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Bases de la Vida Cristiana

Bases de la Vida Cristiana

San Jerónimo decía, de las Escrituras: “Ignorarlas, es ignorar a Cristo” e ignorar a Cristo, es ignorar la salvación que vino a darnos, ignorar sus enseñanzas, es ignorar que nos fueron dadas para que vivamos libres, en paz, con gozo. Las Escrituras dan instrucciones sobre cómo debemos vivir, y son útiles hoy como hace 3000 años, pues «la Palabra del Señor permanece eternamente. Y la Palabra es: la Buena Nueva que nos ha sido anunciada» 1Pe1,25.

Vamos a respaldar el tema de hoy en lo que nos dice el apóstol Pablo en su segunda carta a los filipenses, pero incorporaré conceptos que aportan otros autores bíblicos ya que, al ser Palabra de Dios, a pesar de ser distantes en tiempo y espacio, confirman y explican de diferente manera lo que Dios quiere que aprendamos para que hoy vivamos plenamente.

Para ir centrándonos más en el tema que nos interesa hoy, iremos a Fil 2, en donde San Pablo nos habla de la base de lo que debe ser nuestra vida: la unidad, pero no cualquier unidad, “La unidad en el amor”. Dice en los versos 1 – 4:

«Si Cristo les ha dado el poder de animar, si el amor los impulsa a consolar a otros, si todos participan del mismo Espíritu, si tienen un corazón compasivo, llénenme de alegría viviendo todos en armonía, unidos por un mismo amor, por un mismo espíritu y por un mismo propósito. No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo. Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los demás.»

Luego, en los versos 5 – 9 escribe:

«Tengan unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús, (bis) el cual: Aunque existía con el mismo ser de Dios, no se aferró a su igualdad con él, sino que renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo. Haciéndose como todos los hombres y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz. Por eso Dios le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres, para que, ante ese nombre concedido a Jesús, doblen todos las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y todos reconozcan que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.»

Y en los versos 12 – 18 continúa enseñando sobre la obra de la salvación, con varias cosas que son el fundamento de nuestra conducta:

«Mis queridos hermanos, así como ustedes me han obedecido siempre,, no solo cuando yo estaba presente, sino mucho más ahora en mi ausencia, trabajen por su salvación con temor y temblor, (con profunda reverencia); porque es Dios quien activa en ustedes el querer y el hacer para realizar su designio de amor. Háganlo todo sin murmuraciones ni discusiones, para que nadie encuentre en ustedes culpa ni falta alguna, y sean hijos de Dios sin mancha en medio de esta gente mala y perversa. Entre ellos brillen ustedes como estrellas en el mundo, manteniendo firme el mensaje de vida. Así, cuando venga Cristo, yo podré sentirme orgulloso de ustedes, sabiendo que no he corrido ni trabajado en vano. Y aunque mi propia vida sea sacrificada para completar la ofrenda que ustedes hacen a Dios por su fe, yo me alegro y comparto esa alegría con todos ustedes. Alégrense ustedes también, y tomen parte en mi alegría.»

En este escrito, llama la atención la preocupación de Pablo por el bienestar espiritual de cada uno de los miembros de la Iglesia de Filipos que él fundó.  Esta preocupación revela que San Pablo no era solamente un gran misionero, sino también un gran pastor que enseña a los seguidores de Jesús, a nosotros, a casi dos mil años de haberlo escrito, la forma en la que debemos conducirnos en todos los aspectos de la vida.

En este pasaje encontramos las siguientes enseñanzas del apóstol para la conducta cristiana: Las primeras las encontramos en los versos del uno al cuatro: “Si tienen un corazón compasivo, llénenme de alegría viviendo todos en armonía, unidos por un mismo amor, por un mismo espíritu y por un mismo propósito. No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo. Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los demás.»

“Vivamos todos en armonía, unidos por un mismo amor, por un mismo espíritu y por un mismo propósito. No hagamos nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo. Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los demás.» 

Otra enseñanza es que debemos tener unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús y ser obedientes hasta la muerte.  Esto significa que debemos conocer a Jesús y lo que hizo, su comportamiento, sus manifestaciones de amor y de entrega a los demás, lo cual lo encontramos en los Evangelios, pero también y muy importante, que seamos obedientes a Dios, con lo que también nos invita a conocer su voluntad en las Escrituras.

Una enseñanza más es la que encontramos en el v.12 «que debemos trabajar por nuestra salvación con temor y temblor» (con profunda reverencia => profundo respeto, aprecio o admiración).  Con esto nos está motivando a luchar con todas nuestras fuerzas para mantener la salvación que hemos obtenido por el sacrificio de Cristo, que, si bien a nosotros no nos ha costado, a Él le costó su vida, que entregó en la cruz del Calvario. Desde luego, si nos esforzamos en esa lucha, recibiremos el apoyo, la asistencia y la dirección del Espíritu Santo.

En el verso 14 encontramos una enseñanza más: «Que debemos hacerlo todo sin murmuraciones ni discusiones». San Pablo tiene clara la tendencia humana de murmurar y discutir, por lo que va directo a ese punto para que los creyentes no nos quejemos, ni murmuremos, ni discutamos; por eso dice: «Mientras tengamos comida y vestido, estemos contentos con eso.»

Y sobre la murmuración, encontramos también una seria advertencia en su 1ª Cor 10,10, en donde se lee: «Ni murmuren contra Dios, como algunos, por lo que el ángel de la muerte los mató.» Refiriéndose a cuando el pueblo hebreo murmuró y se quejó en contra de Moisés y Aarón en el desierto. Previnéndonos con esto del castigo que podríamos padecer si hablamos en contra de Dios, pues al atacar a los elegidos por Dios para salvar a su pueblo y dirigirlos a la tierra prometida, como atacar a los siervos de Dios, a los que Él ha llamado como ministros para servicio del pueblo, también actuamos contra Dios contra Dios, por lo que el Ángel de la muerte enviado por Dios mató a catorce mil setecientas personas. 

San Pablo trata también este punto en Fil 2,14 en donde escribió: «Háganlo todo sin murmuraciones ni discusiones». También Santiago nos proporciona otra enseñanza en 4,11-16; en donde leemos: «Hermanos, no hablen mal unos de otros. El que habla mal de su hermano, o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y si juzgas a la ley, te haces juez de ella en vez de obedecerla. Solamente hay uno que ha dado la ley y al mismo tiempo es Juez, y es aquel que puede salvar o condenar; tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?»  Santiago, aquí se refiere a Dios, el único a quién le está reservado juzgar.

San Pedro enfoca este tema desde un punto de vista positivo; en 1Pe 2,12 dice: «Condúzcanse bien entre los paganos (los que no creen en Dios). Así ellos, aunque ahora hablen contra ustedes como si ustedes fueran malhechores, verán el bien que ustedes hacen y alabarán a Dios el día en que él pida cuentas a todos Ese “conducirse bien” significa sin chismes, sin habladurías, sin murmuraciones.

Esto incluye, que no debemos tener discusiones vanas sobre las Sagradas Escrituras, porque ellas son guía de lo que Dios ordena y espera de nosotros, y no están sujetas a opiniones o interpretaciones personales, lo cual, como nos ha enseñado la historia, es motivo de discordias y cismas entre el pueblo de Dios.

 En la 1ª Tim 1,3 aprendemos también lo que Pablo le dice a su discípulo Timoteo: «Al partir para Macedonia te rogué que te quedaras en Éfeso; para advertir a algunos que no cambiaran la doctrina.»

Y más adelante, en 1ª Tim 6,3-5 dice: «Si alguien enseña ideas extrañas y no está de acuerdo con la sana enseñanza de nuestro Señor Jesucristo ni con lo que enseña nuestra religión, es un orgulloso que no entiende nada. Discutir es en él como una enfermedad; y de ahí vienen envidias, discordias, insultos, desconfianzas y peleas sin fin entre gente que tiene la mente pervertida y no conoce la verdad, y que toma la religión como una fuente de riqueza

Pero es al principio de la carta a los romanos, cuando Pablo nos deja una enseñanza que todos debemos conocer para entender que muchos de los problemas sociales que nos aquejan hoy, son producto de ir contra estas enseñanzas de Jesús que nos transmite el apóstol de los gentiles, y que, solamente si conocemos la voluntad del Señor, podremos, no solamente vivir conforme a ellas, sino luchar para que no se pretenda influenciar a la sociedad de ir contra los mandamientos ni contra la naturaleza humana. Leemos en Ro 1, 20-32: «… los malvados no tienen disculpa. Pues aunque han conocido a Dios, no lo han honrado como a Dios ni le han dado gracias. Al contrario, han terminado pensando puras tonterías, y su necia mente se ha quedado a oscuras. Decían que eran sabios, pero se hicieron tontos; Por eso, Dios los ha abandonado a los impuros deseos que hay en ellos, y han cometido unos con otros acciones vergonzosas. En lugar de la verdad de Dios, han buscado la mentira, Por eso, Dios los ha abandonado a pasiones vergonzosas. Hasta sus mujeres han cambiado las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza; de la misma manera, los hombres han dejado sus relaciones naturales con la mujer y arden en malos deseos los unos por los otros. Hombres con hombres cometen acciones vergonzosas, y sufren en su propio cuerpo el castigo merecido por su perversión.»  

Podemos ver en el sida la clara imagen de ese castigo que menciona San Pablo, y continúa: «Como no quisieron reconocer a Dios, él los ha abandonado a sus perversos pensamientos, para que hagan lo que no deben.  Están llenos de toda clase de injusticia, perversidad, avaricia y maldad. Son envidiosos, asesinos, peleoneros, engañadores, perversos y chismosos.» 

¿No es ésta la imagen de aquellas personas que pretenden tergiversar el concepto de género para, como dice Pablo, cometer acciones vergonzosas por la perversión de sus mentes? ¿o la de quienes se toman el derecho de matar a inocentes no nacidos, para egoístamente, continuar disfrutando de sus perversiones y pasiones? 

Pablo continúa, en esa carta, describiendo las características de tales personas: «Hablan mal de los demás, son enemigos de Dios, insolentes, vanidosos y orgullosos; inventan maldades, desobedecen a sus padres, son insensatos, no cumplen su palabra, no sienten cariño por nadie, no sienten compasión. Y saben muy bien que Dios ha decretado que quienes hacen estas cosas merecen la muerte; sin embargo, las siguen haciendo, y hasta ven con gusto que otros las hagan

Lo escrito hace casi dos mil años por Pablo, como toda la Biblia, es tan actual, que describe lo que está sucediendo hoy, y sus enseñanzas nos ayudan a mantenernos limpios de mente y corazón. Por lo que debemos actuar con el respaldo del conocimiento de la verdad de Dios que se encuentra en las Sagradas Escrituras, y comunicar ese conocimiento es la razón de este programa. 

Debemos combatir el mal con el bien, buscando el bien para los demás, como dice Pablo en Fil 2,3-4: «No hagan nada por rivalidad o vanagloria. Que cada uno tenga la humildad de creer que los otros son mejores que él mismo. Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los otros.» Y el bien máximo que podemos realizar por nuestro prójimo es darles a conocer la salvación eterna por medio del sacrificio de nuestro Señor Jesús. 

Esto tiene relación directa con otro consejo de San Pablo en el verso 15, y es: que nadie encuentre en nosotros culpa ni falta alguna, y seamos hijos de Dios sin mancha en medio de esta gente mala y perversa. Entre ellos brillemos como estrellas” Esto significa que no importa el ambiente en el que debamos movernos cada día, debemos brillar con nuestra conducta limpia y pura, sobre todo en medio de quienes no creen. Así, con nuestro testimonio mostraremos a Jesús y sus enseñanzas.

Esa carta dirigida a los creyentes de Filipos, dice en 5,5: «pues todos ustedes (quienes han acogido la buena nueva) son hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas.» Y nosotros hoy, debemos tener claro dónde nos ubicamos, Aunque nuestra conducta será la que nos definirá, o pertenecemos al Reino de la Luz, o al de las tinieblas. 

El último consejo que nos da San Pablo está en el v.16: con el que nos invita a «Mantener firme la Palabra de Vida» es decir a estimar y obedecer las Sagradas Escrituras. Y dice en Heb 4,12 «Ciertamente, la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón.» 

San Pedro, dirigiéndose a todos los seguidores de Cristo, dice también refiriéndose a las Escrituras: «Ahora ustedes, al obedecer al mensaje de la verdad, se han purificado para amar sinceramente a los hermanos. Así que deben amarse unos a otros con corazón puro y con todas sus fuerzas. Pues ustedes han vuelto a nacer, y esta vez no de padres humanos y mortales, sino de la palabra de Dios, que es viva y permanente.»1ª Pe 1,22-23.

En Ro 10,17 leemos: “la fe nace al oir el mensaje, y el mensaje viene de la palabra de Cristo.Esto significa que la vida nueva inicia con la fe y ésta con el conocimiento del Evangelio, es decir, con las enseñanzas del Señor Jesús, que dijo en el Sermón del Monte: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardanLc 8,21 

En Mt 4,4 «Jesús dijo: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.»”  Con esto, nos enseña, que para vivir plenamente, debemos conocer y vivir de acuerdo a la Biblia, y continúa enseñándonos su importancia en Mr 8,38 «Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.»” Pero nos anima cuando dice «En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.» Jn 5,24 y lo confirma más adelante en 8,5 cuando dice: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás.»  Con ello nos invita a ser fieles a su voluntad, y San Pablo nos hace ver que esto es posible «Porque el reino de Dios no es cuestión de palabras, sino de poder» 1a Cor 4,20  Y en este contexto, debemos tener en cuenta lo que San Francisco de Asís decía: “Lo que haces puede ser el único sermón (o el único evangelio) que algunas personas escuchen hoy.”

Así que sigamos los consejos de San Pablo y «Vivamos todos en armonía, unidos por un mismo amor, por un mismo espíritu y por un mismo propósito. No hagamos nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno consideremos a los demás como mejores que nosotros mismos. Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de los demás; tengamos unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a Cristo Jesús y seamos obedientes hasta la muerte; trabajemos por nuestra salvación con temor y temblor, hagámoslo todo sin murmuraciones ni discusiones, que nadie encuentre en nosotros culpa ni falta alguna, y seamos hijos de Dios sin mancha en medio de la gente mala y perversa, brillemos entre ellos como estrellas y mantengamos en alto y firme la Palabra de Vida» 

Que así sea.

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