Encuentra la felicidad
Estamos en busca de la felicidad, pero con frecuencia, sin pensarlo nos dejamos llevar por nuestros deseos y la buscamos en los lugares equivocados: en las cosas materiales o en ídolos, que son todas las cosas a las que les hemos dado tanta importancia que las colocamos en el centro de nuestra vida, lugar que le corresponde solo a Dios.
Ídolo es, aquello en lo que nos enfocamos, subordinando todo para lograr el objetivo que supuestamente nos hará felices.
Si deseamos ser verdaderamente felices, debemos conocer la ley de Dios y obedecerla, porque sus normas y mandamientos son para bendecirnos, para que seamos felices, y hemos de empezar por obedecer el primer mandamiento “no tendrás otros dioses delante de mí”, dice el Señor.
Y debemos estar atentos para cumplir este mandamiento, pues fácilmente nos rendimos ante alguno de estos idolos: 1. La riqueza, 2. La fama, 3. El placer, 4. El poder y 5. El conocimiento.
La riqueza, no significa que sea mala o buscarla, siempre y cuando su búsqueda no nos aleje de Dios. Esto significa estar conscientes que con facilidad podemos perder el rumbo por la avaricia, si nos enfocamos solamente en el enriquecimiento, descuidando nuestras necesidades espirituales. Decía Sócrates uno de los más grandes filósofos griegos: “El secreto de la felicidad no se encuentra en la búsqueda de más, sino en el desarrollo de la capacidad para disfrutar con menos”. Y Séneca filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moral, decía: “El sabio se contenta con su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene”.
Sobre la fama, puedo decir que todos deseamos desde pequeños, ser reconocidos, que nos brinden atención, recibir honores; esto nos lleva a ocuparnos por cómo nos ven los demás. Está bien que nos veamos presentables, pero no podemos dejarnos llevar por que esto sea lo más importante de nuestra vida, pues estaríamos convirtiéndonos por orgullo y vanidad, en nuestro propio dios, ante el cual debe rendirse todo y todos. Platón filósofo griego seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles, dijo “El hombre que hace que todo lo que lleve a la felicidad dependa de él mismo, ya no de los demás, ha adoptado el mejor plan para vivir feliz”. Esto no significa ser es el centro de todo cuanto le rodea y que pueda hacer cualquier cosa para alcanzar la felicidad, más bien se refería a que el hombre es capaz de tomar las decisiones correctas que lo lleven a encontrar la felicidad, decisiones no deben afectar negativamente a los demás. Por ello debemos conocer el camino que Dios nos muestra para que alcancemos esa meta.
El placer, es una cualidad esencial y parte de la vida misma y es bueno y natural, pero no todo acto placentero es conveniente, ya que considerar al placer como la finalidad de la vida, es una actitud egocéntrica que incapacita a la persona a relacionarse con otros si no es para explotarlos con miras a satisfacer su afán de placer. Esto atenta contra los valores de la doctrina de Dios revelada por Cristo pues privilegia el placer por encima del amor a Dios y al prójimo. Entonces, es un error pretender que es bueno alcanzar la felicidad por medio del placer.
Poner el placer en lugar de Dios, es una de las más grandes tentaciones que nos presenta el mundo. José Ortega y Gasset filósofo y ensayista español, mantenía que la felicidad que sentimos es directamente proporcional a la cantidad de tiempo que pasamos ocupados en actividades que absorben completamente nuestra atención y nos agradan. El asunto es ¿Estamos dejándonos llevar solamente por lo carnal?
El poder. Nada hay de malo en el poder, pero sí lo es, si lo idolatramos por medio del abuso, que es una manifestación de falta de carácter que se manifiesta al aprovechar el puesto de autoridad para alcanzar intereses personales, con lo que nos convertiríamos en dictadores, en manipuladores que haríamos mucho mal a quienes nos rodean, pues el manipulador crea a propósito un desequilibrio de poder que le permite inclinar la balanza a su favor y explotar a la otra persona, sin que sea evidente para su víctima. Si actuamos así no seremos agradables a Dios ni a los demás, y lo logrado no producirá una felicidad real ni duradera.
Y así como la adoración del poder destruye el carácter, la adoración del conocimiento destruye la obediencia, porque puede llegar a llenar de soberbia y orgullo a quien se dedique a buscar el conocimiento como medio para alcanzar la felicidad. Aunque no es malo buscar conocimiento pues es útil, considerando que es un patrimonio capaz de beneficiar a quien lo busca, como a su prójimo. John Stuart Mill, filósofo, economista y político escocés dijo: “He aprendido a buscar mi felicidad limitando mis deseos en vez de satisfacerlos”. Con este pensamiento podemos darnos cuenta de lo valioso que es comprender que no debemos dejarnos llevar por todo cuanto deseamos, ni hacer cualquier cosa para tratar de alcanzar la felicidad. Se trata de estar plenamente conscientes de que lo que hagamos, debemos hacerlo buscando que sea beneficioso también para los demás, como una forma de manifestar amor. Bertrand Russell ganador del Premio Nobel de Literatura y conocido por su influencia en la filosofía analítica, expresó “De todas las formas de precaución, la cautela en el amor es tal vez la más mortal de la verdadera felicidad”. Este filósofo que concebía el amor como un instrumento para conseguir la felicidad afirmaba que “el amor ayuda a romper el ego y a superar la barrera de la vanidad que impiden que seamos felices”.
Como vimos, reconocidos sabios y filósofos, sin ser religiosos, han escrito sobre la felicidad y han sido instrumentos de Dios para darnos a conocer que lo importante para ser felices es el amor, el dominio propio, el servicio a los demás, la vida sencilla y disfrutar lo que se tiene; que son algunas de las enseñanzas que encontramos en la Biblia. Allí aprendemos también, que en ellas encontramos la dirección para cada situación que nos toque enfrentar, porque es la guía que Dios nos ha dejado para que vivamos disfrutando de todo lo creado, pues que lo que Él desea para nosotros es que seamos felices.
Esto significa que podemos mantenernos felices cuando no tenemos ídolos, y el primer paso es reconocer los que tenemos para desecharlos de nuestra vida, y libres, tomar la decisión de seguir y obedecer a Dios, que implica conocer su voluntad que se encuentra en las Sagradas Escrituras.
Aristóteles, otro gran filósofo de la antigüedad, decía “La felicidad depende de nosotros mismos”, Esto significa “que la felicidad depende de las decisiones que tomamos y del enfoque que le demos a lo que la vida nos presenta”, y si lo vemos todo con el filtro del amor, que es lo que Jesús nos enseñó con el ejemplo, alcanzaremos la felicidad incluso en las circunstancias adversas.
Hay varias citas que hablan de la felicidad, pero me parece que la que en este contexto la que me agrada más es eñ Salmo 119,1-2, que dice: “Felices los que se conducen sin tacha y siguen la enseñanza del Señor. Felices los que atienden a sus mandatos y lo buscan de todo corazón”
Y en relación a obedecer al Señor, hay una alabanza, basada en Miqueas 6,8, que dice “Me ha mostrado el Señor lo que es bueno y lo que quiere Él de mí. Hacer justicia, misericordia y ser humilde ante Él”. Entonces, si Dios nos ha dicho qué es lo mejor que podemos hacer y lo que espera de nosotros, “que seamos justos los unos con los otros, que seamos bondadosos con los más débiles, y que seamos humildes y lo adoremos como nuestro único Dios”, solo debemos obedecer. Para ello debemos considerar que la humildad a la que se refiere, es que reconozcamos nuestras faltas, que le hemos faltado y ofendido. Pero no solamente reconocerlo, hemos de trabajar para cambiar, poner todo de nuestra parte para ser lo que Dios quiere, sabiendo que no estaremos solos en esa lucha, porque el Espíritu Santo nos ayudará en todo nuestro caminar.
Se requiere por tanto, que conscientes que debemos dejar todo lo que ha sido un ídolo para nosotros, tomemos la decisión de obedecer, de seguir el ejemplo de Jesús. Él, en obediencia murió para dar la salvación eterna a quienes lo reconocen como su Salvador y Señor, que como se profetizó, “Vino a dar a los afligidos una corona en vez de ceniza, perfume de alegría en vez de llanto, cantos de alabanza en vez de desesperación.” Isa 61,3 Y en Jer 31,13 leemos: “Las muchachas bailarán alegremente, lo mismo que los jóvenes y los viejos. Yo les daré consuelo: convertiré su llanto en alegría, y les daré una alegría mayor que su dolor.”
La lucha contra nuestra carne y contra la influencia del mundo y las trampas de Satanás debemos llevarla a cabo no con una emoción romántica y sentimental, sino como un acto deliberado de nuestra voluntad que requiere de esfuerzo constante, y significa que estamos dispuestos a entregar la vida, en favor de los demás para agradar a Dios como hizo Cristo.
Cuando hacemos algo que nos cuesta, por amor a Dios y a los demás, estamos manifestando amor, y eso es lo que Dios espera de nosotros. Debemos pues, estar dispuestos y preparados para poner nuestras vidas en manos del Espíritu Santo, para que sea Él quien nos dirija. Entonces al dedicar nuestras fuerzas y tiempo para complacer a Dios y a nuestro prójimo, encontraremos la felicidad, pues como dice Jesús: “Hay mayor felicidad en dar que en recibir.” Hch 20,35b
Al aceptar el plan de Dios para nuestra vida, tendremos la certeza de que Él todo lo hace y lo permite para nuestro bien (Ro 8,28) y podremos hacer frente a cualquier dificultad con paz, con fuerza y con gozo. Pero para lograrlo, debemos morir a nosotros mismos, dejar nuestra voluntad de lado, para hacer su voluntad y al obedecer, no estaremos solos, pues la promesa de Dios es que estará con nosotros siempre que nos mantengamos cumpliendo con los Mandamientos como le dijo a Josué: ¡Sé valiente y ten ánimo! Trata de observar en todos sus puntos la ley que te dio mi servidor Moisés.* No te apartes ni a la derecha ni a la izquierda, y tendrás éxito por donde vayas. Lee constantemente este libro de la Ley y medita en él día y noche para que actúes en todo según lo que allí está escrito: de ese modo llevarás a cabo tus proyectos y tendrás éxito. Esta es mi orden: Sé valiente y ten ánimo; no tiembles ni tengas miedo; Yavé tu Dios está contigo adonde quiera que tú vayas”. Jos 1,7-9
Jesús confirmó esa promesa cuando dijo “Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo.» Mat 28,20
Al creer en Jesucristo como nuestro Salvador y permitirle que entrara en nuestro corazón para que dirigiera nuestra vida, ésta empezó a ser transformada y en la medida en que nos mantengamos fieles a la voluntad de Dios, seguirá siendo transformada. Pero esto requiere que pongamos nuestra fe en acción y hagamos lo necesario para respaldar con hechos, nuestro deseo de agradar a Dios.
La felicidad a la que me refiero no se alcanza por el solo hecho de creer en Jesucristo, ya que hasta los demonios creen en Él. Debemos aceptarlo como nuestro salvador, reconocer que murió por nuestros pecados y hacerlo nuestro Señor, esto significa que le obedeceremos y seguiremos sus enseñanzas.
Si decimos que somos de Dios, debemos vivir de acuerdo a lo que Él espera de nosotros, y ésta es la mejor vida que podamos imaginar. Dice San Pablo en 1Ts 4,7-8 “Dios no nos ha llamado a seguir pecando, sino a vivir una vida santa. Y el que rechaza esta enseñanza, está rechazando a Dios mismo, que les ha dado a ustedes su Espíritu Santo.” Por lo tanto, mantengamos una conducta agradable a Dios en todas las áreas de nuestra vida, pues no se trata de llevar solamente una vida mística, en la que solo cuentan las cosas espirituales. Seguimos viviendo en el mundo, aunque no según el mundo. La diferencia radica en nuestra conducta, en nuestra vida entregada a Dios y a los demás por amor.
Si bien la alegría que da el Señor viene del Espíritu, tenemos la capacidad de razonar y el libre albedrío, para que comprendiendo lo que Él nos ofrece, con libertad tomemos nuestra decisión y hagamos lo necesario para que caminando con Él, obtengamos la vida plena que nos ofrece.
Al aceptar a Jesús, Él nos compartió su victoria, su vida, como dice en Jn 10,10b “Yo he venido para que todos ustedes tengan vida, y para que la vivan plenamente.” Y esto es un gran motivo para que vivamos felices.
Si ya tomaste la decisión de aceptar a Jesús como tu Salvador y Señor, confirma hoy esa decisión con la siguiente oración y haz lo que la Sagradas Escrituras nos enseñan y serás verdaderamente feliz. Que así sea para gloria de Dios y tu bendición.