos con Cristo, Él llenará nuestras redes, esto significa que proveerá nuestras necesidades. 

Y la quinta enseñanza es que, debemos reconocer el poder de Jesús en toda actividad que llevemos a cabo, es decir, debemos manifestar nuestra fe en Él, y al mismo tiempo, agradecer, que siendo pecadores, él venga en nuestro auxilio y además, haga de nosotros sus discípulos, pero también, sus instrumentos para que lo mostremos a los demás.

Ser discípulos de Jesús, significa que además de buscar las cosas espirituales, debemos también, trabajar en las cosas materiales y obedecer las normas y leyes de los hombres. Por ello, mantengámonos atentos a su voz para que, cuando nos diga: “hazlo de nuevo, hazlo en mi Nombre”, sigamos sus instrucciones y obedezcamos, confiados que Él va con nosotros, y si Él va con nosotros y le obedecemos, la pesca será abundante. Que así sea.

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