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Enseñanzas de Jesús en su pasión

Enseñanzas de Jesús en su pasión,

Historia de amor por la humanidad

Hoy vamos a hacer un breve resumen general de algunos de los últimos momentos
de Jesús para iniciar nuestro período de meditaciones y de preparación para la Semana
Santa.
Jesús dedicó toda su vida a hacer el bien y servir a los hombres. Aún, camino a
Gólgota para ser crucificado, se preocupó por los demás. Las mujeres que seguían a
Jesús, lo habían visto sufrir los latigazos, y sabiendo que estaba debilitado y adolorido en
extremo para llevar la cruz, alzaban su voz en llanto y lamento por Él.  “Jesús se volvió y
les dijo: Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus
hijos. Lc 23,28
Los judíos que causaron la muerte del Hijo de Dios, pronto enfrentarían su propia
muerte bajo los soldados romanos en la caída de Jerusalén, que sería un adelanto del
gran juicio final que padecerán los que no creen en Jesús.
En cuanto a Simón de Cirene, que ayudó a Jesús a cargar la cruz (Mr 15,21),
recibió una gran bendición, como es, que su hijo Rufo es mencionado más tarde, en Ro
16,13 como un distinguido creyente. Con esto aprendemos que cuando tenemos el
corazón dispuesto a cuidar y ayudar al más débil y servir al necesitado, Dios nos bendice.
También aprendemos sobre la importancia del perdón pues Nuestro Señor
Jesucristo practicó el perdón, y nos enseñó que el perdón no tiene límites, y que nosotros
somos perdonados en la medida en que perdonamos a nuestros agresores. Recordemos
que perdonar significa liberar al que hirió mi alma y que mi alma quede libre de rencores,
odios y recuerdos dolorosos. En Lc 23,34a Jesús dijo en la Cruz: “Padre, perdónales,
porque no saben lo que hacen.” incluso en este momento de dolor nuestro Señor nos
enseña del perdón. Aun cuando todos estaban burlándose y lastimándole, pide perdón
por todos, incluidos nosotros porque Él llevó en esa Cruz todas nuestras transgresiones,
todos nuestros pecados, todas nuestras vergüenzas, e incluso todas nuestras
enfermedades, para que fuéramos perdonados. “Y Jesús dijo: Padre, perdónalos, porque
no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Lc 23,34
Con esta actitud nos enseña a perdonar a los que dicen mentiras de nosotros, a los que
nos juzgan sin conocernos, a quienes nos crucifican sin saber por qué lo hacen. Perdonar
es aceptar lo que nos manda Dios. Debemos tener en cuenta y recordar que el perdón no
es un sentimiento, es una decisión.
Al decir nuestro Señor “no saben lo que hacen” se convirtió de acusado en abogado
nuestro, y los acusadores se convierten en acusados. Dios perdona nuestros pecados,
pero tenemos que sufrir las consecuencias del mismo pues debemos recordar que todas
nuestras decisiones tienen consecuencias.
En Mt 27,44 dice que los dos ladrones ofendieron a nuestro Señor Jesús, (“Y hasta
los bandidos que estaban crucificados con él, lo insultaban.”). Los dos ladrones de este
pasaje, representan a toda la humanidad. Pero también dice la escritura que uno de los
ladrones, en ese momento, se arrepintió. Lc 23,42 “…acuérdate de mí cuando vengas en
tu reino,”. Con este acto vemos que ese hombre se arrepintió de corazón, y que la
misericordia de Dios puede salvar al más vil pecador, pues Jesús le dijo “De cierto te digo

que hoy estarás conmigo en el paraíso” Lc 23,44. Dios nos pide consagración
(separación del mundo, al servicio de Dios); fidelidad, (Firme compromiso con Dios en
mantener las cláusulas de los pactos que hizo con nosotros); arrepentimiento, (Tristeza
causada por la violación de las leyes divinas, por la cual el individuo se siente constreñido
a volverse a Dios para implorarle el inmerecido favor); y perdonar siguiendo el ejemplo
de Jesús.
Leemos en Lc 23,39-43. “Y uno de los malhechores que estaban colgados le
injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el
otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron
nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando
vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en
el paraíso.”
Otra enseñanza que nos dejó Jesús en los terribles momentos de su pasión la
encontramos en Jn 19,30 en donde leemos: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo:
Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”. Estas palabras de
nuestro Señor Jesucristo, para sus enemigos fueron palabras de rendimiento; pero para
nuestro Dios el Padre fueron palabras de cumplimiento, Jesús estaba confirmando que
pudo llevó a cabo el plan perfecto de Dios, pues en el ministerio de Dios nada ocurrió
por casualidad, como nada sucede por casualidad en nuestra vida.
“Consumado es”, son palabras de seguridad porque como dijo Jesús en Jn 10,15b
“doy mi vida por las ovejas”, Él dio su vida por sus ovejas, por cada uno de nosotros, y
esa es la razón por la que decimos que hubo Victoria en el calvario, porque ahora somos
aceptados delante de Dios por Cristo Jesús, pues ningún pecado es imperdonable gracias
a su sacrificio, como dijo el mismo Jesús   “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al
que a mí viene, no le echo fuera.” Jn 6,37
Aprendemos también que el poder de Cristo está en la Resurrección, por eso la
esencia del cristianismo está en la Cruz, en lo que Jesús hizo por nosotros en la Cruz. La
Muerte de Cristo en la cruz, fue la muerte de la muerte.
Sólo el Poder de Cristo puede salvarnos.  “Sólo el poder de Cristo”, de nadie más.
La vida perfecta, la muerte y resurrección de Jesús fueron necesarias para nuestra
salvación. Y a quienes seguimos sus enseñanzas y el ejemplo de Jesucristo; nuestro
Señor y Salvador cada día nos está perfeccionando. Por eso “¡Cree en el Señor Jesús y
te salvarás tú y tu familia!” Hch 16,31
El amor de la cruz y la resurrección de Jesús.
San Pedro en su primera carta resume la verdad que hemos estado analizando
cuando dice: «Cristo mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que
nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud. Cristo fue herido para que
nosotros fueramos sanados.» 1 Pe 2,24 En esta última parte está confirmando lo que el
profeta Isaías había dicho 640 años antes del nacimiento de Jesús, según dice en Is 53,5
“Fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras
maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud.”

En las Sagradas Escrituras encontramos otras muchas referencias a lo sucedido
antes de aquel día y los posteriores y podemos confiar en lo dicho por tantos testigos de
lo sucedido y le vieron cuando compartió con ellos después de haber resucitado.
San Lucas narra lo que Jesús dijo luego de que Pedro le reconociera como el
Mesías de Dios: «Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea
desechado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y que
sea muerto, y resucite al tercer día» Lc 9,22.
También San Pablo cuenta en 1 Cor 15,4 «Que fue sepultado, y que resucitó al
tercer día, conforme a las Escrituras», es decir que se cumplieron las profecías.
Y San Juan narra lo sucedido el día de la resurrección «Jesús le dijo (a María
Magdalena): No me retengas, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve
y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y Padre de ustedes, mi
Dios y Dios de ustedes. Entonces María Magdalena fue y contó a los discípulos que había
visto al Señor, y también les contó lo que él le había dicho. Al llegar la noche de aquel
mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas
cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los
discípulos, los saludó diciendo:¡Paz a ustedes! » (Jn 20,17-19).
Y el libro de los Hechos de los apóstoles resume, brevemente pero de manera clara,
la obra y los últimos momentos de Jesús cuando dice: «Saben que Dios llenó de poder y
del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y que Jesús anduvo haciendo bien y sanando a
todos los que sufrían bajo el poder del diablo. Esto pudo hacerlo porque Dios estaba con
él, y nosotros somos testigos de todo lo que hizo Jesús en la región de Judea y en
Jerusalén. Después lo mataron, colgándolo en una cruz. Pero Dios lo resucitó al tercer
día, e hizo que se nos apareciera a nosotros. No se apareció a todo el pueblo, sino a
nosotros, a quienes Dios había escogido de antemano como testigos. Nosotros comimos
y bebimos con él después que resucitó.». Hch 10,38-41

Y San Pablo nos recuerda una promesa de Jesús cuando escribe en Rm 6,8-9 «Si
hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene
dominio sobre él», por lo que confiadamente en cualquier circunstancia podemos decir
como Pablo Ro 8,37 “En todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos
amó.
Que así sea.

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