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LAS TRIBULACIONES DE SAN PABLO Y LAS NUESTRAS

LAS TRIBULACIONES DE SAN PABLO Y LAS NUESTRAS

Jamás imaginamos que nos tocaría atravesar una experiencia como la pandemia, la cual puede habernos llevado hasta cuestionar nuestra fe en Dios, en su amor y en su providencia. Hemos visto el dolor o lo hemos experimentado en nuestras propias familias al perder a algún ser querido; hemos sido presa de temor y de ansiedad por la incertidumbre de lo que está por venir, y por las dificultades económicas por la falta o la pérdida de trabajo.

Pero debemos recordar, que el Señor Jesús dice que, ante cualquier dificultad o problema, debemos confiar en nuestro Padre celestial que ya sabe lo que necesitamos, y que nos proveerá. Debemos tener fe en que esa promesa es para nosotros cuando dice: “Yo les digo: No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves! En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora? 

 Y por qué se preocupan ustedes por la ropa? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. Sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, ¡con mayor razón los vestirá a ustedes, gente falta de fe! Así que no se preocupen, preguntándose: ¿Qué vamos a comer? o ¿Qué vamos a beber? o ¿Con qué vamos a vestirnos? Todas estas cosas son las que preocupan a los paganos, pero ustedes tienen un Padre celestial, que ya sabe que las necesitan. Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas.” Mt 6,25-33

Pongamos nuestra fe en acción y manifestémosla dejando nuestras preocupaciones a los pies del Señor. Descansemos en Dios, confiando en que Él nos proveerá y no nos preocupemos más, pues sabemos por fe, debemos tener la certeza, que tenemos un Padre que cuida de nosotros; Él nos ha dado cuanto hemos disfrutado hasta este momento, un techo que nos cobija, ropa que nos cubre, comida y todo cuanto necesitamos para vivir dignamente, como hijos del Rey. Y si hemos pasado por penurias, escasez o privaciones, recordemos lo que San Pablo escribió a los cristianos de Roma: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito.” Ro 8,28.  

Con ésto, el apóstol de los gentiles les recordaba que todo cuanto sucede en la vida de quienes le aman, lo permite Dios para su bien, es decir que, aun cuando estemos pasando por situaciones difíciles, debemos, no solamente saberlo, sino tener la confianza que proporciona la fe, de que de todo lo malo que nos esté sucediendo, Dios va a sacar algo bueno, y sus promesas siempre se cumplen. Además, si nos mantenemos atentos, aprenderemos mucho. Ahora bien, quiero hacer notar que esa promesa es para quienes aman al Señor, es decir para quienes, como manifestación de su amor, le han entregado su vida y quieren vivir de acuerdo a sus normas, mandamientos y enseñanzas, que se encuentran en las Sagradas Escrituras.

Hoy, además de motivarte a poner tu fe en acción, te proporcionaré cinco formas en las que San Pablo, afrontó las tribulaciones, a las que no fue ajeno. 

Cuando leemos sus cartas, notamos lo difícil que fue su trabajo evangelizador, desde el principio, porque las personas interesadas en las enseñanzas de Cristo, le temían, ya que, de ser un perseguidor de los cristianos, después de su encuentro con el Señor, se convirtió en proclamador del Evangelio.  Luego, en ninguna de sus cartas lo vemos pasándola bien, al contrario: fue perseguido, encarcelado, apedreado, flagelado; sufrió naufragio, fue mordido por una víbora, y por último fue martirizado, y todo ello por la causa de Cristo.

Como vemos, si alguno tenía motivos para quejarse o reclamarle al Señor por sus sufrimientos fue él, pero lejos de ello, sus cartas están llenas de palabras de aliento, de esperanza, de gratitud, inclusive de gozo, por lo que es un ejemplo de cómo hacerles frente a las tribulaciones.

Por ello presentaré cinco formas que San Pablo utilizó para enfrentar los problemas y salir victorioso:

La primera era: La oración y la acción de gracias, como vemos en Hch 16,23.25-26 en donde dice: “Después de haberlos azotado mucho, (a Pablo y Silas) los metieron en la cárcel.  Pero a eso de la media noche, mientras Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, y los otros presos estaban escuchando, vino de repente un temblor tan fuerte que sacudió los cimientos de la cárcel.  En el mismo momento se abrieron todas las puertas, y a todos los presos se les soltaron las cadenas”.

Como notamos, San Pablo encontraba su fortaleza y su refugio en la oración y la alabanza. En lugar de quejarse o angustiarse, daba gracias y alababa al Señor. 

De la misma manera, cuando las dificultades nos tengan atrapados, cuando no entendamos lo que está sucediendo ni veamos la salida, en lugar de desesperarnos, alabemos al Señor, con la confianza de que Él sigue teniendo el control sobre todo lo que acontece y nos ayudará en nuestra necesidad; manifestando así, además, nuestra fe al agradecer lo que aún no hemos recibido. Entonces, como Pablo y Silas, veremos cómo las cadenas que nos tienen atados, cadenas de temor, inseguridad o incertidumbre, son rotas por Cristo.

Pablo había experimentado el poder de la oración y sabía muy bien a quién se dirigía, y dejó escrita la fórmula para recibir la paz que viene de Dios en Fil 4,6-7 en donde leemos: “No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también.  Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús”.

Entonces, cuando cualquier situación amenace con convertirse en un problema, oremos, no solo para pedirle que resuelva o intervenga en el mismo, sino también para darle gracias por lo que hará, ya que de esa manera estaremos manifestando nuestra confianza en su providencia.  

Recordemos, “Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman” y podemos estar seguros de que todo lo que nos pasa es parte del proyecto de Dios, y que al final, todo resultará para bendición nuestra y de los demás.

Al entregar nuestras cargas en las manos del Señor y habiéndole dado gracias porque Él tiene cuidado de nosotros y de todo lo que nos pasa, recibiremos su paz, que es más grande de lo que podemos entender, y esa paz se encargará de guardar nuestra mente, ya que es ahí donde el enemigo siembra sus engaños. Y también guardará nuestro corazón para no darle cabida al temor, a la duda y a la desesperación.

La segunda forma en la que San Pablo enfrentaba las tribulaciones era ENFOCÁNDOSE EN LOS DEMÁS, como se manifiesta en Fil 1,3-4 y 9-10 en donde dice: “Cada vez que me acuerdo de ustedes doy gracias a mi Dios; y cuando oro, siempre pido con alegría por todos ustedes.  Pido en oración que lleguen a tener más amor todavía, y mucha sabiduría y entendimiento en todo, para que sepan escoger siempre lo mejor”.

Debemos recordar que cuando San Pablo escribió esa carta a los filipenses se encontraba en prisión, sin embargo, es evidente que no estaba enfocado en sus dificultades, sino pensaba y oraba por el bienestar de sus hijos espirituales de Filipos, como manifiesta en su carta llena de afecto, gozo, amor, gratitud e interés por su bienestar espiritual.

Esto nos enseña que una forma de enfrentar las tribulaciones es no vivir enfocados en nosotros mismos y nuestros propios problemas, ya que eso, no solo nos abruma, sino que nos hace caer en la auto compasión.  Por tanto, interesarnos en las necesidades de los demás nos ayudará a entender que no somos los únicos con dificultades, y seremos más agradecidos con el Señor. De esa manera, podremos hacer algo concreto por quienes estén con dificultades, problemas o penas.

La tercera forma en la que San Pablo enfrentaba las tribulaciones era: DANDO TESTIMONIO como dice en Fil 1,12-14: “Hermanos, quiero que sepan que las cosas que a mí me han pasado han venido en realidad a ayudar a la predicación del mensaje de salvación.  Toda la gente de palacio, y todos los demás, saben que estoy preso por seguir a Cristo.  Y al ver que estoy preso, la mayoría de los hermanos se han animado a anunciar el mensaje, sin miedo y con más confianza en el Señor”.

San Pablo entendía que la forma en que estaba afrontando sus sufrimientos, aunque para él fuera duro, estaba sirviendo de testimonio para que muchos creyeran en el mensaje.

De igual manera, podemos nosotros decidir cómo afrontar nuestras dificultades: o quejándonos y lamentándonos, o haciéndoles frente con valor, gozo y firmeza.  Por ello nuestro testimonio es importante, pues siempre habrá alguien observándonos y nuestros actos y nuestra conducta hablan más fuerte que nuestras palabras. 

La cuarta forma en la que San Pablo enfrentaba las tribulaciones era: SIRVIENDO A LOS DEMÁS. Dice “Ahora me alegro de lo que sufro por ustedes, porque de esta manera voy completando, en mi propio cuerpo, lo que falta de los sufrimientos de Cristo por la iglesia, que es su cuerpo”. Col 1,24

San Pablo sabía, que ayudando a los demás a llevar su cruz, estaba siendo como el Cireneo que ayudó a Jesús a llevar la suya.  Por esa razón, escribió a los Corintios: “Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros” 2 Co 1,4.

Cuando aceptamos llevar nuestra cruz con amor o ayudamos a otros a llevarla para que su carga sea más ligera, estamos experimentando, en nuestro cuerpo, los sufrimientos de Cristo, los cuales, si los ofrecemos como una ofrenda de amor a Él, sirven no solo para nuestra santificación, sino también para bendecir a nuestro prójimo. “Ayúdense entre sí a soportar las cargas, y de esa manera cumplirán la ley de Cristo” dice en Ga 6,2.

Y la quinta forma en la que San Pablo enfrentaba las tribulaciones era: PONER SU MIRADA EN LA ETERNIDAD como hace ver en 2Ti 4,6-8: “Yo ya estoy para ser ofrecido en sacrificio; ya se acerca la hora de mi muerte.  He peleado la buena batalla, he llegado al término de la carrera, me he mantenido fiel.  Ahora me espera la corona merecida que el Señor, el Juez justo, me dará en aquel día.  Y no me la dará solamente a mí, sino también a todos los que con amor esperan su venida gloriosa”.

Él pudo soportar todas sus tribulaciones porque tenía puesta la mirada en el Señor, de quien venía su ayuda, pero también la tenía puesta en la eternidad que le aguardaba.  Por esa razón pudo llegar a decir en Fil 1,21: “Para mí la vida es Cristo y la muerte ganancia”, porque sabía que lo que nos aguarda después es la eternidad, por lo que “lo que sufrimos en esta vida es cosa ligera, que pronto pasa; pero nos trae como resultado una gloria eterna mucho más grande y abundante”. 2 Cor 4,17.

Así que, en lugar de quejarnos o preocuparnos, ocupemos el tiempo que el Señor nos da para hacer el máximo bien posible, haciendo uso de los talentos que Él nos ha dado, de esa manera, cuando nos presentemos ante Nuestro Señor y Dios, podremos entregárselos multiplicados, entonces le escuchemos decir: “Muy bien, eres un empleado bueno y fiel; ya que fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más.  Entra y alégrate conmigo”. Mt 25,23. 

Por lo tanto, cuando nos toque atravesar por el valle de sombra de las tribulaciones, imitemos a San Pablo, y para hacerles frente, pongamos nuestra fe en acción y

  • Pongamos nuestra mirada en la eternidad y Oremos dando gracias a Dios por todo. 
  • Dejemos de ver nuestras dificultades y nuestros problemas, y enfoquémonos en los demás.
  • Usemos nuestros talentos para servir y ayudar al prójimo a llevar su cruz.
  • Demos testimonio de valor y firmeza, y de alegría y confianza, pues Jesús nos ha dado una vida nueva, plena y abundante; y porque nuestro Padre celestial nos proveerá de lo que necesitemos para vivir dignamente como hijos suyos. 

Dijo Jesús: «No se preocupen ni digan: “¿Qué vamos a comer?” o “¿Qué vamos a beber?” o “¿Qué ropa vamos a usar?” La gente que no conoce a Dios trata de conseguir esas cosas, pero ustedes tienen a su Padre en el cielo que sabe que necesitan todo esto.» 

Que así sea para gloria de Dios y bendición nuestra.

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